El teatro Hun de Ulán Bator, capital de Mongolia, fue escenario hoy de un inédito encuentro ecuménico e interreligioso presidido por el Papa Francisco, en el que participaron líderes de las principales confesiones religiosas presentes en el país asiáticos, desde budistas tibetanos hasta chamanistas, pasando por sintoístas, musulmanes, judíos, hinduistas…
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Todos, convocados por el sucesor de Pedro, para reflexionar sobre cómo pueden contribuir “al servicio de la sociedad”. Uno a uno fueron exponiendo ante el pontífice sus propuestas para caminar juntos, unas sugerencias que fueron correspondidas por Jorge Mario Bergoglio, que defendió, en línea de su encíclica ‘Fratelli tutti’, cómo “las tradiciones religiosas, en su originalidad y diversidad” resultan una pieza indispensable para conformar un mundo en paz.
Apertura a lo divino
Así, reivindicó que “la apertura de lo divino” es hoy más necesaria que nunca en medio de la sociedad: “En las sociedades pluralistas que creen en los valores democráticos, como Mongolia, cada institución religiosa, reconocida normativamente por la autoridad civil, tiene el deber y, en primer lugar, el derecho de ofrecer aquello que es y aquello que cree, respetando la conciencia de los otros y teniendo como fin el mayor bien de todos”.
Para el Papa, las religiones están llamadas a sembrar “armonía”, que presentó como “palabra de sabor típicamente asiático” que habla de “la relación particular que se crea entre realidades diferentes, sin superponerlas ni homologarlas, sino respetando las diferencias y en beneficio de la convivencia”. “¿Quién, con más razón que los creyentes, está llamado a trabajar por la armonía de todos?”, lanzó a sus interlocutores.
El altruismo como medida
A partir de ahí, desde esa llamada a trabajar por una armonía que se convierta en “El valor social de nuestra religiosidad” que permita promover “entendimiento, prosperidad, belleza”. “Cada vida humana, en efecto, y con mayor razón cada religión, tiene que “medirse” en base al altruismo”, apreció el Papa, para tener como centro “la búsqueda del otro y en la colaboración generosa con el otro”. De esta manera, podrán ser las gafas para “una humanidad que, en su caminar, a menudo se encuentra desorientada por miopes búsquedas de lucro y bienestar; y a menudo también es incapaz de volver a encontrar el hilo conductor”.
Tampoco dudó el Papa en valorar el “patrimonio de sabiduría” del sentido de la trascendencia asiático, que pasa por el diálogo intergeneracional, el cuidado del medio ambiente, el valor del silencio, el “sano sentido” de frugalidad, la acogida, la capacidad de resistencia, la solidaridad, la sencillez y el pragmatismo existencia.
Responsabilidad compartida
Sin embargo, también alertó del riesgo de que, si se dejan llevar por “la cerrazón, la imposición unilateral, el fundamentalismo y la coerción ideológica arruinan la fraternidad, alimentan tensiones y ponen en peligro la paz”. Como en otras ocasiones, subrayó que “no haya, por tanto, ninguna confusión entre credo y violencia, entre sacralidad e imposición, entre camino religioso y sectarismo”. “Nuestra responsabilidad es grande, especialmente en esta hora de la historia, porque nuestro comportamiento está llamado a confirmar con obras las enseñanzas que profesamos; de tal modo que no puede contradecirlas, convirtiéndose en motivo de escándalo”, enfatizó.
Sabedor de que Mongolia tiene como vecino fronterizo a Rusia, dejó caer que, “si quien tiene la responsabilidad de las naciones eligiera el camino del encuentro y del diálogo con los demás, contribuiría de manera determinante a poner fin a los conflictos que siguen causando sufrimiento a tantos pueblos”, proclamó además Francisco.
Historia de convivencia
En este sentido, también echó la vista atrás con la mirada puesta en Mongolia y su “historia de convivencia entre representantes de diversas tradiciones religiosas”. Sin embargo, se detuvo en ese pasado comunista que quiso borrar del mapa el budismo en la nación desde un ateísmo impuesto: “Pienso sobre todo en las comunidades budistas, nos dé la fuerza para transformar las heridas sombrías en fuentes de luz, la ignorancia de la violencia en sabiduría de vida, el mal que arruina en bien que construye”.
Esta reflexión del Papa podría considerarse como su respaldo manifiesto más explícito a una confesión religiosa que está hoy igualmente cuestionada por China, al igual que el catolicismo, por lo que podría ser interpretado como un rejonazo implícito a Pekín.
Ante el progreso técnico
Más allá de estas reflexiones, el Papa también defendió el papel de los credos como facilitadores de coordenadas en medio de un mundo cambiante: “Las religiones están llamadas a ofrecer al mundo esta armonía, que el progreso técnico por sí solo no puede dar, porque, apuntando sólo a la dimensión terrena y horizontal del hombre, corre el riesgo de olvidar el cielo para el cual hemos sido creados“. Desde ahí, advirtió del riesgo de que la ausencia de Dios “acaba arruinando la misma tierra, confundiendo el progreso con el retroceso, como lo muestran tantas injusticias, tantos conflictos, tantas devastaciones ambientales, tantas persecuciones, tanto descarte de la vida humana”.
De forma más poética, Francisco expuso que “Mongolia nos recuerda la necesidad que tenemos todos nosotros, peregrinos y viajeros, de elevar la mirada hacia lo alto para encontrar la ruta del camino en la tierra”.