Ante los próximos comicios del 23 de julio, para los que empieza ya la cuenta atrás, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, ha recordado que los ciudadanos “estamos llamados a participar” y, sobre todo, que “no es legítimo mirar hacia otro lado”.
Asimismo, ha reclamado a los políticos “que nos traten como personas adultas, que no persigan comprar nuestro voto con promesas cada vez más altas y que tampoco nos consideren personas inmaduras que no son capaces de afrontar sus deberes. Que no nos oculten los problemas de nuestra propia vida social, económica, política… porque ante ellos, todos estamos llamados a responder”.
En este sentido, ha señalado algunos de esos problemas que “merecen una especial atención”, como es el caso de “todo lo que se refiere a nuestra situación demográfica, a este drama que los sociólogos denominan invierno demográfico”, o la “situación del Estado del Bienestar”. “Para que nuestro Estado del Bienestar se transforme en una verdadera sociedad de los cuidados o del ‘mejor ser y estar’, como a algunos les gusta decir, es imprescindible que las propuestas de las administraciones públicas y las de la iniciativa social converjan”, asevera.
Señales de alarma
En tercer lugar, Argüello apunta su preocupación por “salud democrática”, señalando dos “aspectos fundamentales” dentro de la misma. “En primer lugar, la situación del poder judicial”, y, por otro lado, “la articulación entre las diversas administraciones públicas”.
“Hay también que tener en cuenta lo que podríamos llamar puntos de alarma de nuestra vida social, en los que está seguramente concentrado el sufrimiento de muchos”, continúa Argüello. “Un punto de alarma, una cuestión que hemos de acometer, es toda la realidad de la acogida a los inmigrantes en un mundo globalizado”, indica, así como las señales de alarma que suponen “las diversas violencias”. “Las diversas formas de muerte, que van desde la muerte provocada por uno mismo en los suicidios, las muertes por accidentes laborales, o las muertes por otro tipo de violencia, que se dan y resuenan de manera singularmente dramática cuando acontecen entre personas que han mantenido vínculos afectivos”, explica.
“Otro aspecto determinante para nuestra propia salud democrática, para nuestra propia salud social, es todo lo relacionado con la salud mental de la población, con los problemas de soledad, con la situación de las personas mayores”, añade. “Termino haciendo una reflexión a vosotros, conciudadanos: no podemos esperarlo todo de la política. Hay vida, vida social, vida cultural, vida relacional más allá de la dimensión política que tienen muchas de nuestras acciones y actividades”, concluye el arzobispo, instando a los políticos a no querer “solucionar todos los problemas de la existencia”. “Caigan en la cuenta de que muchos de ellos han de abordarse desde categorías diferentes al corto, al medio o al largo plazo, como las que tienen que ver con el sentido de la vida o con la dimensión religiosa de la existencia, y que toda formación política, toda administración pública, debe de respetar y reconocer”.