El convento texano ha decidido rescatar la liturgia preconciliar y prohibir la entrada al obispo y sigue sin resolver su problema de drogas
Mientras los reacios a los cambios litúrgicos al rito siro-malabar mantienen su rechazo al legado pontificio en la India; en otra dirección también hay un grupo que se resiste a aceptar la autoridad de un comisario pontificio, son las religiosas carmelitas estadounidenses de Arlington, en Texas por una disputa contra el obispo diocesano por su convento.
Y es que el pasado viernes, 18 de agosto, las religiosas a través de un comunicado han señalado que ya no reconocían la autoridad del obispo de Fort Worth, Michael Olson, y de su personal y le prohibían la entrada al convento. “Nuestra confianza filial ha sido traicionada por el comportamiento personal y público de un hombre que, en pos de sus vagos objetivos personales, no teme gritar a las monjas o humillarlas en privado y en público cuando protestan por el desprecio de sus derechos, que no duda en violar su sagrada clausura por parte de su personal, y cuyas acciones en relación con la propiedad personal y la intimidad son más que gravemente cuestionables”, señala el texto colgado en la web de las monjas.
Es más, las religiosas han anunciado su voluntad de comenzar a celebrar la misa según el rito carmelita preconciliarsin dejar de rezar por el Papa y el obispo diocesano durante la liturgia. Acusadas de cismáticas por esta decisión, responden las monjas que “simplemente declaramos que el abuso al que estamos sometidos es tan gravemente injusto e intolerablemente destructivo de la vocación que hemos jurado ante Dios Todopoderoso que no podemos en conciencia soportar este abuso”.
“Esto me ha herido como amigo y como obispo porque ha desgarrado una profunda herida en nuestra unidad como diócesis de Fort Worth”, ha respondido el obispo Olson que es además el comisario pontificio. Con esta prerrogativa ordenó el cierre del carmelo hasta que la superiora, Teresa Agnes Gerlach –quien ha admitido haber violado su voto de castidad y ha sido acusada de abuso de drogas–, no acepte las directrices de la Iglesia. A esto las religiosas apoyan su desobediencia con una carta de apoyo del arzobispo Carlo Maria Viganò, antiguo nuncio en Estados Unidos, que acusa al dicasterio de los religiosos de contar con un “prefecto ultramoderno y un secretario corrupto y despiadado”.