Un cielo gris amenazaba al amanecer con empañar la visita del Papa al santuario portugués de Fátima en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud. Sin embargo, pocos minutos antes de que Francisco tomara tierra en el helicóptero que le trasladó desde Lisboa, un sol enrojecido se hizo hueco en la explanada donde le esperaban miles de peregrinos, de nuevo, con una amplia presencia españolas.
Ante ellos, y acompañado de 38 obispos portugueses, se dirigió a la multitud después de dirigirse a la capilla mariana y rezar el rosario con un grupo de jóvenes enfermos. En su alocución posterior, el Papa volvió a insistir en la idea que compartió con los jóvenes en el acto de acogida de la JMJ el pasado jueves.
Francisco se sirvió de la pequeña capilla de las apariciones de la Virgen para defender una comunidad católica “acogedora y sin puertas, que evoca un gran abrazo materno”. “Sea siempre así en la Iglesia, que es madre: puertas abiertas para todos, para facilitar el encuentro con Dios; y lugar para todos, porque cada uno es importante a los ojos del Señor y de la Virgen”, aseveró el pontífice argentina. “Todos, todos, todos… Sin exclusión. Es la casa de la Madre y la Iglesia Madre siempre tiene las puertas abiertas para acoger”, insistió.
“Hay muchas advocaciones de María. Quizá podríamos incluir Nuestra Señora Apurada, Nuestra Señora Apresada, se apura para estar cerca de nosotros, que sale corriendo”, sugirió el Papa en un gesto de espontaneidad, refiriéndose al episodio en el que la Madre de Jesús no dudó un minuto en acudir a ayudar a su prima Isabel, el pasaje que ilustra la JMJ. “Nuestra Señora siempre acompaña y nunca es protagonista. Ella acoge y señala a Jesús, no hace otra cosa que apuntar nuestra mirada hacia Jesús”, completó.