Cáritas, en su empeño por levantar a quienes han caído en la exclusión y darles la oportunidad que pocos les ofrecen para que puedan recuperar la autonomía perdida, en buena parte gracias a un trabajo digno, también construye sociedad. Concretamente, llena de alternativas de ocio, cultura o servicios a muchos de los pequeños pueblos que conforman la llamada España vaciada.
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Un buen ejemplo lo tenemos en la provincia de Albacete, donde su Cáritas diocesana, a través de la Fundación El Sembrador, creada en 2017 y en cuyo patronato, además de la entidad eclesial, están representantes de los empresarios y de la Universidad, el trabajo en red es indispensable.
Apoyo de la empresa privada
Entre sus muchos proyectos, uno muy especial es Viveros El Sembrador, en Nava de Campaña, cerca de la localidad de Hellín, cuyo ayuntamiento está muy implicado con este programa de inserción laboral que echó a andar en 2009. Hasta el punto de que cedió los terrenos (hectárea y media) sobre los que hoy se levanta. Además, si bien el 51% del capital está en manos de la fundación, el 49% restante lo posee la empresa privada Naturtec.
Elisa Marín, técnico de acompañamiento en su aula de formación, explica que “el fin principal del programa es que las personas a las que acompañamos puedan integrarse en el mercado laboral”. Para ello, “lo primero es adaptarse al ritmo y a la situación personal de cada uno, siendo muy conscientes de que su actual vulnerabilidad puede venir marcada por numerosos factores”. Además, es clave que, desde el principio, “se establezca con la persona un acuerdo de inserción”. Por él, todos saben que pueden estar aquí un máximo de tres años antes de tener que optar a un trabajo ordinario, pero también “se fija un plan de acción individual y grupal con los objetivos concretos a tratar de conseguir en este tiempo”.
Títulos y mediación
Tras la acogida, se inicia una segunda fase, que busca “que adquieran las mayores competencias técnicas posibles”, ya sea la consecución del carnet de conducir o la obtención de un curso que luego facilite el acceso a un empleo. Para ello, en las propias instalaciones cuentan con un aula en la que ofrecen formación homologada, siendo sus títulos una garantía ante las empresas del entorno con las que se media para que contraten a los participantes. La fase final, antes de salir al mercado, es el trabajo en el propio invernadero, que también incluye servicios externos, como la limpieza de parajes, el mantenimiento de casas o parques o el diseño de jardines, colaborando con empresas de la talla de Endesa.
El programa funciona tan bien que, si en su día empezó con un par de personas, ahora mismo hay 15 contratados. Todo un alud de esperanza, como enfatiza Marín, con consecuencias muy positivas en sus barrios y pueblos: “Buscamos siempre un equilibrio entre el apoyo a la persona y la influencia que esta puede tener en su mundo. De hecho, comprobamos que muchos de ellos son referentes entre los suyos. Los han visto como parados de larga duración o con problemas muy graves… Y ahora llegan a casa con su uniforme de Viveros El Sembrador, estudiando y a punto de incorporarse al mercado laboral. Salen adelante y se apoyan mucho entre sí. Son todo un ejemplo para los demás”.
Se mima cada detalle
Rafael Iniesta, técnico de producción del vivero, trabaja con ahínco cada día para que cada persona salga adelante y, además, el trabajo salga adelante con una impecable calidad. Así, explica orgullosos que “aquí sembramos y criamos entre 80 y 100 especies, siendo autóctonas unas 15. El esfuerzo es máximo y, en total, sacamos adelante unas 70.000 plantas”. En este sentido, valora que, “cuantas más cosas sepan hacer, más opciones tendrán de encontrar su propio trabajo cuando salgan de aquí”.
Muy pronto lo va a comprobar Francisco Poveda, conocido por todos como ‘El Pantera’, que, a sus 59, años, es el más veterano entre todos los contratados y, al llegar a los tres años que se fija la fundación como máximo de estancia aquí, está a punto de reincorporarse al mercado laboral después de muchos años alejado de él. Ahora, no solo tiene “varias ofertas”, sino que ha estudiado (“al principio no quería, pues me veía ya mayor para hacerlo, pero me animaron a ello y hoy tengo un certificado de profesionalidad de actividades auxiliares en viveros y jardinería”) y ha avanzado en todos los sentidos, desde una mayor autonomía económica hasta una estabilidad emocional, queriendo ahora “pasar más tiempo con mi hija”.
Mezcla de sentimientos
En la hora del adiós (cuando se realizó este reportaje era su última semana en el programa), ‘El Pantera’ se va con el reconocimiento de todos sus compañeros (“he tratado de enseñar lo que he podido a los más jóvenes”) y con una mezcla de sentimientos: “Por un lado, contento, pues dejo un hueco para otra persona que lo pueda necesitar y, además, el campo es muy duro y yo tengo una experiencia previa trabajando como mecánico y albañil, por lo que, ya asentado, creo que voy a poder volver a ello. Y, por otra parte, con tristeza, pues aquí he estado muy contento y siempre estaré agradecido a Cáritas, a la que llegué en un momento difícil de mi vida, cuando me había separado, estaba solo y no tenía ingresos”. En ese primer momento, “conocí a Elisa, que para mí es como una hija y me ha ayudado muchísimo todo este tiempo”.