“Fortalecer la vivencia del carisma en todos los lugares”. Ya sea en el trabajo o en clase, en la vida con la comunidad, en la familia… Para Pedro Miguel Gordillo, superior provincial de la Provincia Ibérica de la Congregación de los Sagrados Corazones, este es el futuro que pretende afrontar en los próximos años. Una meta en el camino que se ha marcado el sustituto de Aurelio Cayón y que, básicamente, consiste en “saber qué nos dice hoy nuestro carisma, y qué podemos aportar, con humildad, allí donde estamos”.
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Sin embargo, matiza: “A todo esto hay que darle una vuelta tal vez más profunda, tanto para que podamos vivirlo nosotros como religiosos como para que otros también puedan disfrutarlo”. Ahí es, dice precisamente “hacia dónde va la pastoral vocacional”.
En cuanto a realidades concretas de lo que es la congregación, ¿cuáles son los primeros brotes que habría que ver? Al religioso en seguida responde a Vida Nueva con tres experiencias concretas. Lejanas sobre el mapa, pero que tienen algo en común: la necesidad de abrir las puertas.
“Tenemos un proyecto muy de márgenes en Jerez de la Frontera, donde acogemos a presos que acaban de salir o que están de permiso y nadie les quiere acoger, que otras instituciones suelen poner trabas”, explica. “En este caso, abrimos las puertas de nuestra propia comunidad a uno o dos (o hasta tres) presos que puedan salir de permiso y no tengan donde ir. Esto que lleva ya un tiempo queremos reforzarlo y que, al menos, haya otra comunidad que acoja a personas que están en los márgenes”.
Perder el miedo
Por otro lado, “también hay otra experiencia que es acoger a jóvenes que quieran vivir su vida desde una comunidad religiosa. Hemos tenido ya a cuatro chicos y una chica que han pasado algo más de un mes cada uno”, dice, convencido de que “esto es una forma de traer el seguimiento a Jesús desde el día a día”. “Le damos mucha importancia a la vida en comunidad, de tal manera que sea un lugar donde cada uno de nosotros pueda encontrarse con Dios. Por eso creemos que abrir las casas es un paso importante”.
“El año pasado estuvo viviendo un joven de Mali que llegó siendo menor a España y estuvo un tiempo pasando de un centro a otro sin papeles. Ante la situación de que se iba a quedar en la calle, le acogimos”, relata, “y yo creo que él a nosotros nos ha hecho mejores religiosos”. Porque, a pesar de que este joven llegase “con muchísimos miedos”, encontró una casa donde estar bien.
“Ya tenía sus estudios cubiertos por otra congregación: lo único que nosotros teníamos que ofrecerle era un hogar. Y eso para él le cambió por completo, pero a nosotros también. Porque nos animó a abrirnos a un joven, musulmán, y a aprender de él y él de nosotros”, dice Gordillo. “Yo creo que de alguna manera ha encontrado algo especial, y a nosotros abrir las puertas de nuestras comunidades a quienes lo necesitan nos ha quitado muchísimos miedos””.