A primeras horas de una mañana más bien fresquita, hemos llegado a la plaza Sükbaatar, así nombrada para recordar al héroe revolucionario mongol que declaró en el 1921 la independencia de Mongolia de China. Es una superficie muy amplia dominada por el Palacio del Gobierno, construcción proyectada por arquitectos soviéticos en terrenos que fueron en su día los del principal monasterio budista de la nación, destruido por el régimen comunista en los años 30.
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A nuestra llegada la plaza ya estaba precintada y sometida a un estricto control policial que nos mantenía separados a los periodistas de algunos centenares de “peregrinos” llegados de países limítrofes como Corea del Sur o Kazajistán y, sobre todo, de pequeños grupos provenientes de China que se resistían a ser fotografiados o interrogados. Pekín no ha permitido a ningún obispo viajar a Ulan Bator y ha boicoteado la información de la visita del Papa a Mongolia.
Puntualidad local
Esperando la llegada de Francisco a las nueve de la mañana (las tres de la madrugada española), un vistoso destacamento del ejército mongol con uniformes históricos tomó posiciones en la plaza delante del enorme monumento dedicado a Gengis Kahn y otros héroes nacionales.
Puntuales fueron tomando posiciones el presidente de Mongolia, Khürelsükh Ukhnaa, los miembros del Gobierno y el séquito papal. A las nueve en punto entró en la plaza el Papa a bordo de un coche de alto nivel. Se sucedieron la interpretación de los himnos nacionales, el homenaje a las banderas, el desfile de la guardia de honor y la presentación de las delegaciones. A continuación el Santo Padre y el Jefe del Estado salieron hasta la base del monumento a Gengis Kahn y desde allí saludaron a la pequeña multitud que se había reunido en la plaza.
Una nueva página
Después de una visita de cortesía del Papa al primer mandatario mongol, que iba vestido con una ritual túnica de gala, ambos se dirigieron a la Sala Gran Mongol donde tuvo lugar el intercambio de discursos. El presidente glosó los diversos momentos a través de los siglos, de las relaciones entre el Gran Imperio Mongol y la Sede apostólica concluyendo que la visita de Francisco constituía “una nueva página en la historia de nuestras naciones y dará una contribución excepcional al estrechamiento de nuestras relaciones y cooperación”.
Francisco, por su parte, fue muy generoso en su primer discurso a la nación calificándola de “fascinante” y “majestuosa” . “Aquí estoy – dijo hablando en italiano- a la puerta, peregrino de la amistad, llegando de puntillas y con el corazón alegre, deseoso de enriquecerme humanamente con vuestra presencia”.
Las claves del discurso
Destacó estos aspectos positivos de su intervención:
- “La contribución válida (de Mongolia) al compromiso urgente e impostergable por la tutela del planeta Tierra” ya que “vuestra sabiduría sedimentada en generaciones de ganaderos y agricultores prudentes siempre atentos a no romper los delicados equilibrios del ecosistema tiene mucho que enseñar hoy a quien no quiere encerrarse en la búsqueda de un miope interés particular”.
- “Hoy Mongolia desempeña un papel significativo en el corazón del gran continente asiático y en el escenario internacional. Quisiera mencionar vuestra determinación a detener la proliferación nuclear y a presentarse al mundo como un país sin armas nucleares… otro elemento propicio que se puede señalar es que la pena capital ha desaparecido de vuestro ordenamiento penal”.
- “Quiera el cielo que sobre la tierra devastada por tantos conflictos se recreen hoy también, en el respeto de las leyes internacionales, las condiciones de aquello que en un tiempo fue la ‘pax mongola’, es decir la ausencia de conflictos….que pasen las nubes oscuras de la guerra, que se disipen por la firme voluntad de una fraternidad universal en la que las tensiones se resuelvan sobre la base del encuentro y del diálogo y que a todos se les garanticen los derechos fundamentales”. “Aquí, en vuestro país, rico de historia y de cielo, imploremos este don de lo alto y pongámonos manos a la obra para construir juntos un futuro de paz”.
- “Es hermoso que Mongolia sea un símbolo de libertad religiosa…pienso en el peligro que representa el espíritu consumista de hoy en día, que además de crear muchas injusticias, lleva a un individualista que olvida a los demás y a las buenas tradiciones recibidas”.
- “Para ustedes fue casi natural llegar a la libertad de pensamiento y de religión, sancionada en vuestra Constitución que ha superado la ideología sin derramamiento de sangre, la ideología atea que se creía obligada a extirpar el sentimiento religioso , considerándolo un freno al desarrollo”.
- “Estoy contento – dijo ya casi al final de su alocución- de que la comunidad católica, aun siendo pequeña y discreta, participe con entusiasmo y compromiso en el camino de crecimiento del país, difundiendo la cultura de la solidaridad, del respeto por todos y del diálogo interreligioso y entregándose a la causa de la justicia, la paz y la armonía social” .