Francisco, un Papa de portada en Lisboa

Los diarios portugueses, independientemente de su línea editorial, reconocen sus potentes mensajes en el país

Francisco, un Papa de portada en Lisboa

La presencia de Francisco en Lisboa es la noticia dominante en todos los medios de comunicación portugueses y se asoma también a la prensa y televisiones del mundo entero presentes aquí con sus corresponsales y enviados especiales (4.000 según los datos oficiales). Esa evidencia se compensa por la distinta impresión que se da a lo que dice y hace el Papa.



Prueba de ello son las portadas y contenidos de los dos diarios más importantes de este país. ‘Publico’, de tendencia definible como de centro izquierda, destaca en su primera página el encuentro del Papa con 13 víctimas de los abusos clericales a menores. El ‘Diario de noticias’, más conservador, reserva su primer titular a la crítica del Papa “a los políticos, a Europa y a la Iglesia”.

El primero daba con cierto relieve otra noticia relativa al caso de la pederastia clerical: el ayuntamiento lisboeta ha mandado retirar varias pancartas que anunciaban que son 4.800 los niños que han sufrido abusos ejecutados por clérigos lusos. Censura considerada por ‘Público’ como excesiva e injusta.

Portugal, feliz con el Papa

Otros comentarios han elogiado el discurso que Jorge Mario Bergoglio pronunció apenas llegado a Lisboa; ha sorprendido que haya citado a grandes nombres de la literatura lusitana como la epopeya ‘Os lusiadas’, de Camoens, o el poema ‘Mar sonoro’, de la poetisa S. de Mello, pero, sobre todo, que haya recogido religiosamente esta opinión del Premio Nobel de Literatura José Saramago, más bien inclinado a la izquierda política, en su libro ‘Todos los nombres’: “Lo que da verdadero sentido al encuentro es la búsqueda y es preciso andar mucho para encontrar lo que está cerca”.

Los portugueses se han sentido halagados, y así lo han reflejado algunos comentarios en la prensa y en la calle, al escuchar al Santo Padre destacando el “rasgo cosmopolita” de su país  y su “carácter multiétnico y multicultural”. Elogios que no pueden no satisfacer a una nación que hasta hace pocas décadas era cabeza de un imperio que se extendía al continente africano y asiático y hoy solo domina un territorio que no llega a los cien mil kilómetros cuadrados.

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