Última jornada de ‘Rise up’, el nuevo modelo de catequesis participativa que se ha estrenado en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa para los miles de peregrinos repartidos por la capital lusa y sus alrededores. Tal y como marcaban desde la organización del multitudinario encuentro ‘La misericordia’ era el eje central de las alocuciones de los prelados encargados de contagiar a los obispos el que es uno de los pilares del pontificado del Papa Francisco.
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“Confianza, oración y diálogo con un acompañante tanto para ver la luz en tus dudas de fe como en tu vocación”, expuso el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, durante su reflexión compartida a los jóvenes que le escuchaban en el patio de la Escuela de Negocios Bucana, en la localidad de Alcabideche. “Quien no confía en Dios y en el otro es un desgraciado, estas perdido. Confía y serás feliz”, expuso el arzobispo de Barcelona.
La llamada de Dios
El purpurado puso como referente de ecología integral, amistad social y reconciliación a Carlos de Foucauld. Con él como punto de partida, invitó a los jóvenes a ponerse a la escucha del Señor para responder a la vocación al amor de cada uno. “Dios te está llamando, Dios espera tu respuesta hoy y aquí. Apresúrate a abrirle las puertas”, les alentó.
Con el tono coloquial que es inherente al ser y hacer de Omella, el cardenal afrontó el turno de preguntas de los chavales. Interpelado sobre el papel de la mujer en la Iglesia, fue rotundo. “Jesús no es machista, restituyó la dignidad de la mujer”, defendió remitiéndose al encuentro del Hijo de Dios con la mujer adúltera y cómo la rescató de una muerte segura: “La metió dentro de la comunidad de seguidores”. A partir de ahí, el purpurado, reivindicó la necesidad de reconocer “la dignidad de la mujer” en los espacios eclesiales.
El límite del sacerdocio
Es más, subrayó que “el Gobierno de la Iglesia lo puede ejercer igual una mujer que un hombre, un laico que un ordenado”. Eso sí, marcó los límites del acceso al orden sacerdotal. “Un tema muy difícil de explicar y más así, en pocos minutos”, admitió el pontífice que se remitió a argumentos bíblicos y teológicos, deteniéndose en el pronunciamiento de Juan Pablo II, que sentencio que “ese asunto está cerrado y no se discute”.
A partir de ahí, también manifestó que “la igualdad no es la uniformidad, aunque nos lo quieren confundir” y que “el hombre no es igual a la mujer, pero en dignidad sí, somos complementarios”.