La Iglesia en El Salvador llevó a cabo un homenaje por los 100 años del nacimiento del obispo Jerónimo Arturo Rivera Damas, quien fuera colaborador y sucesor de Óscar Arnulfo Romero. El cardenal salvadoreño, Gregorio Rosa Chávez, lo recuerda como un gran pastor, “pacificador de nuestra tierra, y arquitecto de la pastoral arquidiocesana, de aspecto y talante humano”.
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El homenaje -realizado en el municipio de San Esteban Catarina, donde nació el obispo Rivera y donde actualmente se encuentra la diócesis de San Vicente-, fue presidido por su obispo ordinario José Elías Rauda. Asistieron el cardenal Rosa Chávez y otros obispos salvadoreños, así como sacerdotes religiosas y feligreses.
El obispo Rivera Damas nació el 30 de septiembre de 1923, fue ordenado sacerdote salesiano por el obispo Luis Chávez y González el 19 de septiembre de 1953, y designado obispo auxiliar de San Salvador, el 30 de julio de 1960, por el papa Juan XXIII.
José Elías Rauda explicó que el ministerio episcopal de Rivera no fue fácil, “ya que le tocó vivir un periodo delicado debido al conflicto armado, donde también a él, como a monseñor Óscar Romero, le tocó atender a las víctimas de la guerra, a los refugiados; denunciar las injusticias y crímenes de la guerra, por lo cual sufrió numerosas amenazas contra su vida”.
Intercesores de la Iglesia y la paz en El Salvador
“Conocía bien la problemática social y política de la capital salvadoreña y del país. También sabía cuáles eran las necesidades pastorales de la arquidiócesis, y poseía las cualidades para ser pastor, ya que estaba preparado para el diálogo con todos los sectores sociales, políticos y económicos”, añadió el obispo Rauda.
Asimismo, recordó al obispo Luis Chávez y González -con quien Rivera Damas trabajó 17 años-: “sirvió en la sede episcopal de San Salvador por 39 años, desde 1938 a 1977; y ordenó obispos a Rivera Damas y a san Óscar Romero, quien fuera su predecesor inmediato en la arquidiócesis”.
También resaltó los esfuerzos de Rivera Damas para impulsar la línea pastoral de la arquidiócesis de San Salvador, “en concordancia con las enseñanzas de Vaticano II y la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en 1968 en Medellín. Este esfuerzo implicó renovar la formación de sacerdotes y capacitar agentes de pastoral en todas las parroquias y territorios de la arquidiócesis”.
El obispo Rauda concluyó: “al recordar a Nuestro Divino Salvador transfigurado ante sus discípulos en el Monte Tabor, por nuestra fe y nuestra esperanza, podemos ver en la presencia del Divino Salvador, y al lado de monseñor Romero, a monseñor Luis Chávez y González, a monseñor Rivera, intercediendo por la Iglesia en El Salvador y por la paz de este país“.