“El Papa es nuestro guía. No podríamos esperar otra cosa si lo seguimos”, asegura el secretario de la Pontificia Comisión para América Latina y miembro del Consejo internacional de la Academia de Líderes Católicos
La Academia de Líderes Católicos celebró la Asamblea de su Consejo internacional en Chihuahua, México, en los últimos días de julio. En este contexto, el cardenal Carlos Aguiar dejó la presidencia aunque permanece como miembro.
Un nuevo equipo de gobierno más laical asume la responsabilidad de darle rumbo a este esfuerzo comenzado hace veinte años en Chile y que hoy se extiende por diversos países de América Latina, Europa y también en Estados Unidos.
En Vida Nueva entrevistamos a Rodrigo Guerra, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina y miembro del Consejo internacional de dicha instancia, sobre el papel que tiene la Academia de Líderes en el contexto del pontificado del papa Francisco.
PREGUNTA.- ¿Qué ha significado para usted ver nacer y crecer a la Academia en estos últimos años?
RESPUESTA.- Comencé a participar en la Academia como profesor hace más de 10 años, cuando era una interesante, pero aún pequeña, escuela de liderazgo católico en Chile. Me sorprendió desde el comienzo ver a tantos jovencitos, algunos casi niños, aprendiendo los fundamentos de la Doctrina social de la Iglesia (DSI) y mirando con afecto al Papa y al obispo de cada diócesis. Siempre con el Papa, nada sin el obispo diocesano.
Esto me dio confianza y me animó a continuar. Nadie se imaginaba la expansión que se daría gradualmente. Hoy la Academia se encuentra en once países de América Latina y comenzando sus actividades en Estados Unidos y España, ha formado en DSI a más de 12 mil alumnos de manera presencial y más de 35 mil en formato virtual, con los acentos y enfoque que el Santo Padre nos ofrece, a través de 500 profesores de las más diversas universidades.
P.- ¿Cuáles son los principales obstáculos que la Academia ha enfrentado en su camino?
R.- Todo obstáculo es permitido por Dios para purificarnos y para aprender. El principal obstáculo, como siempre, somos nosotros mismos, es nuestra falta de conversión. El Espíritu Santo está suscitando nueva vida –como fue posible constatar en la JMJ en Portugal–. Lo que nos falta es mayor apertura y docilidad a sus mociones. Dejar nuestras “seguridades” y lanzarnos “mar adentro”.
P.- Pero, además han tenido ácidas críticas…
R.- En efecto, además de los obstáculos “internos”, existen los “externos”: los grupos de ultraderecha, de cuando en cuando, critican a la Academia, sobre todo, por profesores o alumnos que para ellos no cuentan con la “ortodoxia” debida. En estos grupos extremistas la ortodoxia no pasa por la fidelidad al papa Francisco sino por el filtro del conservadurismo ideológico.
Más recientemente, algunos personajes de izquierdas eclesiales pequeño-burguesas, también han intentado descalificar a la Academia. No soportan una iniciativa que rebasa una manera restrictiva de comprender la pastoral eclesial y mucho menos la necesidad de formar una nueva generación de jóvenes católicos comprometidos en asuntos públicos.
En ambos casos, el problema de fondo, no es militar en “derechas” o en “izquierdas”, sino acoger acríticamente en la mente y en el corazón el reduccionismo propio de las ideologías. Las ideologías – cualquiera que sea su ubicación en la geometría política– no toleran al otro diverso. No lo abrazan. Y mucho menos lo “acompañan”.
En la Academia, por el contrario, se busca deliberadamente promover el encuentro plural y mantener la mano tendida, aún con los más acérrimos críticos. Eso conlleva riesgos, pero es mejor correrlos que no correrlos. El papa Francisco vive esta misma situación a nivel mayúsculo. El es nuestro guía. No podríamos esperar otra cosa si lo seguimos.
P.- ¿Qué nos puede decir de las nuevas autoridades de la Academia de Líderes Católicos?
R.- La Academia se gobierna de manera colegiada. Se ha elegido a Rocco Buttiglione, miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, como presidente del Consejo Internacional. Y a Miguel Angel Rodriguez, expresidente de Costa Rica, como vicepresidente. Ambos son hombres extraordinarios, con una larga experiencia de fe y de testimonio real en la vida política.
Me agrada pensar que ellos de alguna manera realizan de manera vital esa síntesis entre el rico patrimonio social cristiano del pasado y la esperanzada apertura al futuro. Y una cosa importante: ambos han sabido ser fieles a todos los papas. Las fáciles fidelidades que seleccionan a un Papa sí y a otro no, terminan proponiendo una hermenéutica de la ruptura.
La hermenéutica de la continuidad no es un acomodo artificial o irenista de doctrinas heterogéneas sino fidelidad creativa, es decir, certeza de que un mismo Espíritu acompaña a la Iglesia siempre y sostiene el ministerio y la enseñanza del Sucesor de Pedro en cada época y contexto.
P.- ¿Quiénes más integran el Consejo Internacional de la Academia?
R.- La hermana Liliana Franco, ODN, actualmente presidenta de la CLAR; los cardenales Carlos Osoro, Carlos Aguiar y Christophe Pierre; Alejandra Segura, consejera de la Universidad de Notredame; Enrique García, expresidente del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF); Enrique Segura, presidente del Consejo del National Museum of American History; Mario Paredes, fundador de Somos; Cristián Nazer, presidente de la Corporación de Universidades Privadas de Chile; Javier de Cendra, de la Universidad Francisco de Vitoria; el activísimo José Antonio Rosas, fundador de la Academia, y su servidor, actual secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL).
P.- ¿Qué relación tiene la Santa Sede con la Academia de Líderes?
R.- Desde que la Academia comenzó su internacionalización, la Pontificia Comisión para América Latina ha acompañado y orientado su caminar. Guzman Carriquiry, antiguo secretario de la CAL, ha sido quien más ha contribuido a definir los documentos identitarios y a señalar el rumbo estratégico general.
La CAL acogió en 2019 un importante y largo encuentro de la Academia en sus oficinas en el Vaticano, el papa Francisco concedió una audiencia y compartió un mensaje super-preciso que es el referente principalísimo para la vida y misión de esta iniciativa laical. El cardenal Pietro Parolin también ha acompañado en diversas ocasiones a la Academia, tanto en Roma como en España.
El discurso que pronunció recientemente con motivo de la celebración que organizamos para el décimo aniversario de la elección del papa Francisco también se ha convertido en una brújula que no se puede ignorar. Monseñor Robert Prevost, presidente de la CAL, y nuevo cardenal, conoce este íter y ha pedido seguir adelante.
P.- ¿Qué puede significar “seguir adelante”?
R.- Creo que “seguir adelante” significa no asentarse, desinstalarse constantemente, someter a revisión, aprender y corregir. En el fondo, sólo se “sigue adelante” con conversión sincera. Para ello, lo importante es estar siempre abiertos a la gracia, a la fragilidad de nuestra mísera condición, a vivir “in extremis” la comunión eclesial y a acoger la enseñanza y el ejemplo del papa Francisco, en primera persona, con gran disponibilidad. El Santo Padre cuando orienta y corrige no lo hace a otros, sino a nosotros. Vivir así de corazón, y no como mera pose exterior, regala una gran paz y libertad interiores.
P.- En los eventos de la Academia constantemente se habla de la “generación Guadalupe”, ¿qué significa esta expresión?
R.- La Academia providencialmente adquirió dimensión internacional cuando redescubrimos existencialmente del rostro mestizo de la Virgen de Guadalupe. Ella es la portadora del “verdadero Dios por Quién se vive”, a todo el Continente, desde Alaska hasta la Patagonia. La Iglesia nos pide hacer un camino de preparación rumbo al V centenario del acontecimiento guadalupano (2031) y al segundo milenio de la Redención (2033).
Nuestro horizonte programático a nivel educativo es justamente ese: ofrecerle a la Virgen y a Nuestro Señor, la vida entera de estudiantes y profesores, ¡ofrecerle una disponibilidad total!, para cumplir nuestra vocación laical en todos los ámbitos, incluso en el de la “mejor política”, como dice el Papa en ‘Fratelli tutti’.
La mejor política no es la que se construye desde los cenáculos de poder o desde las “aristocracias espirituales” sino desde la cercanía empírica, concreta y samaritana con los más pobres, en los que Cristo está especialmente presente. La mejor política consiste en construir pueblo con todas las personas de buena voluntad, antes que estrategia partidista.
La mejor política es la que contribuye a la reconciliación social y no a la polarización. La Virgen nos enseña justo ese camino y el papa Francisco nos lo explica en su magisterio social. La amistad operativa de hombres y mujeres convencidos de esto, es la “generación Guadalupe”. Siguiendo las huellas de san Juan Diego, todos debemos de hacer de nuestro continente, una “casita sagrada”, en la que podamos vivir con libertad nuestra fe y luchar por el bien común desde las más diversas opciones sociales, culturales y políticas.