El pontífice reza el ángelus en esta fiesta mariana del 15 de agosto y reflexiona sobre cómo “¡ayudar cuesta dinero!” y los sacrificios que merecen la pena
En esta solemnidad de la Asunción de la Virgen el papa Francisco no podía faltar a su cita habitual con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para rezar el ángelus; a pesar que es una de las festividades que implica para los romanos el periodo vacacional del Ferragosto. En este sentido el pontífice ha tenido palabras de cercanía y ha deseado que las vacaciones sean un tiempo de descanso. “Le confiamos a María, asunta al Cielo, por la paz en Ucrania y en todas las regiones salpicadas por la guerra, que son demasiadas” y denunció el poder de las armas con el que “el derecho de fuerza prevalece sobre la fuerza del derecho”. En este sentido pidió no desanimarse para lograr la reconciliación.
En su comentario al evangelio, la visitación de María a su prima Isabel, Francisco destacó que “María sube y la Palabra de Dios nos revela lo que la caracteriza mientras sube: el servicio al prójimo y la alabanza a Dios”. También destacó que “la propia vida de Cristo” es “como una ascensión hacia Jerusalén, el lugar de la entrega de sí mismo en la cruz, y describe también el viaje de María”. “Jesús y María, en definitiva, recorren el mismo camino: dos vidas que suben hacia arriba, glorificando a Dios y sirviendo a los hermanos; dos vidas que vencen a la muerte y resucitan; dos vidas cuyos secretos son el servicio y la alabanza”, destacó.
“Cuando nos abajamos para servir a los hermanos es cuando subimos: es el amor el que eleva la vida”, recalcó Bergoglio. Ahora bien, advirtió, “servir no es fácil: la Virgen, que acaba de concebir, recorre casi 150 kilómetros para llegar a casa de Isabel desde Nazaret. ¡Ayudar cuesta dinero! También nosotros lo experimentamos, en el cansancio, la paciencia y las preocupaciones que conlleva el cuidado de los demás”, reclamó poniendo algunos ejemplos cotidianos de sacrificio por el trabajo o el cuidado a los demás y el voluntariado. “Es fatigoso, pero es subir hacia arriba, ¡es ganar el Cielo!”, recalcó.
Francisco advirtió además que “el servicio corre el riesgo de ser estéril sin la alabanza a Dios”. “Quien ama a Dios sabe alabar”, apuntó el Papa a propósito de la proclamación del Magníficat de María. “La alabanza aumenta la alegría. La alabanza es como una escalera: eleva los corazones. La alabanza levanta el ánimo y vence la tentación de caer. ¡Qué bueno es alabar a Dios cada día, y también a los demás! ¡Qué bueno es vivir de gratitud y bendición en lugar de lamentaciones y quejas, mirar hacia arriba en lugar de enfurruñarse!”, clamó Francisco a la vez que invitó a interrogarse al respecto a los fieles presentes.