En apenas una semana, otros 5.000 peregrinos más se han sumado a la delegación española en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Lisboa. En total, ya hay más de 80.000 jóvenes, convirtiéndose en el país con mayor presencia de todos los participantes. “Somos los vecinos de al lado y todavía son más los que vendrán sin que les espere el próximo fin de semana”, expuso esta tarde Raúl Tinajero, director del secretariado de esta Subcomisión Episcopal de Juventud, que augura que durante la clausura llegarán a ser más de 100.000 jóvenes.
Tinajero participó hoy en una rueda de prensa celebrada en Lisboa, en la que también intervinieron el presidente de los obispos españoles, el cardenal arzobispo de Barcelona Juan José Omella, así como el presidente de la Subcomisión Episcopal para la Juventud y la Infancia y obispo auxiliar de Valencia, Arturo Ros.
“Es un gozo ver que entre los jóvenes, de los que decimos que a menudo son pasotas, hoy vemos que están sedientos de vida y de una palabra que viene del Evangelio. Hace más ruido el árbol que cae que los brotes verdes que surgen. Estos datos son signo de esos brotes”, expuso el cardenal Omella, que planteó cómo “un misionero nunca se encoje ante la dificultad, sino que crece ante la esperanza y por eso este mundo secularizado es un mundo apasionante para un apóstol”.
“Venir a una JMJ no se hace por dinero, sino que se mueve algo en el interior. Cuando empieza un camino con curiosidad, nace la oportunidad de encontrarse con uno mismo y que resuene la Palabra de Dios”, añadió el purpurado. “Este número de españoles es signo de que estamos vivos, sin aferrarnos a datos, no para combatir sino para sembrar y para caminar”, completó Ros.
En relación con el perfil de los participantes en la JMJ, el cardenal arzobispo de Barcelona planteó que “son jóvenes de su tiempo, van vestidos y se expresan igual que los demás, pero tienen ese gusanillo de ser protagonistas de un futuro más humano y más justo”.
“Los proyectos pastorales de los jóvenes hoy en España los elaboran ellos, son ellos los protagonistas, nosotros los acompañamos, pero ellos asumen la responsabilidad”, enfatizó Arturo Ros, defendiendo que se trata de una pastoral sinodal, en la línea que pide el Papa Francisco. Por eso, el prelado defendió el trabajo que se hace “un largo proceso que va de JMJ en JMJ, con iniciativas como la Peregrinación Europea de Jóvenes del año pasado”.
“Ese proceso sinodal nos lleva a evangelizar, un compromiso con palabras, mostrando la maravilla del mensaje de Jesús, pero también con obras, estando al lado de los pobres”, completó Omella. A la par, reivindicó que “Europa necesita más que nunca escuchar la frescura del Evangelio y eso no podemos hacerlo los viejos, sino los jóvenes. Ellos son el presente y futuro de la Iglesia”.
Sobre los frutos de la JMJ, Ros subrayó que son “impactantes”, con la mirada puesta en los dos encuentros que se han celebrado en España: Santiago en 1989 y Madrid en 2011. “A veces esperamos frutos de un día para otro, pero lo importante es ir construyendo poco a poco y, en nuestro caso, es el trabajo en comunión de todos los grupos eclesiales”, explicitó Tinajero, que los animó a “salir a ser grandes evangelizadores cuando vuelvan a sus parroquias y a sus grupos de origen en España”.
Por su parte, el arzobispo de Barcelona planteó que “la Iglesia espera de los jóvenes que sean valientes en vivir la fe, en una sociedad transmitir a estas generaciones futuras esa firma que es la palabra de Dios, que no es vieja, que es nueva”. “Muchos buscan respuestas y las encuentran en el Evangelio y en la Iglesia. Por eso vienen a la JMJ y participan en esas espiritualidades tan diversas pero a la vez en unidad, desde la libertad que nos llama Jesús a la fraternidad”, rubricó el cardenal.
Preguntado por un acompañamiento a los jóvenes con mano dura o con mano izquierda, Omella, subrayó que hay que estar cerca de ellos “con finura y con elegancia”. Así, se remitió al lienzo ‘El regreso del Hijo Pródigo’ de Rembrandt, para subrayar que Dios “nos ayuda a usar las dos manos: la mano izquierda de ternura de la Madre que se posa sobre el hombro y la mano firme del Padre que dice ‘sigue adelante’. La ternura de la Madre y la firmeza del Padre es lo que necesita un pastor y lo que necesita un joven”.
A raíz de esta reflexión, echó mano de una anécdota que vivió con Francisco, cuando Omella tuvo una caída y tuvo que escayolarse un brazo: “Al caerme el Papa, me llamó y me dijo: ‘No se acostumbre a utiliza solo la mano izquierda, necesita la derecha. Yo hice una interpretación taurina que puede que no sea muy políticamente correcto: los toreros mueven la muleta con la izquierda, pero la puntilla la dan con la derecha’”.