“¿Qué nos ha pasado? ¿Hemos perdido la memoria?”. Es el lamento que Francisco lanzó este mediodía en el transcurso del rezo del ángelus, que presidió desde el palacio apostólico Vaticano. Tras rezar a la Virgen, el Papa recordó cómo en estos días se cumplen 80 años del bombardeo sobre Roma durante la Segunda Guerra Mundial y cómo Pío XII quiso visitar a las familias afectadas, lamentó el pontífice ante el escenario bélico global en el que nos encontramos. A partir de ahí, Francisco imploró a Dios para que “libere a la familia humana del flagelo de la guerra” y volvió a poner en primer plano al pueblo ucraniano “que sufre tanto”.
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Centrado en el Evangelio del día, que la parábola del sembrador, Francisco quiso aterrizar en lo concreto cómo las familias, los jóvenes, los sacerdotes y religiosos deben anunciar el Evangelio. “El Evangelio produce vida nueva en quien la recibe”, comentó, a la vez que expuso que, como seguidores de Jesús, “estamos llamados a sembrar sin cansarnos”.
A merced de las modas
Al referirse a los padres, compartió cómo “a veces los hijos no entienden o comprenden sus enseñanzas o la mentalidad del mundo va en contra”. “Aun así, la semilla permanece”, recordó el pontífice argentino, que invitó a las familias a “no dejar a sus hijos a merced de las modas y de los teléfonos móviles sin dedicarles tiempo y sin educarlos”.
Cuando se adentró en el papel evangelizador de los jóvenes, les propuso que deben incrementar sus tiempos de oración y, a la vez, “dedicar más tiempo a los demás, al que tiene necesidad”. “Las aparentes satisfacciones del hedonismo y el consumismo nos dejan con las manos vacías”, apuntó Francisco que también les animó a sembrar “en el estudio para construir un mundo mejor”.
En su reflexión en torno a los curas, los consagrados y los laicos, les animó a no desanimarse “aunque no vean frutos inmediatos”. “¡Adelante, con alegría!”, les alentó justo después. “¿Yo siembro bien? ¿Me preocupo solo de cosechar para mí o también para los demás?”, planteó a quienes le escuchaban en la Plaza de San Pedro a modo de examen de conciencia.