Aunque a veces esta es vista, dentro de la propia Iglesia, como “una espiritualidad sin Dios”, el silencio, la quietud y la meditación, desde el mismo origen del cristianismo, han sido ejes de la oración contemplativa. Así se buscará testimoniar, este 24 de junio en Madrid, en la I Jornada de Contemplación y Meditación Cristiana. Su lema, ‘Arraigados en Jesús’, muestra de un modo inequívoco su fe encarnada y no difusa.
Se trata de una jornada sin precedentes en nuestro país. La acogerá la parroquia de Santa Teresa y San José, en Plaza España, y la organiza el laico Luis Castañeda. Consciente del auge que tiene este carisma espiritual y de que hay experiencias muy enriquecedoras en este sentido, fieles a la propia tradición contemplativa de la Iglesia y siempre desde una clara identidad cristiana, ha promovido un encuentro para el que ya han confirmado su asistencia cinco movimientos referentes en este ámbito: Camino de Contemplación (inspirados en las enseñanzas del jesuita Franz Jalics), Más Que Silencio (animado por las Dominicas de la Congregación Romana de Santo Domingo, CRSD), Amigos del Desierto (fundado por el sacerdote Pablo D’Ors), Orden Carmelo Descalzo Seglar (OCDS, rama seglar de los carmelitas) y la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana (WCCM, por sus siglas en inglés, que siguen las enseñanzas del benedictino John Main).
Vida Nueva ha contactado con representantes de varios de los grupos, que destacan los rasgos que deben tener estas experiencias de oración para que, además de enriquecernos por dentro, alimenten la vivencia del encuentro real y personal con Jesús. Eduardo Martín, representante de WCCM España, sale al paso de quienes hablan de “una espiritualidad sin Dios”. Frente a esta “cuestión recurrente”, la clave es “saber a qué nos estamos refiriendo con el ‘yo interior’. Si nos consideramos templos del Espíritu, hechos a imagen y semejanza de Dios Padre, nuestro yo interior, nuestra última y verdadera esencia no puede ser otra cosa que el Espíritu que nos habita, el Cristo interior”.
Como reconoce, “el problema es que mucha gente no está interesada en ese ‘yo interior’ y se mueve, en una especie de ‘turismo espiritual’, buscando satisfacer a su yo egoico y mundano. Indudablemente, hay quien usa la meditación como si se tratase de un spa, buscando simplemente bienestar, tranquilidad o relajación, como quien va al masajista o al gimnasio. La clave no está en el silencio ni en la meditación, sino en el sujeto que la practica y lo que de verdad va buscando. Quien se acerque a la meditación buscando ganar en vez de soltar, no llegará a ningún lado”.
A la hora de transmitir este mensaje en el conjunto de la Iglesia, Martín cree que “no debe ser muy difícil, pues los orígenes de la oración cristiana contemplativa están ahí, desde Jesús, pasando por los padres y madres del desierto, hasta nuestros días. Es imprescindible que los ámbitos de Iglesia más temerosos descubran esta realidad y se abran a ella. En el silencio y la contemplación estuvo el origen de nuestra Iglesia y también su futuro. Nos va mucho en ello. Se necesitaría un apoyo decidido de la jerarquía eclesial a la divulgación y enseñanza de la meditación como fundamento de nuestra fe y nuestra historia”.
En el caso de la WCCM, “somos una comunidad de comunidades que siguen el legado de John Main, que no es otro que pretender vivir y experimentar la oración contemplativa o meditación cristiana original, aquella que practicaron los padres y madres del desierto. La apertura de espíritu, la acogida sin limitaciones (nadie fue rechazado en la mesa de Jesús) y el respeto por los ritmos personales nos caracterizan. Intentamos ayudar a los que nos piden ayuda y aprender de los que pueden enseñarnos, pues no competimos con nadie. Tenemos muy claro que una meditación que no nos arrastre a una vida de compromiso y entrega no es una meditación verdadera”.
De ahí que Martín llame a la reflexión para poder cultivar sin prejuicios un camino espiritual que ayuda a muchas personas: “Por alguna razón, la Iglesia occidental abandonó la oración contemplativa y la recluyó en los monasterios, cosa que no ocurrió, por ejemplo, en la Iglesia ortodoxa. Nuestro fundador tenía una obsesión, que era la de crear un monasterio sin paredes. Es cierto que no nos vendría mal orientalizarnos un poco (en lo bueno de Oriente), pero supongo que a Oriente le vendría muy bien occidentalizarse un poco también (con lo bueno de Occidente)”.
Ante todo, se trata de tener una actitud abierta y siempre en clave de búsqueda: “Puede llegar un momento en el que la práctica religiosa se te quede corta o pobre y entonces empiezas a buscar. Descubres que la fe no es cuestión tanto de voluntad como de apertura y que, tal vez, se nos ha inculcado demasiado el hacer frente al ser. Solo si aprendemos a ser, nuestro hacer tendrá un sentido”.
Y es que “descubrir que, al orar, puede ser más enriquecedor el escuchar que el hablar, plantea un antes y un después en el caminar espiritual. Meditar es un gran acto de fe, pues nos ofrecemos desnudos (sin pensamientos, inquietudes o ideas) ante el Padre, en total disposición, sin esperar nada a cambio y confiando en que la semilla irá imperceptiblemente brotando”.
Fotos: Jesús G. Feria.