Cincuenta años de diferencia y unos 12 mil kilómetros separan a Isabella Sheptak de Rosa Rita Mariano. La primera, de 20 años, es miembro de la Unión de Mujeres Católicas Ucranianas en Canadá. La segunda, de 71 años, es la presidenta de las 70.000 católicas de la Liga Filipina. Sus organizaciones, junto con otras cien, forman parte de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), fundada en 1910, presente en unos sesenta países que representa a cerca de ocho millones de mujeres. Casi dos mil de ellas se reunieron en la sala Nervi el 13 de mayo para encontrarse con Francisco. El Papa las animó a “rezar” las obras, a “obrar” la oración y a “vivir como María la plenitud del ser mujeres con la conciencia de sentirse elegidas y protagonistas de la obra salvífica de Dios”.
Una invitación que para las 900 que después fueron a Asís para la asamblea electiva (del 14 al 20 de mayo sobre el tema Mujeres de la UMOFC, artesanas de fraternidad por un mundo en paz) sonó como una confirmación para seguir adelante con los proyectos en curso. “Para evangelizar hoy es necesario dar testimonio del compromiso por el bien común, por la tutela de la creación y contra el espíritu individualista que invade especialmente a los jóvenes. Quiero ser la cara positiva de mi comunidad”, dice Isabella Sheptak.
La joven canadiense proviene de una familia católica, estudia antropología y es voluntaria con personas sin hogar y refugiados. Con un grupo de unas diez jóvenes, Isabella fue elegida por la UMOFC para llevar la voz de las jóvenes a la asamblea. “El diálogo intergeneracional es una de las prioridades que tenemos para los próximos años”, confirmaba Mónica Santamarina de Robles, fue elegida nueva presidenta de la UMOFC el 19 de mayo. Mexicana, 64 años, licenciada en derecho y madre de 4 hijos, Mónica siempre ha estado implicada en el mundo del asociacionismo católico, tanto en México como a nivel internacional. Sucede a María Lía Zervino, de 72 años y argentina, que se marcha tras un mandato. “Con la pandemia todas nos hemos vista obligadas a volvernos “digitales”, incluso las que ya no son tan jóvenes. La crisis fue una oportunidad y hoy muchos proyectos e iniciativas de formación pasan por la web”, dice Santamarina.
Dar continuidad a experiencias fructíferas, consolidar el naciente Observatorio de la mujer o trabajar en red con otras realidades que trabajan en el sector social son las acciones que la nueva presidenta señala como prioritarias. No son ideas vagas, basta detenerse a charlar con las mujeres presentes en Asís para entender lo que está pasando en África o América Latina, donde la variada representación femenina vive su cotidianidad. “
Nos encuentras limpiando las calles y si vamos a un McDonald’s nos presentamos con nuestros propios platos y vasos reciclables. Hacemos ‘lectio divin’a en la parroquia y ayudamos en la formación de los seminaristas, plantamos árboles, trabajamos por el medio ambiente, con los ancianos y las personas sin hogar, tenemos centros para mujeres víctimas de violencia y nos centramos en la formación de las niñas…”. Así lo explica Rosa Rita Mariano, médica que explica que las siglas HOPE (Holiness/ Outreach/ Pastoral Involvemen/ Empowerment) resumen bien el espíritu y la naturaleza de las actividades que la Liga de mujeres filipinas realiza en las ochenta y cuatro diócesis en las que está presente.
“Ayudar a las jóvenes a estudiar o a montar pequeños negocios, desde la producción de conservas hasta los derivados de la leche, es para nosotras el primer paso hacia la independencia”, dice Beatrice Tavares, de 61 años, directora de la asociación de ayuda de mujeres católicas en Senegal. Otra prioridad es la educación ambiental: “Surge de Laudato si’. Somos conscientes, como africanas, del daño que está sufriendo la tierra. Educar a las mujeres en el respeto y cuidado de la madre tierra tiene un efecto multiplicador, en la familia y en la educación con los hijos”.
Beatrice, que se formó como abogada, pero es gerente comercial de transporte marítimo, explica que en Senegal trabaja en red con otras dos asociaciones pertenecientes a la UMOFC, la Coordinación de Uniones Diocesanas de Asociaciones de Mujeres y el Movimiento de Mujeres Católicas. “En total, somos unas 13 mil mujeres comprometidas con el empoderamiento de la mujer”.
Hay proyectos locales y otros con proyección más internacional. Como los impulsados por el Observatorio de la Mujer, creado por la UMOFC en 2021 como #invisiblenomore es la campaña contra la violencia y la discriminación nacida de la iniciativa africana. “Con la ayuda de la Fundación Hilton, este proyecto de un año de duración incluyó una fase de escucha a través de una encuesta a 10.680 mujeres de 37 países. El estudio reveló la necesidad de combatir la violencia doméstica, económica, el fenómeno de la trata y la falta de acceso a la educación”.
Lo explica Ana Martiarena, argentina y economista de 44 años, que está a cargo del Observatorio y de la campaña sobre África. Además, para contribuir a la sensibilización se produjo el documental, In-visible, dirigido por la cineasta italiana Lia Beltrami. Y a finales de año se realizará en África un taller “para pensar en acciones comunes. Mientras eso llega, cualquiera de nosotras puede convertirse en embajadora de lo invisible, uniéndose a esta llamada a actuar en nuestro sitio web (wucwo.org/fr/) que lanzamos el 13 de mayo, con motivo del encuentro con Francisco”.
Otro proyecto gestionado por el Observatorio está relacionado con la violencia y la discriminación contra las mujeres en la Iglesia y en la sociedad de América Latina. “Resultó que la escucha y el diálogo son fundamentales, muchas mujeres han denunciado el clericalismo que impide una mayor participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones”, explica Mónica Santamarina. Tras una encuesta sobre la sinodalidad, emergió la necesidad de contar allí donde se toman las decisiones.
Según dice Sarah Atieno Kiwanuka, –de 65 años, con cuatro hijos y siete nietos–, en Kenia, ella y sus compañeras de la asociación de mujeres católicas hacen de todo en sus comunidades parroquiales, desde la asistencia a los enfermos, hasta la liturgia o guiar el consejo espiritual. “¿Como diáconos?” “Sí, como diáconos”. Lo dice también el hábito que luce con orgullo: es un manifiesto sinodal donde jóvenes, ancianos, discapacitados y pastores caminan juntos bajo la gran cruz que calienta, como los rayos del sol.
La experiencia de Sarah recuerda la de la presidenta saliente. María Lía Zervino, que pertenece al Ordo virginum y es miembro del Dicasterio para los Obispos, recuerda que su primera misión fue en una parroquia muy pobre, a 400 km de Buenos Aires, donde “desarrollé lo que se llamaría un diaconado femenino, pero sin título”.
Desde Madame de Velard, francesa que en 1910 tuvo la idea de unir las ligas de mujeres católicas de todo el mundo; pasando por Florentine Steenberghe-Engeringh, holandesa quien lo dirigió durante tres décadas en 1920, dándole protagonismo internacional; o hasta Pilar Bellosillo, española elegida como observadora en el Concilio Vaticano II, la UMOFC, que en 2006 fue reconocida por la Santa Sede como Asociación Pública Internacional de Fieles, siempre se ha propuesto “colaborar con las mujeres para que puedan ser protagonistas de la evangelización y del desarrollo humano integral”, dice Zervino.
Su mayor riqueza es que las organizaciones son de lo más variadas: “Laicas y religiosas, consagradas y mujeres que trabajan en el ámbito social y cultural. Desde la adoración nocturna hasta los pozos de agua en el desierto, desde los organismos internacionales, hasta el Consejo de Europa, pasando por el trabajo con mujeres indígenas de la Amazonía y Australia. Trabajamos en red con organizaciones laicas, ecuménicas y de otras religiones. Es verdaderamente una riqueza cultural y un enriquecimiento para la Iglesia”.
Además de ser mujeres, hay un hilo conductor que teje el trabajo de todas y es que “como organización internacional participamos del Movimiento y de la plataforma Laudato si’ y estamos comprometidas con la ecología integral. Siempre hemos cuidado el hogar común, y ahora que el Papa nos dice que el planeta es nuestra casa común, hemos multiplicado nuestros proyectos”.
*Reportaje original publicada en el número de junio de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva