Está en plena mudanza. En apenas un mes se despedirá de La Plata, la arquidiócesis que ha pastoreado en los últimos cinco años. Su destino ahora es Roma. Una década después de que Jorge Mario Bergoglio fuera elegido Papa, es el primer argentino al que confía estar al frente de un ‘ministerio’ vaticano. Desde el pasado sábado 1 de junio, Víctor Manuel Fernández, conocido como ‘Tucho’, es el nuevo prefecto para la Doctrina de la Fe.
Con una más que reconocida trayectoria como teólogo al frente de Universidad Católica Argentina, ahora afronta el desafío de abrir nuevas vías de pensamiento e investigación en la Antigua Inquisición. Un encargo directo que pasa, en palabras de Francisco, por “presentar de modo convincente un Dios que ama, que perdona, que salva, que libera, que promueve a las personas y las convoca al servicio fraterno”.
PREGUNTA.- Cuando el Papa le anunció que sería el nuevo prefecto para el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. ¿No le entraron ganas de salir corriendo? A quienes les guste el poder, su puesto es un regalo. Pero para quien conozca la realidad eclesial, más bien podría pensar que es una losa…
RESPUESTA.- Así es, yo tenía el secreto proyecto de retirarme a los 65 años para volver a la docencia teológica y para dedicarme de nuevo a escribir y predicar retiros espirituales. Además, después de cinco años, me había enamorado de mi Arquidiócesis de La Plata, estaba cómodo y hasta había logrado que la casa donde vivo fuera de mi agrado. Hace dos meses había abierto una ventana para tener una mejor vista de la ciudad. Me costó aceptar y asumir desde el corazón esta nueva tarea.
P.- ¿Qué le diría el Victor Manuel Fernández de hoy a aquel joven que empezaba a estudiar teología, que comenzaba a cuestionarse cosas y que nunca se imaginó que acabaría al frente de Doctrina de la Fe?
R.- Cuando yo escuchaba la palabra “Congregación para la Doctrina de la Fe”, inmediatamente aparecía una nube negra en mi cabeza. Si me hubieran hablado del Consejo para la Cultura era otra cosa. Especialmente me molestaba que se prestara mucha atención a ciertos problemas doctrinales y menos a otros. Por ejemplo, a quienes, sin ser lefebvristas, se distanciaban del Concilio Vaticano II, no se les cuestionaba demasiado. También había diferencias en el modo de tratar a los teólogos europeos y a los latinoamericanos, por ejemplo. No sé si mis impresiones eran justas, pero eso es lo que sentía.
P.- A lo largo de estos años, desde algunos sectores de la Iglesia le han tachado de ‘hereje’. ¿Qué pensarán ahora de la decisión del Papa de poner a un ‘hereje’ al frente de la ‘Santa Inquisición’?
R.- Sí, Yo soy doctor en Teología, tuve la aprobación romana para ser decano de una Facultad de Teología, y mis hermanos obispos me votaron presidente para la comisión doctrinal de mi Episcopado. Se supone que sé distinguir lo que es herético y no me voy a exponer a decir algo que cruce esa línea.
P.- Ahora el jefe es usted… ¿Preparado para ser el centro de las críticas de unos y otros? Seguro que intuye que a unos les defraudará por no reformar tanto como se espera de usted y otros ya le han condenado…
R.- Seguramente, porque mi función no debería entenderse como la revancha de los progres. Probablemente podré tener una mirada más amplia que otros pero eso no significa avanzar imprudentemente o desbocadamente en cosas que necesitan estudio, tiempo e incluso consensos.
El encargo del Papa
P.- No es habitual que el Papa haga pública una carta dirigida a un nuevo cargo vaticano que ha designado. ¿Qué es lo que le ha impactado más de los encargos que le hace en el escrito?
R.- Yo creo que el Papa pensó muy bien esa carta, cada palabra. Acabo de enviar una carta al Dicasterio haciendo notar que la carta usa expresiones claves que nos orientan en su interpretación y aplicación. Por ejemplo: “finalidad principal”, “la Iglesia necesita crecer en…”, “más eficazmente que”, “criterio fundamental”, “lo esencial”, “mayor peligro”, “acojan el Magisterio reciente”. Está claro que es un texto programático y ahora la tarea del Dicasterio será analizar cuáles son los cauces para aplicarla.
P.- Si uno se toma en serio todas las peticiones que le hace el Santo Padre para su nuevo puesto, serían necesarios unos cuantos lustros. ¿Por dónde va a empezar? ¿Qué ve más urgente?
R.- Lo primero será conversar largamente con la sección doctrinal para ver cómo acoger de manera más clara y visible el magisterio reciente, porque puede ocurrir que se den respuestas basadas en criterios legítimos pero incompletos, sin incorporar criterios que nos ha ido dando Francisco.
P.- Todas esas propuestas de cambio que se intuyen en la carta, ¿implicarán un cambio en el Catecismo o para eso hace falta otro pontificado?
R.- Eso llevará más tiempo. No obstante, no hace falta que algo esté ya en el Catecismo para que sea oficial. Basta que esté publicado en las Acta Apostolicae Sedis.
P.- En medio del ambiente de polarización e ideologización existente en la Iglesia y que se hace patente en el ámbito teológico, ¿cómo lograr esa ‘armonía’ que le pide el Papa en la carta sin quedarse anclado en el pasado y pegar acelerones en una renovación necesaria para dialogar con el mundo?
R.- Es un arte que hay que aprender.
P.- Una y otra vez se ha empeñado en explicar por escrito, en conferencias y en entrevistas qué es la teología del pueblo, que sustenta el pensamiento del Papa Francisco, y qué no es. ¿Cree que logrará hacer entender a sus principales detractores que no es una teología marxista de la liberación?
R.- Te diría dos cosas. Por una parte me parece que se ha crecido mucho al respecto. Hoy esa sensibilidad ante el dolor de los pobres y esa atención a la cultura propia de los postergados se entiende mejor que en otras décadas. Hasta los políticos de extrema derecha hablan de los pobres, aunque difieran en los métodos propuestos para superar la pobreza. Pero por otra parte en los últimos años ha vuelto a crecer la polarización en la sociedad y todo lo que tenga que ver con ese mensaje se considera “populista”. La acusación más generalizada es esa en lugar de “comunista”.
P.- En la carta que le ha escrito el Papa, menciona de pasadas la lucha contra los abusos sexuales, que también queda circunscrita a su Dicasterio. A la luz de lo que conoce, ¿cree que la Iglesia está haciendo todo lo que está en su mano o todavía queda un largo trecho para dar por zanjada esta lacra?
R.- En mi conversación con el Papa y en su carta queda claro que yo, que por otra parte no soy especialista, no me dedicaré a este asunto tan delicado. Pero debo decir que esa sección disciplinar del Dicasterio tiene personas muy profesionales. Además, hay que reconocer que en los últimos años se ha crecido mucho. Cuando yo, hace cinco años, empecé como Arzobispo de La Plata, nuestros procedimientos todavía no eran tan claros, uno tenía que ir viendo qué era lo más adecuado y siempre con muchas dudas. Ahora hay procedimientos y protocolos mucho más precisos, tanto desde la Santa Sede como en las Conferencias Episcopales de distintos países. Un obispo puede tener la confianza de que, siguiendo esos protocolos y consultando con esa sección disciplinar del Dicasterio, está bien encaminado. Por supuesto que tendremos que seguir aprendiendo y creciendo, pero Francisco ha hecho mucho.