Vaticano

Los dicasterios por la Educación y la Vida Consagrada, unidos por el futuro de la escuela católica

Los prefectos João Braz de Aviz y José Tolentino de Mendonça firman una carta en la que animan a “poner en marcha iniciativas, incluso de carácter experimental, vibrantes de imaginación y creatividad”





“Hacer coro”. No ser “voces aisladas”. Esto es lo que han pedido los cardenales João Braz de Aviz, prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, en una carta hecha pública este martes en la que explican las sinergias creadas entre ambos ‘ministerios’ vaticanos por el bien de las escuelas católicas.



“El pasado 22 de mayo de 2023, el Dicasterio para la Cultura y la Educación y el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica convocaron en el Vaticano a algunos protagonistas de la red mundial de escuelas católicas, para que relataran en primera persona las potencialidades y las fatigas de la misión educativa, en esta etapa de la historia, descrita por el papa Francisco no tanto como ‘una época de cambio, sino un cambio de época'”, explica el documento.

Esta invitación a la Santa Sede incluía no sólo del dicasterio dedicado a la educación, sino también del dicasterio que se ocupa de la vida consagrada, “porque una parte muy importante de las más de 240.000 escuelas católicas, que hacen de la Iglesia uno de los principales actores mundiales en la educación primaria y secundaria, está dirigida por institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica”. Por ello, “la iniciativa conjunta no era sólo estratégica, sino que pretendía, ante todo, respetar la recomendación de la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, que invita a ‘escucharse unos a otros’, donde ‘todos tienen algo que aprender'”.

“La situación puede asustar”

“Ciertamente, en la reunión del pasado mayo surgieron también serias dificultades”, continúan los cardenales. “Algunas de ellas son comunes a todo el mundo, otras lastran determinados contextos: la reciente pandemia sigue haciendo sentir sus efectos, la crisis económica mundial, el decrecimiento demográfico, la pobreza aguda, el desigual acceso a la alimentación, al agua, la sanidad, la educación, la información, la cultura e internet. A ello se añade, al menos en algunas naciones, la falta de reconocimiento de igualdad económica por parte del sistema legislativo a las escuelas no estatales”.

Además, subrayan que “varias diócesis de todo el mundo, institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica están experimentando una significativa disminución de vocaciones”, lo cual “tiene ciertamente efectos prácticos complejos, que llevan incluso al cierre o a la alienación de algunas escuelas, con una enorme pérdida de personalidad en el sistema escolar”. Algo que, según describen, “borra del ambiente educativo las huellas de la historia de esa Iglesia local, del carisma inconfundible de esa familia religiosa”. “En un contexto en el que, especialmente en Occidente, asistimos al doloroso cierre de algunas iglesias, podría decirse, con las debidas distinciones, que cerrar una escuela es casi como cerrar una iglesia, un lugar que identifica y custodia una porción de esperanza”, lamentan.

Así, si bien reconocen que “la situación puede asustar, sobre todo por la rapidez de sus efectos”, lo cierto es que “es precisamente a partir de situaciones temibles –como el caos previo a la Creación (Gn 1,2)– de donde Dios saca sus obras más asombrosas”.

Hacer coro

“Por desgracia, a veces las escuelas católicas actúan en el mismo ámbito no como solistas que, gracias a su timbre vocal único, enriquecen a todo el coro, sino como voces fuera del coro, aisladas, sin contexto; en algunos casos incluso en competencia disonante”, por ello, consideran “necesario, y urgente hacer coro entre los diversos institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica comprometidos en la educación; hacer coro entre los obispos, los párrocos, toda la pastoral diocesana y la riqueza de carismas educativos que garantizan las escuelas pertenecientes a institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica”.

“Es indispensable que el clero, los religiosos, las religiosas y los laicos formen un coro y que a estos últimos se les garantice la posibilidad de hacer resonar la voz educativa de una diócesis e incluso del timbre único de un carisma religioso”, aseveran, exhortando, así, “a poner en marcha iniciativas, incluso de carácter experimental, vibrantes de imaginación y creatividad, abiertas a compartir y al futuro, precisas en el diagnóstico y audaces en la visión”.

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