Hoy a mediodía la Santa Sede daba a conocer la designación de Joseph Shen Bin como nuevo obispo de Shanghai. De esta manera, el Papa cede ante las autoridades chinas que designaron de forma unilateral a Shen Bin el pasado mes de abril, ignorando el acuerdo que el Vaticano y el régimen de Xi Jinping firmaron en septiembre de 2018, que se ha renovado ya en dos ocasiones y que exigía que todo nombramiento episcopal debía ser consensuado. Sin embargo, el Ejecutivo chino se saltó a la torera esta claúsula, primero nombrando a John Peng Weizhao como obispo de Yujiang, al sureste del país, y posteriormente a Shen Bin.
La decisión que ahora toma el pontífice es de tal complejidad, con los flecos que conlleva que, a la vez que el Bollettino lo publicaba oficialmente, los medios vaticanos daban a conocer una entrevista con el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, en la que explica que “el Santo Padre Francisco ha decidido poner remedio a la irregularidad canónica creada en Shanghái, en vista del mayor bien de la diócesis y del fructífero ejercicio del ministerio pastoral del obispo”.
“La intención del Santo Padre es fundamentalmente pastoral y permitirá al arzobispo Shen Bin trabajar con mayor serenidad para promover la evangelización y fomentar la comunión eclesial”, admite el ‘premier’ vaticano que, sin embargo, no duda en criticar la actitud del Gobierno chino.
Es más, acusa al régimen comunista de actuar con un “modus procedurandi” que “no parece tener en cuenta el espíritu de diálogo y colaboración establecido entre el Vaticano y las partes chinas a lo largo de los años y que ha encontrado un punto de referencia en el Acuerdo”.
Con esta reflexión por delante, el ‘número 2’ del Vaticano confía en que se busque a partir de ahora “una solución justa y sabia a algunos otros asuntos que están pendientes desde hace algún tiempo”. Es más, lanzando un dardo a China, les insta a reaccionar ante la situación en la que se encuentran dos obispos, Taddeo Ma Daqin, todavía impedido, y SE Mons. Giuseppe Xing Wenzhi, retirado.
En el marco de la entrevista, Parolin recuerda además que el acuerdo entre el Vaticano y China “gira en torno al principio fundamental de la consensualidad de las decisiones relativas a los obispos”. “Si surgen situaciones que parecen nuevas e imprevistas, será cuestión de intentar resolverlas de buena fe y con previsión, mejor releyendo lo escrito e inspirándonos en los principios que guiaron su redacción”, deja caer el purpurado en otro recado para el Ejecutivo del gigante asiático.
Así, llaman a la contraparte a participar “en un diálogo abierto y en una confrontación respetuosa”. “es importante, diría incluso indispensable, que todos los nombramientos episcopales en China, incluidos los traslados, se hagan por consenso, según lo acordado, y manteniendo vivo el espíritu de diálogo entre las Partes”, remarca el secretario de Estado que llama a “prevenir juntos las situaciones de desarmonía que crean desacuerdos y malentendidos incluso dentro de las comunidades católicas”.
Más allá de la polémica sobre la designación unilateral de obispos, Parolin presenta tres desafíos que la Santa Sede necesita poner sobre la mesa de diálogo con China: la Conferencia Episcopal, la comunicación de los obispos chinos con el Papa y la evangelización. “Es necesario que se reconozca cuanto antes una Conferencia Episcopal dotada de Estatutos adecuados a su naturaleza eclesial y misión pastoral”, detalla el ‘premier’ vaticano.
En otro dardo a las autoridades chinas, Parolin detalla que “hay que decir que demasiadas sospechas ralentizan y entorpecen la obra de evangelización: los católicos chinos, incluso los definidos como ‘clandestinos’, merecen confianza, porque quieren sinceramente ser ciudadanos leales y ser respetados en su conciencia y en su fe”. Es más, declara que “es necesario vencer la desconfianza hacia el catolicismo, que no es un religión sea considerada ajena -mucho menos contraria- a la cultura de ese gran pueblo”.
En un mensaje dirigido directamente a los católicos chinos que cuestionan las cesiones del Vaticano al régimen, Parolin reconoce ser “consciente de que los obstáculos en el camino socavan la confianza y restan energías positivas”. “Que haya problemas es inevitable, pero si este diálogo crece en la verdad y el respeto mutuo, será fecundo para la Iglesia y para la sociedad china”, defiende el secretario de Estado, que se muestra confiando en un horizonte en el que se dé “la plena reconciliación de la Iglesia china y su camino hacia una deseable normalidad”.