Con charanga y cabezudos de los patronos de la JMJ. Así reciben a los peregrinos en el Ifema lisboeta de las vocaciones. En la explanada frente al monasterio de los Jerónimos, el emblema de la tradición católica lusa, se levanta el templo abierto del hoy, la llamada Ciudad de la Alegría, donde lo mismo uno podía confesarse que pasearse por las casetas de todo el ‘arco parlamentario’ eclesial, desde la Comunidad de Sant’Egidio al Dicasterio para la Educación o las Obras Misionales Pontificias y Ayuda a la Iglesia Necesitada.



Los que menos, se agazapan a la caza y captura de aspirantes a entrar en el convento o se marcan una iconografía fuera de lugar, como una vulva sobredimensionado en papel pinocho y colgado a modo de atrapasueños de un grupo provida. Excepciones para olvidar en medio de una feria –en el sentido más sano del término– para hacer que los jóvenes se replanteen el sentido de su vida, preguntarse por su presente y su futuro en un espacio más distendido que las celebraciones papales o las catequesis episcopales. Al caminar por cada una de sus avenidas, que llevan el nombre de anteriores JMJ, lo mismo te cruzas con una Iesu Communio con la guitarra lista que al claretiano Pedro Beldarrain alentando a los que desafiaban los treintaitantos grados a la sombra.

Entre los más visitados, el stand de Talitha Kum, el proyecto global intercogregacional contra la trata liderado por la Unión Internacional de Superioras Generales. Allí, Mayra Cuéllar, misionera de las Bienaventurazas, te invita a mancharte literalmente las manos para denunciar en un cartel la esclavitud del siglo XXI. “Estamos aquí, porque estamos convencidas de que los jóvenes pueden ser los mejores embajadores para denunciar la explotación. Nos ha sorprendido el interés por este fenómeno y hemos buscado la manera de que esta atención se traduzca en ponerles en contacto con las redes locales”, expone esta religiosa colombiana. “Tenemos que lograr que las nuevas generaciones de cristianos pierdan el miedo a tocar esta realidad tan compleja, porque les asusta. Por eso, a cada uno les pregunto: ‘¿Qué puedo hacer yo?’. Y les doy la respuesta: estar en primera línea”.

Justo en el prefabricado que está a las espaldas de estas mujeres de frontera, se encuentran los Operarios diocesanos, que han llenado su espacio de emoticonos de WhatsApp. “Queremos que, a partir de esas emociones que tienen estos días, iniciar un diálogo personal”, apunta Carlos Comendador, que propone a todo aquel que se deja caer un breve itinerario que concluye con una oración ante la imagen de Nuestra Señora de la Vocación. Cuatro pasos más allá, Jorge Sierra se ha vestido para la ocasión de arriba abajo con el hábito de La Salle que no le resta un ápice en acogida ni a él ni a sus hermanos. “Aquí andamos, contagiando carisma y quitando horas al reloj, porque de aquí nos volvemos con nuestros chavales”, plantea. Al lado de los lasalianos, las Servidoras del Evangelio de la Misericordia de Dios. María Amparo y Mónica comparten su experiencia en los lugares más recónditos del planeta, de Corea del Sur a Japón y cómo “nuestra pequeña semilla hace aparentemente poco, pero intenta dejar huella de Dios”.

De la mano

De estreno se encontraba el nuevo Servicio de Pastoral Vocacional de la Conferencia Episcopal Española, que aglutina a las Comisiones Episcopales para el Clero y Seminarios; Laicos, Familia y Vida; Vida Consagrada; y Misiones. A diócesis y congregaciones. Un hito de comunión que se traduce en una caseta viva. Allí el personal no está esperando a que el joven se arrime. Dolo, hija de la Caridad, sale al encuentro para proponer una dinámica que echa mano de un código QR para hacerse preguntas, darse un paseo por la feria y volver. María José Tuñón, responsable de la Comisión para la Vida Consagrada, aplaude “el cambio de mentalidad en la pastoral con jóvenes, que ya no depende de clero y de seminarios, lo que refleja que abordamos la vocación en sentido amplio”.

Comparte esta mirada el sacerdote Luis Manuel Romero, director del Secretariado para los Laicos y alma del proceso sinodal español: “Nuestro stand es reflejo de ese caminar juntos y del reto de practicar el arte de la escucha, en este caso a unos jóvenes que no pueden ser ni olvidados ni silenciados”. Tanto María José como Luisma están convencidos de que la marabunta de la JMJ “no es un espejismo, sino reflejo de que estamos haciendo bien las cosas”. Luis Manuel Suárez, el claretiano que coordina la Pastoral Juvenil de la CONFER, apoya subrayando que “hoy el desafío es apuntalar los procesos de acompañamiento para que no les dejemos solos a la hora de plantearse seriamente qué les pide Dios en su vida”. A su lado, Ana Cristina Ocaña, de la Conferencia Española de Institutos Seculares, reconoce que “hemos descubierto que los jóvenes necesitan acogida y propuestas, no respuestas encajonadas”.

Al otro lado del Atlántico, con alegría desbordante reciben María Jose, Ligia, Adriana y Santiago a los paseantes en el stand del CELAM. “La pastoral juvenil del continente está bien padre, porque hemos sido capaces de afrontarla desde la diversidad del continente y desde su problemática: los migrantes, las mujeres víctimas de la violencia…”, valora María José. “Reconocemos que nos falta impulsar todavía más procesos pero, tenemos las ganas de darlo todo por Jesús y en una realidad con dificultades. Nuestros pastores nos dejan ser protagonistas”, defiende Santiago.

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Etiquetas: JMJ Lisboa 2023
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