Francisco ha solicitado en público al Gobierno de Mongolia que dé luz verde “un acuerdo bilateral entre Mongolia y la Santa Sede” que permita “alcanzar las condiciones básicas para el desarrollo de las actividades ordinarias en las que está comprometida la Iglesia católica”. Entre ellas, además del culto, se encontrarían la educación, la sanidad, la asistencia, la investigación y la promoción cultural.
Es uno de los principales encargos que ha lanzado a los dirigentes del país asiático en el que ha sido su primer discurso en suelo mongol. En un encuentro mantenido con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en la sala ‘Ikh Mongol’ del Palacio de Gobierno y tras las palabras de acogida del presidente Ukhnaagiin Khürelsükh, el Papa se presentó como “peregrino de la amistad, llegando de puntillas y con el corazón alegre, deseoso de enriquecerme humanamente con vuestra presencia”.
El pontífice argentino vertebró su alocución en torno a las ger, las viviendas nómadas tradicionales de la región. A partir de su estructura y su misión, Jorge Mario Bergoglio abordó distintas realidades del país que puso en valor enmarcadas en el contexto internacional actual.
De hecho, el Papa elogió estos habitáculos como ejemplo de “espacios habitacionales que hoy podrían definirse como inteligentes y verdes, en cuanto versátiles, multifuncionales y con un impacto cero sobre el ambiente”. A partir de ahí, reconoció como además “representa una contribución válida al compromiso urgente e impostergable por la tutela del planeta Tierra”. Esta reflexión entronca directamente con una de las líneas pontificales de Bergoglio, el cuidado de la creación.
“Ustedes nos ayudan a reconocer y a promover con delicadeza y atención, contrastando los efectos de la devastación humana con una cultura del cuidado y de la previsión, que se refleja en políticas de ecología responsable”, apreció Francisco, que aplaudió cómo la población mongola permanece atenta “a no romper los delicados equilibrios del ecosistema” .
De la misma manera, presentó los ger como un vínculo “entre la tradición y la modernidad”, el diálogo intergeneracional de un pueblo “que desde la antigüedad hasta el presente ha sabido custodiar las propias raíces, abriéndose, especialmente en los últimos decenios, a los grandes desafíos globales del desarrollo y de la democracia”. El Obispo de Roma apreció, tanto su “activa adhesión” a las Naciones Unidas, su compromiso por los derechos humanos y por la paz, así como su rechazo a la pena de muerte y su “determinación a detener la proliferación nuclear y a presentarse al mundo como un país sin armas nucleares”.
A renglón seguido, y con la mirada puesta en sus vecinos rusos y chinos en plena crisis con Ucrania, el Papa recordó que “Mongolia no es sólo una nación democrática que lleva adelante una política exterior pacífica, sino que se propone realizar un papel importante para la paz mundial”. “Quiera el cielo que, sobre la tierra, devastada por tantos conflictos, se recreen también hoy, en el respeto de las leyes internacionales, las condiciones de aquello que en un tiempo fue la pax mongola, es decir, la ausencia de conflictos”, añadió.
En este reconocimiento a la nación, no se olvidó de la apuesta por la libertad religiosa en la Constitución aprobada hace tres décadas, “sin derramamiento de sangre”, que fue capaz de superar “la ideología atea que se creía obligada a extirpar el sentimiento religioso, considerándolo un freno al desarrollo”. De esta manera, el Papa recordaba cómo Mongolia logró dar esquinazo a la Rusia comunista.
“Las religiones, cuando se inspiran en su patrimonio espiritual original y no son corrompidas por desviaciones sectarias, son a todos los efectos soportes fiables para la construcción de sociedades sanas y prósperas”, defendió Francisco, que reconoció cómo “los creyentes no escatiman esfuerzos con el fin de que la convivencia civil y los proyectos políticos estén siempre al servicio del bien común, representando también como un freno a la peligrosa carcoma de la corrupción”.
En este sentido, sacó pecho de la labor de los 1.450 fieles de la Iglesia en el país “en espíritu de servicio responsable y fraterno”. “Estoy contento de que la comunidad católica, aun siendo pequeña y discreta, participe con entusiasmo y compromiso en el camino de crecimiento del país, difundiendo la cultura de la solidaridad, del respeto por todos y del diálogo interreligioso, y entregándose a la causa de la justicia, la paz y la armonía social”, valoró Bergoglio. Además, confió en que los católicos “no tengan dificultad para poder ofrecer siempre a Mongolia su contribución humana y espiritual, en beneficio de este pueblo”.
Durante su intervención, Francisco también desveló uno de los regalos que ofrece al país: una copia exacta de una carta oficial del Papa Inocencio IV, fechada en 1246, que marcaba el inicio de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Mongolia. Tampoco se olvidó el Papa de rememorar los 860 años del nacimiento de Gengis Kan, el gran conquistador mongol.