Culturas

Pascal y la fórmula de la verdadera felicidad





Blaise Pascal (Clermont-Ferrand, 1623-París, 1662) como estímulo para los cristianos de hoy y, aún más allá, un ejemplo para toda la humanidad. Eso es lo que ha proclamado el papa Francisco en el 400º aniversario del nacimiento del filósofo, matemático y geómetra francés: la absoluta vigencia de un “infatigable buscador de la verdad” que supo hacer de su fe un monumento intelectual, a la vez que un irrenunciable compromiso con la sociedad. Así lo describe en la carta apostólica ‘Sublimitas et miseria hominis’, publicada el pasado 19 de junio, justo el día en el que se cumplía el cuarto centenario de su nacimiento.



“Me alegra que la Providencia me dé la oportunidad de rendirle homenaje y de poner en evidencia lo que, en su pensamiento y en su vida, considero apropiado para estimular a los cristianos de nuestro tiempo y a todos nuestros contemporáneos de buena voluntad en la búsqueda de la verdadera felicidad”, esgrime Francisco de un pensador y fervoroso católico, a quien en repetidas ocasiones ha mostrado afecto y –por lo que se lee– entusiasmo. Todos buscamos la verdad y la felicidad, pero no logramos alcanzarlas: necesitamos, como Pascal, certeza, sentimiento, alegría, paz. Jesucristo.

Esta es la gran la gran lección de Pascal. “Sigue siendo para nosotros el compañero de camino que acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe, nuestro reconocimiento humilde y gozoso del Señor muerto y resucitado”, admite el Papa en una carta apostólica deliciosa y entrañable. El Santo Padre muestra su admiración por su conversión en 1654 y por su “esfuerzo intelectual en defensa de la fe cristiana”, pero, ante todo, porque esa devoción “no lo convirtió en una persona aislada de su época”.

Humanista cristiano

Ese es el Pascal que ve Francisco y que propone de guía. Aquel cristiano que, por su “asombrada apertura a la realidad”, estuvo, por ejemplo, “detrás de la creación, en 1661, en París, del primer sistema de transporte público de la historia: los carruajes de cinco centavos”. Aquel humanista que era, por tanto, inseparable del católico que habló “de la condición humana de una manera admirable”, pero siempre con Cristo como eje de su vida y de su pensamiento.

“Sería engañoso, sin embargo, ver en él solamente a un especialista en moral humana, por muy brillante que fuera –sostiene–. El monumento formado por sus Pensamientos, algunas de cuyas fórmulas aisladas se han hecho célebres, no puede ser verdaderamente comprendido si se ignora que Jesucristo y la Sagrada Escritura son a la vez el centro y la clave”, manifiesta.

Sabiduría del discernimiento

La biografía y la obra monumental e inagotable de Pascal las interpreta Francisco para resaltar su fe, su amor y su libertad. También su verdad. “Esta es la razón por la que les propongo a todos los que quieran seguir buscando la verdad –una tarea que nunca termina en esta vida– que escuchen a Blaise Pascal, hombre de inteligencia prodigiosa, que quiso recordarnos cómo fuera de los objetivos del amor no hay verdad que valga la pena”, señala recordando una cita de su Memorial: “No hacemos un ídolo con la verdad misma, porque la verdad sin la caridad no es Dios, y es su imagen y un ídolo al que no hay que amar ni adorar”.

Una de las lecturas más contemporáneas que hace Francisco de Pascal tiene que ver con el concepto de “sabiduría del discernimiento”, una constante búsqueda de la verdad con los ojos abiertos y el corazón atento, para evitar “la tragedia de nuestra vida”, que es que, “a veces, no vemos bien y, por lo tanto, elegimos mal”, afirma el Pontífice, y optamos por el egoísmo, la comodidad, el orgullo… “Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento –denuncia–. Por eso, la inteligencia y la fe viva de Blaise Pascal pueden ayudarnos a atravesar las oscuridades y las desgracias de este mundo”.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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