¿Cómo ha de recolocarse la vida religiosa en la Europa de hoy? A esta pregunta ha tratado de dar respuesta Pascual Chávez, SDB, durante la ponencia marco de la XXIX Asamblea General de la CONFER, que lleva por título ‘Vida consagrada: memoria y profecía. Alma de la iglesia y reserva de la humanidad’.
Según ha expresado, “los desafíos que tenemos por delante nos indican también algunos espacios nuevos y apropiados que se abren a la vida religiosa en la Europa de hoy, aun siendo conscientes de nuestra fragilidad. Parecería – ¡y es una paradoja! – que cuanto más Europa necesita de la vida consagrada, tanto menos esta última se encontrase preparada para su misión. Por esta razón, debe saber renovarse”.
En este sentido, el sacerdote mexicano que fuera rector mayor de los salesianos hasta 2014 ha señalado hasta nueve desafíos:
En primer lugar, “el mayor desafío que la vida consagrada debe enfrentar lo constituye ella misma (las actitudes de resignación, de pesimismo, de nostalgia del pasado o de cerrazón en estructuras etc.) recomenzando por tener plena confianza en que el Señor abre ciertamente un camino para superar las dificultades”.
En segundo lugar, “sigue luego el desafío del lenguaje, de la capacidad de hacer comprender la vida consagrada”. “Con mucha frecuencia nos damos cuenta de que la gente tiene un conocimiento limitado y distorsionado de los religiosos. Hace falta puntualizar modalidades nuevas para hacer captar lo que somos y vivimos. No es solo cuestión de ‘hábito’, sino de capacidad ser percibidos como personas apasionadas de Dios, que viven comunitariamente por el ideal del Evangelio, que expresan una auténtica fraternidad, que operan no por voluntad de poder sino para transformarse en samaritanos de los pobres”, ha completado.
En tercer lugar, “otro desafío es afirmar nuevamente valores que nos distinguen y que tal vez ya no son comprendidos. Lo definitivo de una elección de consagración, la castidad, la obediencia, la pobreza etc.; la dificultad para hacer comprender el valor de estas elecciones no nos exonera de rendirles testimonio con gozo y de seguir sugiriéndolas a los jóvenes que, aunque confundidos y fragmentados, siguen fascinados todavía por elecciones radicales y figuras realmente proféticas y alternativas”.
En cuarto lugar, “estamos hoy desafiados a vivir el voto de pobreza como estilo de vida, pero también como capacidad para colocarnos en la frontera de la marginación. Dejar que los pobres sean nuestros maestros”. Y ha añadido: “Pobreza vivida también como libertad frente a las estructuras: a veces parecemos como ahogados en la gestión de estructuras que no tienen futuro. Tal vez hay estructuras que no responden ya a las necesidades de hoy… Tal vez haya que pensar nuestra vida de otra manera, librándonos valientemente de muchas cosas que nos impiden ser como aquellos a quienes quisiéramos estar cerca. Esta forma de vivir la pobreza es fidelidad al Espíritu y es un testimonio al que la sociedad hodierna es muy sensible”.
En quinto lugar, “hay un gran desafío que se refiere a la posición de la vida consagrada en la Iglesia: parece necesario ‘desclericalizar’ la vida consagrada en una Iglesia que se presenta con frecuencia muy clerical; en algunas congregaciones, en efecto, la forma de ejercer el ministerio sacerdotal parece haber anulado algunos aspectos más característicos de la vida consagrada. Esto es más necesario que nunca en una visión sinodal de la Iglesia”.
En sexto lugar, “un desafío importante hoy –también en la formación– es el uso adecuado de las nuevas tecnologías, para que nos ayuden a incrementar nuestro servicio y no constituyan un obstáculo, sobre todo por lo que se refiere a la tendencia de refugiarse en la virtualidad comprometiendo o incluso anulando la comunidad fraterna por la falta de comunión. Todos somos conscientes de la forma en que algunas tecnologías inciden en nuestra vida comunitaria, en nuestra vida personal: también en este ámbito hace falta discernimiento”.
En séptimo lugar, “la situación ‘generacional’ de la vida consagrada en Europa (muchos ancianos y pocos jóvenes) constituye un doble desafío. Ante todo, el desafío de valorizar a los ancianos que se hallan entre nosotros, que no se sientan un peso en nuestras comunidades, sino más bien se los valorice como un recurso de experiencia, de fidelidad y de sabiduría. Contemporáneamente, para educar y educarnos a envejecer bien, para poder seguir dando nuestro aporte positivo a la comunidad y a la misión”.
Por otra parte “está el desafío de una adecuada integración de los religiosos más jóvenes, porque frecuentemente falta una generación intermedia que facilite esta integración; hay que ponerse el problema de cómo dar mayor protagonismo a los jóvenes; a veces son superprotegidos, porque son pocos o tal vez no se les asignan responsabilidades; a veces, por el contrario, están sobrecargados de trabajo y tienen la responsabilidad de llevar adelante obras desmedidas”, ha completado.
En octavo lugar, “en general se nos pide una atención especial a la situación de los jóvenes. Hay que aprender a dialogar con ellos usando su lenguaje, educarnos a nosotros mismos a sintonizarnos con sus aspiraciones y sus preocupaciones. A menudo los jóvenes no comprenden nuestro lenguaje, frecuentemente no encuentran en nuestras comunidades a quien los acompañe en sus itinerarios espirituales ni esas experiencias de fraternidad que están buscando”.
En este mismo sentido, ha añadido: “En los procesos formativos hará falta estar dispuestos a acompañar y dejar que sean los mismos jóvenes lo que hallen las nuevas expresiones del carisma que luego se traduzcan en respuestas válidas para los desafíos del mundo hodierno”.
En noveno lugar, “un ulterior desafío es el testimonio de la comunión en todos los niveles (también entre los institutos y entre carismas diferentes llamados a pasar siempre más de la ‘concordia’ a la ‘sinergia’): encontrarnos juntos, reflexionar juntos, trabajar juntos en una sociedad que se divide, que se cierra en lo privado y en el individualismo”.
Tras detallar los nueve desafíos de la vida religiosa en la Europa de hoy, Chávez ha dejado claro que “debemos, y podemos, mirar al futuro con esperanza”. ¿Por qué? Porque la debilidad es una oportunidad, porque los religiosos continúan situándose en las fronteras, por la presencia de los laicos, por el nacer de nuevas formas de vida religiosa y comunidades, y por el esfuerzo que se está haciendo en mirar al futuro, según ha indicado.
Para Chávez, “la aceptación, sincera y humilde, de la presente debilidad como oportunidad para radicarnos más profundamente en los valores evangélicos, constituye un factor de crecimiento espiritual”.
Asimismo, ha destacado que “la vida consagrada continúa fielmente en su vocación de situarse en las fronteras geográficas, sociales y culturales de la misión”. “Es cierto que las limitaciones impuestas por la edad avanzada y el número reducido de los religiosos golpean esta dimensión profética, pero sigue viva la conciencia de que esta es la misión de la vida consagrada y se reafirma la decisión de serle fieles”, ha puntualizado.
Según el ex rector mayor de los salesianos ha apuntado también que “la creciente presencia de laicos que quieren participar del carisma es una realidad que anima e interpela a los consagrados para que vuelvan a descubrir la riqueza de su propio patrimonio carismático y exige una mayor fidelidad”.
Además, “el nacer de nuevas formas de vida religiosa y de nuevas comunidades, que tratan de responder en forma diversa a las nuevas necesidades de nuestra sociedad, es un hecho positivo, indica apertura a las sugerencias del Espíritu y dinamismo en la vida de la comunidad eclesial. “Exige, al mismo tiempo, procesos de discernimiento muy atentos, para los cuales los Institutos con mayor tradición pueden ser de ayuda. Esta realidad, que se debe conocer y acercar en forma positiva y amistosa, es un estímulo a la renovación para todos”, ha completado.
Por último, ha subrayado que “el esfuerzo que se está haciendo para individualizar perspectivas de futuro es fuente de esperanza; la ausencia de horizontes, en efecto, no ayuda a crecer. Es fundamental soñar el futuro con valentía y construirlo con realismo. El empeño con que las comunidades que están disminuyendo elaboran programas para el futuro es un claro signo de esperanza”.