“Si queremos cultivar los campos de la vida, es importante buscar ante todo la obra de Dios”, ha dicho Francisco
Durante el rezo del ángelus de este domingo, Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos, el papa Francisco ha reflexionado acerca de la parábola del trigo y la cizaña, presente en el evangelio de hoy. “Jesús habla así de nuestro mundo, que es en efecto como un gran campo, donde Dios siembra el trigo y la mala cizaña, y por tanto el bien y el mal crecen juntos”, ha señalado el Papa.
“El bien y el mal crecen juntos. Lo vemos en las noticias, en la sociedad, y también en la familia y en la Iglesia. Y cuando, junto con el buen grano, vemos malas hierbas, tenemos ganas de arrancarlas inmediatamente, para hacer un ‘barrido limpio'”, ha continuado, “pero el Señor nos advierte hoy que es una tentación hacer esto: no se puede crear un mundo perfecto y no se puede hacer el bien destruyendo a toda prisa lo que está mal”.
Sin embargo, el Papa ha recordado que sí hay un campo que podemos limpiar: “el campo de nuestro corazón, el único en el que podemos intervenir directamente. Allí también hay trigo y cizaña, de hecho, es precisamente desde allí que ambos se expanden en el gran campo del mundo”. Por ello, ha animado a que “miremos dentro de nosotros mismos y examinemos un poco lo que está pasando, lo que está creciendo en mí, lo bueno y lo malo” a través del “examen de conciencia, que es ver lo que pasó hoy en mi vida, qué tocó mi corazón y qué decisiones tomé”.
Por otro lado, ha señalado que “además del campo del mundo y del campo del corazón hay un tercer campo, el campo del vecino. Son las personas con las que salimos todos los días y, a menudo, juzgamos. ¡Qué fácil nos resulta reconocer su cizaña, cómo nos gusta aplastar a los demás! ¡Y qué difícil es en cambio poder ver el buen grano que crece!”. Por ello, el Papa ha recordado que “si queremos cultivar los campos de la vida, es importante buscar ante todo la obra de Dios: aprender a ver en los demás, en el mundo y en nosotros mismos la belleza de lo que el Señor ha sembrado, el trigo besado por el sol con sus espigas doradas”.
Al terminar el rezo del ángelus, el Papa ha recordado que la celebración de la Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos se celebra cuando “muchos jóvenes se están preparando para la JMJ”, y ha deseado que “la cercanía entre las dos Jornadas sea una invitación a promover una alianza entre las generaciones, tan necesaria, porque el futuro se construye juntos, en el compartir de experiencias y el cuidado mutuo entre jóvenes y mayores. No nos olvidemos de ellos”.
Asimismo, el Papa ha señalado que “eventos climáticos extremos se están viviendo aquí y en muchos países”, por lo que ha querido “renovar mi llamado a los líderes de las naciones, a hacer algo más concreto para limitar las emisiones contaminantes: es un desafío urgente e impostergable, nos concierne a todos. ¡Protejamos nuestra casa común!”.
También ha “llamado la atención sobre el drama que continúa desarrollándose para los migrantes en la parte norte de África. Miles de ellos, en medio de un sufrimiento indescriptible, han quedado atrapados y abandonados en zonas desérticas durante semanas. Dirijo mi llamamiento, en particular a los Jefes de Estado y de Gobierno europeos y africanos, para que brinden ayuda y asistencia urgente a estos hermanos y hermanas, para que el Mediterráneo nunca más sea teatro de muerte e inhumanidad”.