El que fuera prefecto de la Congregación (ahora Dicasterio) para la Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Gerhard Müller, se mantiene crítico con algunas opiniones del arzobispo Víctor Fernández, en particular a partir de Amoris Laetitia. En una entrevista a LifeSiteNews Müller ratifica que el Papa es el responsable de nombrar al prefecto ante lo que “también debe responder de ello en conciencia ante Cristo, Señor y Cabeza de su Iglesia”, loa que “no excluye la preocupación de muchos obispos, sacerdotes y fieles de todo el mundo. Tienen derecho a expresar libremente sus preocupaciones”.
En este sentido comenta que él criticó que Amoris Laetitia ofreciera la posibilidad de que las diócesis tomaran decisiones correspondientes al Papa. “La Iglesia del Dios Trino tampoco necesita una nueva fundación o modernización, como si se hubiera convertido en una casa ruinosa y como si hombres débiles pudieran superar al divino maestro constructor. Ella ya está históricamente establecida en Cristo de una vez para siempre y perfectamente concebida en su doctrina, constitución y liturgia en el plan de salvación de Dios”, reclama el cardenal.
Una obediencia limitada
Para Müller “la tarea del dicasterio, al servicio del magisterio pontificio, es mostrar cómo se fundamenta bíblicamente la doctrina de la fe, cómo se ha desarrollado en la historia del dogma y cómo su contenido es expresado de modo autorizado por el magisterio. La obediencia religiosa debida por todos los católicos al episcopado universal, y especialmente al Papa, se refiere sólo a las verdades sobrenaturales de la doctrina de la fe y de la moral (incluidas las verdades naturales en ontología, epistemología y ética, que son los presupuestos de la cognoscibilidad de la Palabra de Dios en nuestras mentes humanas)”, insiste. Por ello, recalca que “el Papa y los obispos no pueden exigir obediencia por sus opiniones privadas, y ciertamente no por enseñanzas y acciones que contradigan la revelación y la ley moral natural”.
“De ninguna manera podemos justificarnos con referencia a nuestra fragilidad, para persistir en el pecado, es decir, en fatal contradicción con la voluntad santa y santificadora de Dios”, reclama el cardenal al ser preguntado sobre las “relaciones sexuales entre parejas que cohabitan”. Ahora bien, precisa, “otra cosa bien distinta es el trato pastoralmente sensible a las muchas personas cuyos matrimonios y familias se han visto dañados o rotos por culpa propia o ajena. Sin embargo, la Iglesia no tiene autoridad para relativizar las verdades reveladas sobre la unidad del matrimonio (monogamia), su indisolubilidad y su fecundidad (aceptación de los hijos como don de Dios). Una buena pastoral se basa en una buena dogmática, porque sólo un buen árbol con raíces sanas produce también buenos frutos”.
Müller se lamenta de que “en América Latina, la Iglesia ha perdido la mitad de sus miembros. En la Alemania sinodal, más de 500.000 católicos han renunciado públicamente a su comunión con la Iglesia sólo en 2022. En todas partes, los seminarios están vacíos, los monasterios están cerrando, y el proceso de descristianización de las Américas y Europa es impulsado de manera sofisticada y violenta por las “élites” anticlericales”. Para él, “sólo un necio puede hablar de una primavera en la Iglesia y de un nuevo Pentecostés. Las alabanzas de los grandes medios de comunicación a los reformadores progresistas no se han reflejado todavía en un giro de la gente hacia la fe en Jesucristo. Porque sólo en el Hijo del Dios vivo pueden depositar su esperanza de vivir y morir”, insiste.