A menos de una semana del inicio de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), la sede del Comité Organizador Local, en Lisboa, bulle de vida. Pasan unos minutos de las nueve de la mañana y ya hay voluntarios por todas partes: algunos cargan cajas por los pasillos del antiguo edificio militar, otros caminan dando indicaciones por teléfono a los que están al otro lado de la línea (¡y posiblemente del mundo!), muchos están frente al ordenador en las innumerables salas asignadas a los diferentes equipos, varios se juntan para ultimar detalles… Afuera, se escucha tarareando el himno de la Jornada: “Hay prisa en el aire…”. Y hay prisa, literalmente, porque la Jornada ya está aquí. Pero, más que prisas o ansiedades, lo que sienten estos voluntarios es “una inmensa alegría”, por poder contribuir a algo “que cambiará la vida de un millón de jóvenes”… a mejor.
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Así lo cree Audrey Abatol, 33 años, que el año pasado decidió dejar su trabajo en Cebú (Filipinas) para convertirse en voluntaria de larga duración en la JMJ de Lisboa 2023. Cuando se celebró la JMJ en Manila, la capital de su país, solo tenía cinco años, pero fue la Jornada con más participación de la historia (unos cuatro millones de jóvenes), y dejó “marcas profundas” en la sociedad y en ella misma, reconoce.
Admiradora de Juan Pablo II
A pesar de ser de una familia “católica practicante”, Audrey considera que fue una “católica pasiva” durante mucho tiempo. “La verdad es que, por todo lo que escuché sobre la JMJ de Manila, crecí con una gran admiración por Juan Pablo II y tenía muchas ganas de participar en una JMJ”, dice.
Después de ser voluntaria de corto plazo en la JMJ de Río de Janeiro, en 2013, se dio cuenta de lo que realmente había sucedido: “Dios me estaba invitando a descubrir más la fe”. Se inscribió nuevamente para la siguiente, Cracovia 2016, esta vez como peregrina. “Ahí fue cuando Dios cavó profundo y sentí que me llamaba a ser misionera”, recuerda emocionada. Seis meses después, se unió a la comunidad de Pure Heart Philippines, donde participó en misiones entre los jóvenes de su isla con el objetivo de “dar a conocer la teología del cuerpo” y lo que había aprendido de Juan Pablo II: “Cada uno de nosotros es una bendición, y tiene su dignidad y el derecho a ser amado”.
La llama de la misión
En 2021 aceptó trabajar en un colegio jesuita, como orientadora vocacional. Licenciada en Psicología, Audrey disfrutaba de este nuevo trabajo, “pero la llama de la misión seguía encendida y ardiendo cada vez más”. Cuando un amigo le dijo que sería voluntario en la JMJ de Lisboa, sintió que tenía que acompañarlo. Él terminó inscribiéndose como voluntario a corto plazo y llegó el fin de semana pasado, ella está en Lisboa desde noviembre.
No se arrepiente. “Muchas personas piensan que esto es una locura… Emplear 27 horas para cruzar el mundo y venir aquí. Pero en cada jornada, siempre he sentido que esta es mi familia. Dios realmente nos ama a cada uno de nosotros y somos parte de la misma gran Iglesia”, dice. Es este mismo sentimiento el que garantiza que tendrán los participantes de la JMJ Lisboa. Porque “esta experiencia te cambia la vida, te cambia para siempre, para mejor”.
El sueño de Francisco
Para que este cambio se produzca en la vida de los cientos de miles de jóvenes que se esperan en Lisboa la semana que viene, es para lo que Audrey ha estado trabajando. Como parte del equipo de Caminho 23, su misión era cumplir el “sueño del papa Francisco” de que todos los países estuvieran representados en la JMJ de Lisboa, siendo la encargada de contactar con las regiones de Asia y Oceanía.
“Logramos alcanzar nuestra meta”, asegura con una sonrisa ganadora. “Hay países que son tan pequeños o están pasando por tantas dificultades económicas y políticas que nuestra ayuda es realmente decisiva”, subraya. “Ahora, nos estamos preparando para acompañarlos en Lisboa, para lograr que regresen a sus países con la certeza de que realmente valió la pena”.
Desde Ghana
Trabajando en un equipo completamente diferente, el de los obispos, Juliet Amah también llegó en noviembre de 2022, procedente de Ghana, donde dejó su trabajo como administradora en el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM). (…)