El menú: pasta, carne y pescado. Y unas patatas de picoteo. El plato principal: sentarse a la mesa con Francisco. El viernes 4 de agosto, Francisco almorzó en la nunciatura lusa con diez jóvenes peregrinos de la JMJ, de entre 24 y 34 años. Dos portugueses y un brasileño, dos latinoamericanos (colombiano y peruana); una filipina, un palestino, una guineana y una norteamericana. Junto a ellos también estaba el patriarca Manuel Clemente y el neocardenal Américo Aguiar, coordinador de esta Jornada Mundial de la Juventud.



Diálogo abierto entre plato y plato. Y consejos del Papa para no perder nunca la alegría. “Me he sentado a su derecha. Hemos hablado. Me ha animado mucho. Estoy en shock. Esto no se me olvidará nunca. Es imposible. He tenido la mejor comida de mi vida. Por la compañía, claro”, resume a ‘Vida Nueva’ la guineana María Magdalena. Tiene 25 años, trabaja en Correos y es madre de una niña de cinco. “Estar a su ladito es un uau. No hay palabras para describir la emoción que he sentido y me quedo con esa llamada que nos ha hecho a todos a que no nos quedemos parados. Tenemos que ayudar a nuestro alrededor, a nuestra comunidad, a nuestros hermanos en la medida de nuestras posibilidades”. Compartir idioma con Jorge Mario Bergoglio, animó a Magdalena a “hacerle confesiones sobre mi vida privada”. “Me he sentido apoyada y reconfortada”, añade, a la vez que se muestra cautivada “por su mirada”. “¡Es humilde!”, exclama esta africana que esperaba a un Papa más hierático. Sin embargo, desde el minuto cero, el pastor de 86 años rompió todos los muros con su espontaneidad: “Habla contigo con el corazón en la mano”.

Para muchos años

“Le pregunté cómo ser un buen amigo, especialmente con los jóvenes, en un momento en que hay tantas sugerencias falsas sobre cómo ser feliz. Me conmovió mucho la respuesta. Dijo que la alegría no se enseña, sino que se muestra, y eso es lo que me llevo de este encuentro. También habló sobre el gozo del Evangelio y la importancia de actuar de una manera que inspire gozo”, detalla Audrey . “Vi al Papa con energía y feliz. En sus chistes, en sus bromas. No como un abuelito viejo y cansado. Tiene para muchos años”, comenta Luis Carlos Cruz. A fuego se le queda ya grabado la invitación a que “seamos arqueros, no dejemos que nos hagan goles las cosas malas en la vida. Y luchen, y tengan esperanza, nos ha dicho”. Clara se lleva en su mochila la llamada papal a “defender la vida en la posición en que estemos, con sus dificultades, desafíos y problemas. Y entrar en contacto con los ancianos. Que hablemos con nuestros abuelos”.

Justo antes de almorzar, también en la nunciatura, recibió la visita de una delegación del Centro Internacional para el Diálogo KAICIID, acompañada por el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso. En el encuentro, hizo hincapié en la necesidad del valor de la fraternidad frente al riesgo de la cerrazón y el proselitismo. Después, el Papa entabló una conversación con Rahim Aga Khan, hijo del líder de la comunidad ismaelita, que tiene su centro en Lisboa. A todos les planteó llevar a cabo un camino compartido para salir al rescate de los jóvenes en medio de un mundo que les quiere anestesiar. “Son alegres, pero no superficiales”, les advirtió.

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Etiquetas: JMJ Lisboa 2023
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