Europa

El “gol” de Francisco a los jóvenes en la vigilia de la JMJ: “No se jubilen de la vida”

  • El Papa preside a las orillas del Tajo una multitudinaria celebración con un millón y medio de peregrinos desplazados a la capital de Portugal
  • El Sucesor de Pedro anima a los presentes a “entrenarse cada día, porque lo único gratis que hay en la vida es Jesús”





Atardece a las orillas del Tajo. Y el peregrino, después de superar la mayor ola de calor de toda esta semana de Jornada Mundial de la Juventud, comienza a respirar. La brisa sopla y el termómetro se relaja. Pero no las ganas. Tras unos cuantos kilómetros de caminata, hacerse un hueco para colocar media esterilla en el llamado Campo de Gracia y ubicar donde rellenar la botella de algo, llega el momento. La Vigilia de la JMJ.



Pasan las ocho y media de la tarde y la locura se desata. Francisco llega. Y se pasea con el papamóvil por algunas zonas. Imposible llegar a todos los cuadrantes. Ni tan siquiera se puede visibilizar donde están los últimos peregrinos. El coche no puede recorrer todos los viales. Pero la voz del pontífice, sí. Porque aquello no fue un anciano frente a un millón largo de jóvenes. Era un pastor hablando de tú a tú a cada uno. Y cada uno respondía, lo mismo con recogimiento que con un grito desatado, con una lágrima que con una sonrisa cómplice.

Mensajes tatuados

Sí, porque el Papa de 86 años rompe toda barrera generacional, física, cultural e idiomática. El Sucesor de Pedro habla al corazón acortando toda distancia, esa que a veces separa a la Iglesia de los jóvenes y adultos. Lo ha demostrado durante todos estos días en Portugal. Arranca con el discurso traído de Roma, pero, de repente, el viento fresco del Espíritu, el que zarandea este pontificado con aire renovador, le lleva a improvisar. Ese “todos, todos, todos” con el que reivindicó una Iglesia inclusiva y sin peajes está ya tatuado en los peregrinos. En la Vigilia junto al río lo volvió a hacer. El nonagenario al que hace un mes y medio le daban por finiquitado por un ingreso hospitalario, demostró que las goteras físicas no se corresponden con su agilidad espiritual e intelectual.

Francisco, durante la Vigilia de la JMJ de Lisboa EFE/EPA/JOSE SENA GOULAO / POOL

Nada más arrancar su intervención, agradeció a los jóvenes haber emprendido un viaje como María que tras la anunciación “no espera, toma la iniciativa; va a ayudar a su prima, y sobre todo se apresura a llevarle lo más valioso: la alegría”. Para Francisco, María “es misionera de la alegría y por eso tiene prisa”. “La alegría no es para uno, es para llevar algo”, recalcó a los presentes. Y se lanzó a provocarles buscando respuesta “¿Esto se lo van a quedar para ustedes o se lo llevan a los otros porque la alegría es misionera?”. Y les insistió para metérselos en el bolsillo: “¡No oigo!”.

Sin encerrarse

Con esta premisa, invitó a agradecer todo lo recibido de padres, amigos, abuelos, sacerdotes, educadores que “son como raíz de nuestra alegría”. A la par, explicó que “la alegría no está en la biblioteca encerrada –aunque hay que estudiar–, no está bajo llave hay que transmitirla a los demás, aunque a veces cansa”. Ante los fracasos y dificultades cotidianas, Bergoglio recordó que “la vida no se ha acabado”. Por ello ante esto invitó a levantarse, como los alpinistas que cantan “no hay que permanecer caído” y no convertirse en un “jubilado de la vida que clausuró la ilusión”.

Tras este ejercicio de mirada al interior, Francisco llamó a los peregrinos a salir de sí mismos. Y si comenzó su reflexión invitando a cada uno a levantarse, desembocó en un compromiso con el que tiene al lado para salir a su rescate: “La única manera en que es lícito mirar a una persona de arriba a abajo es para levantarla”. Por eso, invitó a adentrarse en el camino de la vida: “No sé si a alguno le gusta el fútbol, a mí me gusta. Detrás de un gol y de un éxito, hay mucho entrenamiento, pero en la vida no siempre las cosas salen como queremos”.

Más allá del fracaso

Fue entonces, cuando recondujo su alocución con un chute de esperanza: “¿Ustedes creen que una persona que cae y que tiene un fracaso enorme está terminada? ¿Qué creen que hay que hacer? ¡Levantarse! El que permanece caído, cerro la esperanza, clausuró la ilusión”. Con este encargo papal a caminar, entrenarse y levantarse, dejó a los jóvenes en sus esterillas, eso sí, con un dardo vocacional para rematar: “En la vida nada es gratis, todo se paga. Todo hay una cosa gratis: el amor de Jesús”.

Jorge Mario Bergoglio no se achanta una década después en sus anuncios y denuncias. Pero, sobre todo, no borra esa ternura y misericordia que reivindicó en su primera homilía como Obispo de Roma. Esa empatía con la que escuchó y abrazó cada uno de los testimonios, como el de Marta, una mozambiqueña que ha vivido en primera persona el horror de la guerra.

Una peregrina, durante la Vigilia de la JMJ de Lisboa EFE/EPA/JOSE SENA GOULAO / POOL

Y todo, bañado por una emocionante celebración en la que los organizadores de la JMJ lisboeta supieron combinar oración, hondura, creatividad y el uso de las nuevas tecnologías. Y es que, uno de los momentos más aplaudidos, más allá de las palabras del Papa y de un fado de órdago, fue la presencia de unos drones que fueron mostrando algunas palabras claves de la cita como “Levántate” y “Sígueme”.

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