Este 20 de junio se cumple un año del asesinato, a manos del crimen organizado, de los dos sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora, perpetrado en la parroquia de San Francisco, pueblo de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara del estado mexicano de Chihuahua.
Vida Nueva conversó con el asesor en lo Social de la Compañía de Jesús en México, el padre Jorge Atilano González, quien aseguró que en este momento la Iglesia en México pugna por una red nacional de paz, lo que implica la participación de instituciones y de la comunidad, además de la disposición de la autoridad para que se pueda implementar.
Reiteró: “lo que desde un inicio hemos dicho, este asesinato es, pues, solo un caso de tantos que el país está viviendo, se une al derramamiento de sangre; sabemos que hay mucho dolor, mucha indignación, y se ha hecho la propuesta de generar un proceso de construcción de paz”.
Lo anterior -detalló- implica realizar los conversatorios por la paz desde las parroquias y las diócesis, foros sobre justicia y seguridad desde las universidades; “todo esto nos prepara para el Diálogo Nacional por la Paz que será del 21 al 23 de septiembre en la Universidad Iberoamericana. A través de ese diálogo, se quiere construir una agenda nacional de paz y una red nacional de paz que articule procesos e iniciativas locales de paz”.
A un año del asesinato de sus hermanos jesuitas, el padre Jorge Atilano manifestó que para que esto no quede en el olvido, su demanda como Iglesia hacia los gobiernos estatal y municipal es la generación de condiciones de seguridad en la Sierra Tarahumara.
“Reconocemos que en el municipio de Urique (donde se encuentra Cerocahui) hay mejores condiciones de seguridad; un caso que representa esto es que la gente volvió a jugar el béisbol; notamos que hay un mayor nivel de participación, y la gente misma dice que se siente más tranquila”.
No obstante, advirtió que, si no se generan las condiciones institucionales desde Urique y el modo de gobernar, así como la forma de llevar a cabo la política de seguridad, “se podría regresar a la situación de inseguridad que antes se estaba viviendo”, por lo que han venido trabajando, junto con los diferentes niveles de gobierno, en un modelo de seguridad en la zona.
Todo ello -afirmó el sacerdote jesuita- “va a mantener la memoria de nuestros hermanos y canalizar el dolor y la indignación, porque el asesinato y la desaparición continúan en el país”.
Jorge González explicó que en la Sierra Tarahumara sí se han ido implementando las medidas cautelares que solicitó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para salvaguardar la vida de la comunidad jesuita de Cerocahui.
“En ese sentido -continuó- reconocemos los avances y una mayor seguridad, pero lo que hemos señalado es que nuestro interés va más allá, no sólo la seguridad de los jesuitas, sino la seguridad de las comunidades, y ahí falta definir la estrategia que se va a implementar en las comunidades para la creación de condiciones de seguridad; es lo que queremos que está pendiente“, añadió.
Y es que -dijo el padre Jorge Atilano- “sabíamos que la detención de ‘el Chueco’ (responsable del asesinato de los sacerdotes Javier y Joaquín) no iba a ser suficiente, que era necesario tener una estrategia de seguridad para la región, y eso está pendiente.
Al referirse a la reciente balacera ocurrida en el exterior y parte del interior de una iglesia en el municipio de Guachochi en Chihuahua, el padre Jorge Atilano dijo que dicho ataque “representa la situación de inseguridad que se está viviendo en la Sierra Tarahumara; creemos que es un tema pendiente por los gobiernos municipales y los gobiernos estatales”.
Finalmente, confió en que “gestos como el de este domingo 18 de junio, en el que se oró por las víctimas de la violencia en el país, son experiencias de unidad y un llamado al pueblo de México a la construcción de la paz con justicia; para sentirnos unidos en una diversidad de sectores, de maneras de pensar; esta situación está invitando a articularnos desde abajo desde lo local”.