El ex jefe de Medios de Comunicación del obispado pidió a los católicos no dejarse perturbar por pensamientos que suponen que el Papa y los obispos están de brazos cruzados ante este caso
Manuel Antonio Obando Cortedano fue jefe de Medios de Comunicación de la diócesis de Matagalpa, Nicaragua, a cargo del obispo Rolando José Álvarez Lagos. Actualmente, Manuel vive en el exilio forzado en los Estados Unidos, mientras que su jefe se encuentra preso, purgando una condena de más de 26 años de prisión por delitos considerados como ‘traición a la patria’.
En entrevista para Vida Nueva, Manuel Antonio hace un llamado a los católicos de Nicaragua y del mundo, a no dejar de orar por la liberación del obispo Rolando Álvarez, y confiar en que el Señor y la Iglesia entera, comenzando por el Papa, no están de brazos cruzados.
“Muchas veces escuchamos críticas de que el Papa no hace nada, que los obispos no hacen nada y que a los sacerdotes pareciera que ya se les olvidó el tema. Pero no es así, no se les ha olvidado; piensan en la Iglesia que sufre en Nicaragua; la Iglesia y la Santa Sede están muy presentes con los nicaragüenses”.
Por ello, hizo un llamado urgente a seguir en oración y a “no dejarse perturbar por esos pensamientos, y saber que la Iglesia, como Cristo, va trabajando, elaborando en silencio; el Señor va trabajando en silencio, va haciendo la obra, y cuando menos lo esperamos, el Señor responde”.
Y añadió: “La Iglesia no siempre necesita estar publicando o diciendo lo que está haciendo, sino que en silencio va haciendo su labor, y bueno, sabemos que con la misericordia de Dios pronto nos va a conceder lo que tanto le pedimos”.
PREGUNTA. – ¿Cómo fue el tiempo que trabajaste con el obispo Álvarez?, ¿podrías compartir algunas enseñanzas cotidianas que recibiste de él?
RESPUESTA. – Trabajé con él durante once años. Al inicio él me iba orientando. Él escuchaba mis programas porque yo hacía programas en Radio Hermanos de la diócesis de Matagalpa.
Yo hacía un noticiero de la diócesis; me decía: ‘hay que pronunciar mejor esta palabra’ o ‘hay que tratar de hacerlo más alegre para que la gente sienta alegría’; ‘no le digamos a la gente don o doña porque eso hace que la gente sienta una separación, hay que hablarles de vos para que se sienta más en confianza y el oyente tenga la cercanía a vos, a la radio y a la iglesia’.
En los últimos años que estuve trabajando con el obispo, después de la pandemia, durante los años 2019 a 2022, ya nos coordinábamos muy bien. Él me decía: ‘con vos ya trabajo de tal punto que muchas veces no hay necesidad que te diga, porque vos ya sabes cómo hacer y qué hacer’.
P.- ¿Cómo era el obispo con la gente?, ¿recuerdas algunos momentos importantes que viviste con él?
R.- El señor Rolando es un ser humano sencillo, una persona cercana, tiene mucha compasión, sobre todo con aquellos que sufren. Dedicó mucho tiempo a los campesinos, a aquellos que tenían diversos problemas, desde los sencillos, de propiedad, por ejemplo, como cuando a una persona se le pasaba una gallina a otro terreno, provocando problemas entre vecinos. El obispo, hasta en eso ayudaba a la gente y los aconsejaba; si él sabía que alguien tenía un problema, y unas dos semanas después lo miraba, le preguntaba: ‘¿cómo vas con el problema?, ¿te puedo ayudar?, ¿necesitas alguna colaboración?, ¿te podemos servir?’.
En cuanto a los momentos importantes que viví con él, son varios realmente; hubo algunos también difíciles para la gente; recuerdo el 15 de agosto del 2011; había un problema de cedulación en un municipio de la diócesis, en Rancho Grande; el obispo se fue a celebrar una misa, pero también a tratar de gestionar para que a las personas se les diera acceso a las cédulas, y la mayoría eran gente del campo.
En el ambiente había tensión por lo que él iba a hacer en el lugar; sin embargo, pues se dio, y gracias a Dios la gente logró obtener sus cédulas. Fue un momento impactante porque, bueno, ver cómo el pastor realmente va y sin importar si hay algún peligro, da la cara por la gente.
Otro momento fue en el año 2015, también en Rancho Grande, que se quería iniciar la minería, empezar a arrancar grandes reservas naturales, una de las que hay en Nicaragua que es de las principales, meter empresas mineras.
La gente le escribía al programa a monseñor, y le decían: ‘nos van a dañar nuestras reservas naturales, los bosques los van a talar, vamos a perder el agua de los riachuelos’; inmediatamente el obispo hizo una peregrinación por la paz junto con el pueblo de Rancho Grande; cerró filas contra de la minería, y a los tres días el gobierno estaba cancelando el permiso de la minería en Rancho Grande.
P.- Manuel, tú llegaste a Estados Unidos en el grupo de los 222 presos políticos exiliados por el gobierno de Nicaragua, ¿cómo ha sido tu vida desde ese momento?
R.- Mi situación actual es, gracias a Dios, estable, pues desde que llegamos el 9 de febrero a Estados Unidos, después de haber estado privados de libertad y encarcelados, llegamos sin nacionalidad y empezó todo un proceso, el requerimiento de los procesos legales, buscar los refugios o lo indicado en nuestro caso también.
Luego de cinco meses ya estoy en proceso, y Dios mediante pronto inicio a trabajar para generar ingresos, hay que continuar; hay que sobrevivir y lograr la manutención de mi familia: mi hijo, mi esposa. Dios ha sido providencial porque ha sido la misma Iglesia la que nos ha acogido, nos ha ayudado; nos ha adoptado en este tiempo.
Estos meses no he generado ningún tipo de ganancia económica, pero no me ha faltado tampoco ni la casa ni salud ni vestido ni sustento, y eso gracias a la providencia de Dios y gracias también a la Iglesia, que aquí en Estados Unidos ha sido muy solidaria con nosotros los nicaragüenses.
Yo le decía a Dios: ‘vos me permitiste vivir esto y vos vas a hacer la obra’, y yo eso sí, siempre pensé, el Señor pronto me saca de aquí, y así fue ya en su providencia. El Señor me permitió vivir su pasión con Él y también me permitió comprobar que Él nos acompaña, Él está vivo y Él nos concedió la gracia.