Osoro pide al nuevo prelado que conserve el “estilo de Dios” que se basa en “tres actitudes: cercanía, misericordia y ternura”
La Catedral Magistral de Alcalá de Henares ha acogido la consagración episcopal de su nuevo obispo, el sacerdote cordobés Antonio Prieto Lucena. Una celebración que ha presidido el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid; y que ha contado con la presencia de el nuncio apostólico en España, Bernardito Auza.
En su homilía, el cardenal Osoro, recordó la tradición episcopal cuya “continuidad” histórica “se debe entender también en sentido espiritual, ya que, en la sucesión apostólica en el ministerio, se considera y se ve como lugar privilegiado de la acción y de la transmisión del Espíritu Santo”. “Mediante la sucesión apostólica es Cristo quien llega a nosotros, pues en la palabra de los apóstoles y sus sucesores es Él quien nos habla, mediante sus manos es Él quien actúa en los sacramentos; en la mirada de ellos es su mirada la que nos envuelve y nos hace sentirnos amados y acogidos en el corazón de Dios”, advirtió.
“Cristo mismo es el verdadero pastor y guardián de nuestras almas, al que deseamos seguir con una inmensa confianza, gratitud y alegría”, añadió Osoro destacando: “¡Qué tarea más bella, más grande, más fuerte y de profunda trascendencia para la humanidad te encomienda el Señor, querido don Antonio!”. Para el cardenal, Dios –dijo al nuevo obispo– “quiere y desea de ti que hagas crecer y vivir como Iglesia a todos los que se deciden y se dicen discípulos de Jesucristo. Tienes la misión de abrir esta Iglesia particular de Alcalá a la Iglesia universal, a la totalidad de la Iglesia, haciendo una Iglesia que esté viva”.
“Contemplando al ser humano desde Dios, se tiene una visión de conjunto, se ven peligros, esperanzas y posibilidades. Desde la perspectiva de Dios se ve la esencia, se ve y se contempla al hombre interior. Y evitar que el ser humano se empobrezca, hacer que el hombre no pierda su esencia, su capacidad para ver la verdad y para vivir el amor, hacer que el hombre llegue a conocer a Dios, que no se pierda en callejones que ni tienen ni dan salidas, que no se meta en el aislamiento, sino que permanezca abierto al conjunto, que permanezca en su esencia, esta es la gran misión y tarea del obispo”, recomendó el cardenal.
Osoro destacó que Cristo “es el ‘obispo de las almas’; es el prototipo del ministerio episcopal y sacerdotal”. Así, reivindicó que “ser obispo y ser sacerdote significa asumir la posición de Cristo: pensar, ver y obrar desde su posición elevada, para que todos los hombres encuentren la vida. Según la tradición apostólica, este sacramento se confiere mediante la imposición de las manos y la oración”. “La palabra humana enmudece, para que aquél a quien se imponen las manos, se abra en silencio a Dios, cuya mano se alarga hacia el hombre, lo toma para sí, lo cubre y lo protege”, apuntó.
Por ello, finalmente, recomendó al nuevo prelado: “Tu vida ha de tener un estilo, será siempre el estilo de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo: da la vida para que tengan vida en abundancia, conoce a quienes el Señor te da, que te conozcan a ti, busca a quienes están fuera, nunca olvides el estilo de Dios, que es la ternura, y que implica cercanía y proximidad, comparte la vida con la gente; cada persona es digna de nuestra entrega”. Un estilo que se basa en “tres actitudes: cercanía, misericordia y ternura”.
Al concluir la celebración, Prieto Lucena agradeció a todos los presentes su cercanía. “Ojalá nunca sea un estorbo para vuestro encuentro con Cristo, sino que podáis descubrir al Señor a través de mis acciones, palabras y decisiones” señaló a los fieles de Alcalá a la vez que alabó la tarea de los anteriores obispos, Manuel Ureña, Jesús Catalá y Juan Antonio Reig Pla porque “lo que ellos han sembrado, espero recogerlo yo, al mismo tiempo que espero seguir trabajando, como ellos, para que otros reciban el fruto”.
A la Iglesia de la “ciudad de Cervantes” insistió que “el papa Francisco nos está llamando a poner a la Iglesia en ‘estado de misión’, saliendo al encuentro de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres y de los que más lo necesitan, para llevarles la alegría del Evangelio”. “Trabajemos juntos para seguir haciendo de nuestra diócesis una Iglesia alegre y misionera. Tenemos por delante grandes retos y desafíos, pero también contamos con enormes posibilidades. Pongámoslas al servicio de la caridad y de la nueva evangelización”, instó. Algo que invitó a hacer “con un fuerte sentido de comunión”, un “esfuerzo misionero” con que quiso seguir “priorizando la pastoral familiar, de la que depende el futuro de la Iglesia y de la sociedad, como ya enseñaba san Juan Pablo II; y sigamos cuidando la pastoral vocacional, especialmente en nuestros Seminarios Diocesanos, que son el corazón de nuestra Iglesia particular”.
Foto: Pablo H. Breijo