Juan de Pareja como paradigma de la esclavitud. Incluso, del retrato y del Barroco español. Así lo ven en Estados Unidos, y así lo reivindica el Metropolitan Museum de Nueva York (Met). El pintor y siervo de Diego Velázquez –si acaso, el damnificado en este proceso de exaltación de Pareja, definido simplemente como “su esclavo”– emerge como el gran eje de una exposición que mira mucho más allá: sobre la Sevilla multirracial del Siglo de Oro, sobre la iconografía de la negritud en la pintura religiosa y también en el santoral –con las esculturas de san Benito de Palermo–, o, en particular, sobre Harlem Arturo Schomburg, el coleccionista puertorriqueño que, a principios del siglo XX, persiguió el rastro de la esclavitud en el siglo XVII español.
A Pareja (Antequera, hacia 1608-Madrid, 1670) le define el Met como “pintor afroamericano esclavizado en el taller de Velázquez durante más de dos décadas”, una descripción que se enfrenta a una desubicación del artista, famoso paradójicamente por el retrato que le pintó Velázquez durante su segundo viaje a Roma y que expuso por primera vez en 1650 en el pórtico del Panteón de Roma, ya iglesia de Santa Maria della Rotonda y en el que muchos –como el crítico Victor I. Stoichita– han querido ver una antítesis del también célebre retrato del papa Inocencio X.
Velázquez pintó a su sirviente para “soltar la mano”, o así se justificó, antes de enfrentarse al retrato del Pontífice. A juicio de Stoichita, Velázquez dotó a Pareja –a quien envió personalmente con el cuadro hasta el Panteón para que modelo y retrato exhibieran su similitud, según narró Antonio Palomino a principios del siglo XVIII– de una mirada, una actitud, un orgullo, idénticos a las del Santo Padre. Que en cierta manera puede leerse como una evidencia que en el arte lo más humilde y lo más sagrado se unen. Y Roma era el escenario ideal.
La exposición de Nueva York parte de este retrato que Velázquez hizo de su sirviente, en el Met desde 1971, convertido por Schomburg en el símbolo de que, como escribió hace un siglo, “el negro desentierra su pasado”. A través de Juan de Pareja, según el coleccionista norteamericano, “la Historia debe restaurar lo que la esclavitud se llevó”. Y eso es lo que se propone el museo de Manhattan: retomar el testigo de Schomburg, quien en 1927 visitó Sevilla y creó la leyenda.
“Encontrar a Juan de Pareja para Schomburg es una hazaña tremenda porque encuentra a un antiguo esclavo que se ha convertido en este pintor consumado y es capaz de utilizar esa historia para entender la diáspora y su propio papel como intelectual negro en el momento contemporáneo”, explica Michelle Murray, profesora asociada de Estudios Españoles y Europeos en la Universidad de Vanderbilt, en Nashville, Tennessee.