El equipaje de mano que el grupo de Vida Nueva llevaba al Vaticano limitaba los regalos para entregar al Papa en nombre de quienes aportan algo más que su firma a la publicación y, sobre todo, de los suscriptores. Al no poder facturar tanto agradecimiento, algunos de los lectores y colaboradores de la revista participaron en este encuentro a través de unos vídeos en los que relatan su realidad cotidiana, sus inquietudes, su vida de fe… De los pequeños a los mayores, de los que están dentro a los que se sienten fuera, de los laicos a las consagradas. El Pontífice nos regala algunas reflexiones a partir de estos testimonios que compartimos a continuación:
- PODCAST: Francisco, víctima del Espíritu Santo
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“Si la Iglesia se cierra, no es Iglesia”
La mayoría de los diálogos de Jesús en el Evangelio son con gente que no le seguía. Fariseos, saduceos, celotes y esenios… El Señor hablaba con ellos, pero no se enroló en ninguno de sus grupos. No eran enemigos, pero eran distantes, que es diferente. Es lo que hoy llamaríamos ‘los alejados’. Él hizo su propio camino dialogando con el que se le presentaba. También promueve la cultura del encuentro cuando el romano, que era la fuerza de ocupación, le va a pedir ayuda porque se está muriendo la hija. No niega la palabra ni la ayuda a nadie. Dialogar con todos es una cosa que Jesús nos enseñó. Más aún, cuando uno se cierra al diálogo, es señal de debilidad, refleja que no tiene fe como para creer en la fuerza del Evangelio. La fuerza del Evangelio es para todos. Es un principio que me mueve mucho y que es mi filosofía. Jesús dice: “Vayan a traerme a todos, sanos y enfermos, justos y pecadores”. A todos. Y acá adentro vienen todos. Si la Iglesia no tiene esto que Jesús le enseñó, no es Iglesia. Todos tienen que sentirse dentro, que ser acogidos dentro. No podemos claudicar de eso, porque el Señor nos lo enseñó.
Por eso, no me preocupa que algunos me echen en cara que recibo en la audiencia general de los miércoles a transexuales. Vienen de la mano de sor Geneviève Jeanningros, una monja francesa de las Hermanitas de Jesús de Carlos de Foucauld entregada a la pastoral circense. La primera vez que vinieron y me vieron, salieron llorando, diciendo que les había dado la mano, un beso… Como si hubiera hecho algo excepcional con ellas. ¡Pero si son hijas de Dios! Él te sigue queriendo así, como sos. Jesús nos enseña a no poner límites.
“¿Estamos dormidos los cristianos? La siesta siempre es una tentación…”
¿Estamos dormidos los cristianos? La siesta siempre es una tentación… A veces, los cristianos lo tenemos todo asegurado, no nos falta nada: tenemos paz en el alma, la absolución de los pecados, la eucaristía y, al final, la vida eterna. ¿Qué más quieres? Esa jubilación del cristiano es una de las tentaciones. Lo advertía aquel chiste sobre uno que veía a un cura gordo y le decía: “Comes bien, duermes bien… y, después, la vida eterna. ¡Vaya lindo programa de vida!”. Convertirse en un cristiano instalado es como los seguros de vida: lo tenemos todo ya y asegurado. Y, si me desbando, me absuelven. Es una tentación burguesa que puede atacar sobre todo a los cristianos más conscientes. El agua estancada es la primera que se pudre. Eso mismo vale para un cristiano estancado. No se puede vivir así.
“Ante el sufrimiento de los niños, solo encontramos consuelo en la fe”
La fe no nos quita todas las inseguridades. La fe es humana y se mueve dentro del modo de ser de la persona. Y las personas tenemos momentos de más seguridad, de menos seguridad, momentos de adicción, momentos de rechazo, momentos de intolerancia… En todos estos contextos, surgen los porqués. Y se los lanzamos al Señor: “¿Por qué?”. A mí siempre se me viene la pregunta de Dostoievski: “¿Por qué sufren los niños?”. Es una pregunta que él nos plantea bien sobre la crueldad con los niños, sobre el sufrimiento de los niños. Implícitamente, la desarrolla y trata de buscar una solución que a simple vista no la hay. ¿Por qué sufren los niños? Es una injusticia para mí y es una de las preguntas que no tienen respuesta. Sí, puedes intentar explicarlo un poco, pero no hay respuesta.
Eso sí, hay personas con una fe tan fuerte ante situaciones tan duras como esta que superan todo. La fe es un don y nosotros no la podemos adquirir en ningún sitio por nosotros mismos. Es un don recibido. Ante el sufrimiento de los niños, no encontramos respuesta si no es en la fe.
“La espiritualidad es para vivirla, no para espejarla”
Mirarse al ombligo es un peligro para todos, también para cualquier movimiento o congregación. Hay movimientos que nacen con intuiciones buenas de ayudar a la gente, pero se pierden. Sucede especialmente con instituciones eclesiales modernas del posconcilio que, en vez de llevarte hacia delante, te meten en órbita. Entonces, toda tu vida consiste en orbitar alrededor del carisma, del movimiento y terminas como el perro que se lame a sí mismo, para verse más lindo. También sucede en congregaciones clásicas que empiezan a revisar su carisma y se olvidan de que fueron creadas para una misión determinada. En algunas provincias jesuíticas ocurrió hace unas décadas, pero gracias al padre Arrupe se puso orden y se recondujo la situación.
El riesgo es espejar la espiritualidad, ponerse delante de su espejo para contemplar la realidad espejada, pero que no se vive. La espiritualidad es para vivirla, no para espejarla, este es un criterio de discernimiento personal y para cualquier realidad eclesial. A partir de ahí, es fácil que se cuele la ideología y se revistan de un aire restauracionista, con mucha mística aparente, pero también con mucha corrupción. Cuando alguien detecte alguna deriva de este tipo, no hay que tener miedo a hablar y compartirlo con el obispo del lugar y que mande una visita.
“La pastoral ideológica no sirve y hace daño a los jóvenes”
Hemos olvidado pronto las propuestas nacidas del Sínodo de los Jóvenes. Es el problema de los sínodos… Tienen un momento de ebullición y después se olvidan bastante. Eso le ha pasado también a algunos otros.
Hoy por hoy, tengo miedo a los grupos juveniles intelectuales, a esos que convocan a los jóvenes para reflexionar y luego los llenan de ideas raras. En este momento, los grupos vinculados de alguna manera a ideologías de derechas son quizá los más peligrosos. Los movimientos más escorados a la izquierda, dada la situación mundial, bajaron un poquito. En un caso y en otro, usan a los jóvenes para su ideología, y eso no sirve. En los grupos juveniles hay que dejar que los propios jóvenes se expresen.
En Buenos Aires hay una experiencia que sigue todavía y que fue muy importante. Son las noches de la caridad, es decir, salir a dar de comer a la gente de la calle. Lo hacen sobre todo las parroquias del centro. Leían un fragmento del Evangelio antes de salir y la gente empezó a tener una oración de unos cinco minutos. Los chicos se sumaron enseguida a la iniciativa. Entonces, un día me encontré con un cura que me dijo que este proyecto era perder el tiempo, porque después de rezar y de ayudar a los pobres, los chicos se marchaban y se acostaban entre ellos. Yo le dije que dejara de meterse en esas cuestiones. A los jóvenes hay que dejarlos que sigan con su vida. A mí no me interesa centrarme en lo que hacen después, me interesa lo que hacen ahora. Si hoy les educamos a comprometerse con los pobres, eso es una semilla para el futuro y que influirá en todo lo demás. Apostar por los jóvenes es un camino lento, porque ellos se van expresando y encontrándose lentamente. Cuando te viene delante la perspectiva moral sobre el camino que los jóvenes tienen que hacer, te equivocas. Si unes a un grupo de chicos que no tienen nada que ver con la Iglesia y los juntas para algo que les llama la atención y les gusta, consigues acercarles a Jesús y al Evangelio. Pero, si solamente les hablas de la castidad, ¡los espantas a todos! Es una pastoral ideológica de izquierdas o de derechas o de centro que no sirve, está ya enferma desde el principio y hace daño a los jóvenes. Con ellos tenemos que utilizar el lenguaje de las manos, porque los jóvenes necesitan hacer, y el lenguaje de las piernas, que es caminar. Un apostolado juvenil aséptico de laboratorio no funciona.
“Soy una piedra en el zapato para más de uno”
El problema político de América Latina es que hay veces que los países llegan al límite. El imperialismo es muy fuerte y América es víctima de imperios de todo tipo. Frente a ello, hay que apostar por una línea popular, no popularista, en la que el pueblo sea verdadero protagonista del destino. En cambio, el imperio anula al pueblo, le quita la independencia de su corazón. ¿Qué hicieron nuestros héroes americanos como Bolivar? Liberar a los pueblos. Pero, cuando vienen los imperios… y América Latina es víctima de los imperios. De cualquier imperio hablo mal, sea de la tendencia que sea. Por eso, sé que soy una piedra en el zapato para más de uno cuando denuncio estas situaciones, por lo que de alguna manera tienen que ahuyentar el dolor de la piedra.
Una de las reflexiones con la que insisto a los líderes de la Unión Europea cuando Bruselas quiere imponerse ante los demás países es la siguiente: “Por favor, manténgase libres”. Los padres de Europa querían una unión en la que cada país preservara su cultura, su arte, su estilo de vida… unidos, pero en la diversidad. En cambio, a veces se quiere reducir la UE a una unidad de estilo que no está bien. Es una tentación muy seria. Unirse desde lo común es una gran oportunidad para crear desarrollo en los países que pertenecen a ella.