Aunque el mes de julio es el de las vacaciones pontificias, el papa Francisco no ha faltado a su cita dominical en la plaza De San Pedro para la oración mariana del ángelus. El pontífice pidió la paz para Tierra Santa tras los ataques sangrientos vividos en la región. En este sentido ha invitado al diálogo y la reconciliación entre israelíes y palestinos. Con motivo del Día del Mar también ha mostrado su cercanía al colectivo agradeciendo especialmente a quienes en el Mediterráneo se comprometen ayudando a los náufragos.
Comentando el evangelio del domingo 14° del Tiempo Ordinario en el que Jesús da gracias por los sencillos de corazón (Mt 9, 14-17), Francisco quiso detenerse “en las cosas por las que Jesús alaba al Padre y en los pequeños que saben acogerlas”. Unas “cosas” que son los signos por los que “Dios se revela liberando y sanando al hombre con un amor gratuito que salva”. “Jesús alaba al Padre, porque su grandeza consiste en el amor y no actúa nunca fuera del amor”, añadió.
Ahora bien, alertó el Papa, “esta grandeza en el amor no es comprendida por quien presume de ser grande y se fabrica un dios a su propia imagen: potente, inflexible, vengativo. En otras palabras, no consigue acoger a Dios como Padre quien es orgulloso y está lleno de sí mismo, preocupado solo por sus propios intereses, convencido de que no necesita a nadie”, comentó el pontífice. En este sentido el relato bíblico identifica a los habitantes indiferentes de unas poblaciones para los que “los milagros han sido tan solo eventos espectaculares, útiles para ser noticia y alimentar las charlas; una vez agotado este interés pasajero, los han dejado de lado, quizá́ para ocuparse de otra novedad del momento. No han sabido acoger las grandes cosas de Dios”, reiteró.
Por otra parte, Jesús alaba a Dios “por los sencillos, los que tienen el corazón libre de la presunción y del amor propio”. “Los pequeños son aquellos que, como los niños, se sienten necesitados y no autosuficientes, están abiertos a Dios y dejan que sus obras los asombren. ¡Ellos saben leer sus signos y maravillarse por los milagros de su amor!”, reivindicó Bergoglio.
Por eso, el Papa invitó a fijarse que “nuestra vida, si lo pensamos, está llena de milagros: llena de gestos de amor, signos de la bondad de Dios. Sin embargo, ante ellos, también nuestro corazón puede acostumbrarse y permanecer indiferente, o curioso pero incapaz de asombrarse, de dejarse ‘impresionar’”, advirtió. Así, invitó a “fotografiar en la mente las obrasde Dios, para que se impriman en el corazón, a fin de revelarlas en la vida mediante muchos gestos de bien, de modo que la ‘fotografía’ de Dios-amor se haga cada vez más luminosa en nosotros y a través de nosotros”.