Desde el pasado martes 27 de junio, Francia entera arde en una oleada de protestas muy superior a la que se dio en 2005, cuando hubo graves disturbios durante varios días en distintos puntos urbanos de extrarradio marcados por la falta de oportunidades para los más jóvenes. Ahora, la mecha ha prendido tras la muerte violenta de Nahel M., un joven de 17 años de origen magrebí que, mientras circulaba con un coche alquilado por el municipio parisino de Nanterre, fue disparado mortalmente por un policía al tratar de escapar de un control al no tener carnet de conducir.
Desde entonces, las masivas manifestaciones en París se han extendido a otras localidades, como Marsella y Lyon, y han derivado en actos generalizados de pillaje y vandalismo, con numerosos edificios quemados y tiendas saqueadas. Pese a la movilización de hasta 45.000 policías en todo el país, el Gobierno de Macron sigue sin poder controlar la situación. Y eso que, solo en unas horas, se ha detenido a más de 700 personas.
Los hechos más graves se han producido esta pasada noche, cuando un bombero de 24 años ha fallecido en el barrio parisino de Saint-Denis al tratar de apagar un incendio provocado. También fue atacada la casa de un alcalde en un distrito del sur de la capital cuando se dirigió un coche ardiendo contra la entrada, estando a punto de quemarse el domicilio y fracturándose su mujer una tibia al huir con sus hijos.
Frente a esta complicada situación, han alzado su voz los líderes de las principales confesiones del país, firmando un comunicado conjunto Chems-eddine Hafiz, rector de la Gran Mezquita de París; Haïm Korsia, gran rabino de Francia; Mohammed Moussaoui, presidente del Consejo Francés de Fe Musulmana (CFCM); Éric de Moulins-Beaufort, presidente de la Conferencia Episcopal; Demetrios Ploumios, presidente de la Asamblea de Obispos Ortodoxos; Christian Krieger, presidente de la Federación Protestante y Antony Boussemart, presidente de la Unión Budista.
En su mensaje, los líderes religiosos de la nación gala reiteran que, “comprometidos desde hace mucho tiempo con la armonía y la fraternidad, en estos tiempos difíciles para nuestros barrios y nuestro país, queremos hacer un llamado al diálogo y la paz”.
Así, en primer lugar, destacan que “compartimos el dolor de la familia de Nahel y oramos por ella, en especial por su madre. Escuchamos el sufrimiento y la ira que se expresa”. Pero, igualmente, remarcan que “también afirmamos con una sola voz que la violencia nunca es un buen camino. Lamentamos fuertemente la destrucción de escuelas, comercios, ayuntamientos, medios de transporte… Los primeros en sufrir las consecuencias de esto son precisamente los habitantes, familias y niños de estos barrios”.
En plena crisis social, “hacemos un llamado a salvaguardar y consolidar el necesario vínculo de confianza entre la población y los policías, que tanto han dado durante las pruebas que ha atravesado nuestro país. Alentamos a nuestros gobernantes y representantes electos a trabajar juntos, con responsabilidad, para lograr la justicia y la paz”. Algo que también se encomienda de un modo especial a “todos los creyentes”, a los que se pide, “hoy más que nunca”, que sean “servidores de la paz y del bien común”.
Además de este mensaje conjunto, la Conferencia Episcopal Francesa ha hecho pública una oración que se leyó, ayer domingo, en todas las misas del país. Una plegaria que se inicia así: “Te rogamos, Señor, por el regreso de la calma y la paz en nuestro país. Te encomendamos a Nahel y oramos por sus seres queridos. Que el Espíritu de luz y paz los sostenga. Te encomendamos a los heridos de estas noches de violencia, aquellos y también aquellos cuyos lugares de vida o de trabajo han sido destruidos o dañados”.
Una sentida oración que se cierra de este modo: “Te rogamos, Señor, por aquellos que se dedican a la aplicación de la ley y los servicios estatales, que actúan bajo gran presión y que, a veces, son atacados. Inspíranos, para que con los creyentes de otras denominaciones cristianas y de otras religiones, así como con todos nuestros conciudadanos, sepamos ser artesanos del diálogo y de la paz. Que, incluso más allá de las explosiones actuales, nuestra sociedad pueda identificar claramente las fuentes de violencia y encontrar los medios para superarla”.