Francesco es un niño de 8 años como cualquier otro. Sin embargo, sufre Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), lo cual ha provocado que haya sido apartado del grupo scout de Roma al que acudía desde hace varios años.
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Ha sido su madre, Paola, quien ha relatado la historia, a través de una carta, a los medios de comunicación italianos. “Francesco se mostró entusiasmado por asistir al grupo de niños de la Parroquia del Sagrado Corazón de Cristo Rey en Roma, para infinita alegría mía y de su padre”, explica Paola.
Asimismo, la madre de Francesco señala que “en la primera reunión, junto con el pago de la cuota anual, mi marido y yo entregamos a los responsables del grupo las certificaciones que acreditaban las dificultades de nuestro hijo”. Después de esto, el niño asistió el verano pasado al campamento scout durante una semana, donde no tuvo ningún problema.
“Para él fue una experiencia única”, asegura Paola, apuntando, además, que al volver a casa el pequeño “siguió hablando de sus descubrimientos, de los juegos y, lo más importante, la interacción con sus compañeros”.
“Las criaturas no tienen culpa”
Además, entre los monitores “Francesco se sentía en perfecta sintonía con Akhela, una ayudante de trato dulce y paciente”, quien este año ha sido sustituida por otro monitor que en seguida comenzó a hacer llegar quejas del niño a sus padres. “Me abrumaron las quejas por la perturbación que provocaba el niño con su inquietud, así como por la forma de expresarse, según ellos inadecuada”, explica Paola.
Pero las cosas empeoraron hace dos semanas, cuando el líder del grupo scout informó a Paola de que Francesco iba a ser expulsado porque no podían hacerse cargo de él. “Fue un golpe bajo. Leímos en los ojos de nuestro hijo la decepción y el dolor”, asegura.
Denunciaron el incidente, pero eso no ha borrado haber tenido que escuchar de su hijo, entre lágrimas, “nadie me quiere”. “Somos conscientes de que aquellos que tienen poco conocimiento de la patología pueden temer por la seguridad de sus hijos”, afirma. “Sin embargo, estamos seguros de que una información adecuada puede ayudar a manejar a estos niños menos afortunados que otros, sin tener que traicionar sus expectativas, porque las criaturas no tienen culpa ni responsabilidad por su comportamiento y la herida que se renueva cada vez que se las aparta solo aumenta su frustración y su inadecuación”, explica Paola.