El Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y del Dicasterio para la Cultura y la Educación publican una nueva carta conjunta
Con una nueva carta el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y del Dicasterio para la Cultura y la Educación afrontan la situación que viven las escuelas católicas en el mundo. Este nuevo escrito, el segundo en este mes, aborda una serie de “graves dificultades” que afrontan los más de 240.000 centros de la Iglesia. Unas escuelas que “algunas de ellas existen en todo el mundo, mientras que otras se dejan sentir con mayor intensidad en determinados contextos locales”.
Entre las denuncias de la carta está el hecho que algunos países, se dice, no reconocen el “concierto económico” de las escuelas que no son estatales al tiempo que lamenta que en la sociedad occidental “la fe en Dios permanece fuertemente marginada de la vida pública”, lo que lleva al cierre de escuelas católicas. Y es que, especifican, “la reciente pandemia sigue teniendo sus efectos, al igual que la crisis económica mundial, el descenso de la natalidad, la grave pobreza y las injustas disparidades en el acceso a los alimentos, el agua, la atención sanitaria, la educación, la información, la cultura e Internet. Al menos, en algunos países, el sistema legislativo no reconoce el concierto económico en la financiación de las escuelas no estatales”.
Más allá de esta cuestión, se apunta que existen “circunstancias, oportunidades e interrogantes nuevos e inéditos” que “dificultan a veces” la capacidad de expresar la “identidad cristiana católica de una manera abierta al diálogo, pero firmemente comprometida, sólidamente arraigada y en buenas relaciones con todos” según recoge Europa Press. Otro de los restos es el “descenso significativo de las vocaciones” de las congregaciones educativas y la secularización con la que “al menos en el mundo occidental, la fe en Dios suele estar fuertemente excluida de la vida pública y, más en general, de la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo”. Esto, advierten, “tiene consecuencias prácticas complejas, que llevan en algunos casos al cierre o a la venta de escuelas y a una pérdida de ‘personalidad’ en la oferta educativa”.
Para el Vaticano, “cuando se cierra una escuela de una Diócesis o de una Congregación religiosa, se pierde la personalidad de la oferta educativa; algo de la historia de esa Iglesia local única, o del carisma distintivo de esa congregación religiosa desaparece del entorno educativo. Cuando asistimos al doloroso cierre de un colegio, asistimos a la desaparición de un lugar que simboliza y conserva una chispa de esperanza”, lamentan.