Benedicto XVI fue homenajeado en la tarde de ayer en Madrid. La Academia de la Diplomacia del arribo de España oficializó ayer la entrega del IV Premio Embajador José María Velo de Antelo, otorgado para el año 2023, a título póstumo al pontífice fallecido.
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El nuncio Bernardito Auza recogió el galardón de manos de la infanta Doña Elena de Borbón, que presidió el acto. Hasta la nunciatura se desplazaron, entre otros, los cardenales Carlos Osoro, Aquilino Bocos y Antonio María Rouco Varela, además de los obispos José Cobo, Jesús Vidal y José María Avendaño. En el auditorio también se encontraban el director de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, y la directora general del Instituto Secular Cruzadas de Santa María, Lydia Jiménez.
Gran intelectual
La infanta Elena presentó a Benedicto XVI como “un gran pontífice e intelectual” que será recordado “no solo por los católicos sino por los creyentes de otras religiones, no solo por los intelectuales sino por otras muchas personas”.
El embajador vaticano, que ejerció de anfitrión, subrayó su “luminoso pontificado”. A la par, aplaudió “la preciosa ayuda de su magisterio”, así como “el cariño que tuvo por España”. Es más, el diplomático filipino ahondó en los viajes que llevó a cabo a nuestro país, donde fue palpable “su delicadeza” tanto en el anuncio del Evangelio como en el trato con las instituciones.
Servicio incondicional
El letrado del Consejo de Estado Alfredo Dagnino pronunció el discurso de reconocimiento al Papa alemán, en la que destacó “el servicio incondicional de la Iglesia” de Joseph Ratzinger a lo largo de toda su vida. A la vez, le presentó como “testigo privilegiado de su tiempo”, que fue capaz de denunciar “el laicismo alarmante de la sociedad que deslegitima a la religión y al cristianismo como contrario a la democracia”. Frente a ello, Dagnino recordó que Benedicto XVI abanderó una “sana laicidad”.
Sobre su papel como pastor de los católicos, valoró su aportación al concilio Vaticano II, a la vez que llamó a los creyentes a “redescubrir a Dios a través de la persona de Jesucristo”. “No se arredró ante los debates y los desafíos de nuestro tiempo”, añadió, destacando su “valiente contribución al debate teológico y antropológico”.