El pasado 26 de julio, un golpe de Estado por parte de un sector del ejército acabó con la salida del poder del presidente, Mohamed Bazoum, y la implantación de un régimen militar que, aunque se declara de “transición”, tiene visos de perdurar. Al menos si se tiene en cuenta un hecho relevante: en solo tres años, entre 2020 y 2022, Níger se ha convertido en el cuarto país del oeste de África gobernado por una junta militar, tras los golpes similares producidos este tiempo en Malí, Guinea-Conakri y Burkina Faso.
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El misionero español Rafael Marco Casamayor, de la Sociedad de Misiones Africanas (padres blancos), percibe con claridad qué puede estar ocurriendo. Algo en lo que le es muy útil mirar atrás, a su primera experiencia misionera: “Fue en Benín, entre 1970 y 2009. Ahí viví muchos golpes y mucha inestabilidad. Pero nada comparado con el régimen marxista-leninista que surgió en 1972 como consecuencia del proceso de descolonización. Estuvo en manos del coronel Mathieu Kérékou y fue una auténtica catástrofe nacional. En 1990, la crisis era tal que se vio obligado a convocar una conferencia nacional con representantes de todas las tendencias del país. La Iglesia también desempeñó un papel de liderazgo y varios de sus representantes se comprometieron y acompañaron un tiempo de transición hasta una democracia, estableciéndose una Constitución y convocándose elecciones libres”.
Democracias, “pese a algunas imperfecciones”
Echando la vista atrás, Marco valora que ese régimen democrático, “pese a algunas imperfecciones”, fue válido para su pueblo. Y eso era lo que, precisamente valoraba de Níger, su destino desde 2010: “Aquí también había una democracia y las cosas funcionaban relativamente bien. Partiendo de la base de que somos un pueblo muy pobre, no había un clamor social por la situación económica y política. Había una relativa tranquilidad y lo cierto es que este golpe, aunque ya había habido varios intentos en los últimos años, nos ha pillado desprevenidos”.
En este sentido, cree que la causa última ha sido “doméstica”, pues “Bazoum tenía la intención de sustituir al jefe de la guardia presidencial, el general Abdourahamane Tchiani. Este no ha aceptado el cambio y se cree que esa ha podido ser la razón de esa reacción militar, siendo ahora él la cabeza del movimiento insurgente”.
Una respuesta inédita
Con todo, el misionero español tampoco ignora el contexto general: “Aquí tiene mucha fuerza la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO). Y esta, si bien tras los golpes en Malí, Guinea-Conakri y Burkina Faso, mostró su condena y habló de sanciones económicas, esta vez ha ido un paso más allá y ha alertado de que se está planteando una intervención militar para acabar con el régimen militar y devolver el poder a Bazoum. Esto sería algo inédito, siendo la primera ocasión en que se produce una reacción militar por parte de los países democráticos del entorno”.
De hecho, los gobiernos de Malí y Burkina Faso ya han dejado claro que, si se produce esa intervención en Níger, la considerarían una “declaración de guerra” también en su contra, por lo que reaccionarían. Por su parte, Guinea-Conakri se ha mantenido más cautelosa, aunque también ha lamentado que dicha acción conllevaría a “una ruptura de facto” en el seno de la propia CEDEAO.
Los golpistas de desmarcan
En plena crisis, Marco destaca que “el nuevo Gobierno de Níger reitera que lo sucedido en la nación no tiene nada que ver con lo que ocurre en otros países de su entorno. Aparentemente, no quieren unirse a Malí, Guinea-Conakri y Burkina Faso y también han lamentado la salida de los franceses en el país, aclarando que ‘no hay una razón objetiva’ que justifique esa salida”. Eso sí, llama a esperar a ver “en qué se concretan lo que por ahora no dejan de ser meras declaraciones verbales”. Además, apunta que, si bien la Embajada de España les ha mandado “un correo con información por si queremos irnos, en ningún modo se ha calificado la situación de urgente ni se nos ha llamado a una salida forzosa”.
Pero, yendo más allá, el misionero sí hace la siguiente reflexión: “Lo que es indudable es que, en los últimos tiempos, ha aflorado en la sociedad un sentimiento antifrancés muy potente y que coincide con el que se da en esos otros países de la región. ¿Quién lo azuza? Muchos lo tenemos claro: Rusia”. Hasta el punto de que, cuando muchos ciudadanos se echaron a las calles de la capital, Niamey, para apoyar el golpe, lo hacían ataviados con banderas rusas…
Intereses estratégicos
Y es que el régimen de Putin, muchas veces imponiéndose con las tropas de élite del Grupo Wagner, se va haciendo con el control de cada vez más zonas estratégicas por su valor económico: “Las minas de uranio, hasta ahora controladas por Francia, son claves para varias de sus centrales… Y ahora los franceses se están marchando. También ocurre algo parecido con las explotaciones de oro, que ahora están resurgiendo”. Y eso sin olvidar a otro agente exterior clave: “China está construyendo en nuestro suelo, naciendo del desierto, un oleoducto de 2.000 kilómetros”.
¿Qué otra incidencia foránea se da? “La de los países árabes, que construyen enormes mezquitas en lugares en los que sus comunidades realmente no tienen tanto peso. Pero es un modo de propaganda, un modo de decir: ‘Aquí estamos nosotros’”. Sobre el posible peso de esa influencia árabe en la eclosión de diferentes guerrillas yihadistas que desestabilizan a varios países del entorno, Marco es prudente, pero ve “posible” que “financien en la sombra” a la pléyade de grupos terroristas presentes en la región: Al Qaeda, el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), el Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS), el Estado Islámico en África Occidental (ISWA) y Boko Haram.
Moscú pierde el control
Una violencia desatada que, “por ahora, Rusia, que sin duda apoya como mínimo a los gobiernos de Malí y Burkina Faso, no está pudiendo controlar, continuando el descontento en sus sociedades locales, por lo que aumenta la incertidumbre”. Algo, por cierto, “a tener en cuenta a la hora de valorar por qué, aparentemente, el nuevo régimen de Níger se desmarca de las juntas militares que han surgido en sus países vecinos”.
En uno de ellos, Burkina Faso, otro misionero español, el también padre blanco Manuel Gallego, amplía la mirada y ve claro “el sentimiento antifrancés que está surgiendo con tanta fuerza en todo el oeste de África, incluidos otros países como Togo y Costa de Marfil”. “Ha pasado algo”, advierte. Y es que, si bien él lleva desde 1977 en África (de 1997 a 2013 en Malí y, desde entonces, en Burkina Faso), “nunca había pasado algo así. En todas las crisis, siempre se culpa a Francia, pero lo cierto es que los franceses han impulsado miles de proyectos educativos y sanitarios y, pese a ese cierto paternalismo, no había una hostilidad hacia ellos”.
Falta de inversión en seguridad
Sobre lo que ha podido ocurrir, Gallego apunta a “la propaganda de Rusia, que trata de sustituir aquí a Francia, contando con China y Turquía como aliados, siendo su último fin hacerse con el control de varios puntos de explotación de minerales”. En este sentido, cree que el fallo de Francia es que “no ha invertido apenas en defensa y seguridad. Ahora, cuando hay crisis económica y sobre todo emerge una fuerte inseguridad en la zona, con varios grupos yihadistas golpeando regiones enteras, se culpa a Francia y mucha gente dice que, en vez de armas, les han dado juguetes… Lo contrario de China, por ejemplo, que han invertido en mucho armamento”.
Así, como apuntaba Marco desde Níger, lo mismo observa Gallego en Burkina Faso y en los países vecinos: “Por un lado, Rusia, China y a veces Turquía arman a la gente… Hay un tráfico de armas sin control desde países como Libia, Argelia y Egipto. Y, por el otro, otro movimiento, también externo, es el que se da con la influencia de los países árabes, que simbolizan su presencia con grandes mezquitas de carácter propagandista y que pueden tener una relación directa con movimientos islamistas que desestabilizan el entorno”.
Mientras hay que esperar a los acontecimientos para saber cómo se resuelve la crisis en Níger y si hay una intervención o no de la CEDEAO, hay otra certeza cada vez más clara: “Europa está retrocediendo en África”.