Del 20 de mayo al 2 de junio, la madrileña Basílica de Nuestra Señora de Atocha acoge la exposición fotográfica ‘Miradas sobre la Misión’. Organizada por Misioneros Dominicos-Selvas Amazónicas, la obra mostrada es la galardonada en el I Concurso Internacional de Fotografía de la comunidad religiosa.
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Tras participar 25 personas, entre voluntarios de Selvas Amazónicas y personas que se encuentran propiamente en la misión, seis han sido las colecciones premiadas y cuyas fotografías son las que componen una exposición que tiene por principal objetivo sensibilizar sobre la impagable labor de los misioneros dominicos de la Provincia de Hispania, presentes en Cuba, Guinea Ecuatorial, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay.
Con los campesinos del Seybo
El primer premio ha recaído en el fotógrafo madrileño David Naval, autor de ‘Miradas desde el Seybo’, donde recoge el trabajo de misioneros dominicos como el español Miguel Ángel Gullón junto a las comunidades campesinas de una región de República Dominicana en la que estas sufren el hostigamiento de grandes empresas azucareras que incluso les han expulsado de su tierra.
Como explica el propio Naval a ‘Vida Nueva’, “pude viajar con Selvas Amazónicas el año pasado al Seybo y documenté con fotos y vídeos el trabajo de la misión en la radio, en los invernaderos, en los batey o en su acompañamiento a las familias desalojadas”.
En el despacho de la gobernadora
Una experiencia que, lejos de ser amable, mostró en todo momento la dificultad del pueblo local: “Ya en la primera noche todos acabamos en el despacho de la gobernadora. Vino la policía y, como se llevaban a gente, Gullón quiso estar con ellos y yo les acompañé”.
Eso sí, también le ha fascinado la bondad encontrada: “Al estar con los misioneros, la gente se abría, te contaba su historia y, pese a la dureza de esta, te ofrecían su mejor sonrisa y te ofrecían para comer lo que tenían”. Así hasta comprobar que “Gullón tiene razón cuando dice que ‘ellos son los preferidos de Dios’”.
Realidades lejanas
Por todo ello tiene claro que “volveré al Seybo, seguro”. Y es que, como fotógrafo y desde su perspectiva creyente, Naval se siente configurado: “Con una imagen es más fácil transmitir realidades que muchas veces no se ven y que, pese a saber que existen, sentimos lejanas. Corremos el riesgo de pensar que son personas que no tienen nada que ver con nosotros, pero, conociéndolas, compruebas que son como tú y yo, aunque tienen que aprender a vivir en medio de muchas dificultades”.
Feliz de poder poner “su gota de arena” a la hora de que se conozca la labor de los misioneros, el fotógrafo celebra que “las imágenes que componen la exposición nos hablan de gente que ha entregado su vida entera por los demás, a través del acompañamiento a familias, de organizar campamentos de verano en los que dan de comer a chicos que a lo mejor no podrían hacerlo o, simplemente, estando ahí con todos”.
Una pastoral de la presencia que ahora todos podemos comprobar: “En las fotos se aprecia a dónde va el dinero que la gente da… Realmente, para ayudar a los que lo necesitan”.