Europa

El estreno del patriarca de Lisboa: “Tenemos que realizar una conversión a las víctimas de abusos”

Rui Valério tomó posesión como arzobispo de la capital lusa este fin de semana, con la crisis de la pederastia presente en su homilía y su compromiso de “hacer del servicio un estilo pastoral”





Rui Valério ya es de hecho y de derecho el nuevo patriarca de Lisboa. En la mañana de este sábado, el nuevo arzobispo de la capital lusa tomó posesión en una eucaristía en la catedral. Perteneciente a los monfortinos y con la diócesis castrense como su destino previo, a los 58 años, Valério sostiene que “daré a la Iglesia de Lisboa lo que siempre he dado a lo largo de mi vida sacerdotal y luego como obispo: mi presencia, mi cercanía. Seré obispo en el camino, obispo en la calle, obispo entre el pueblo”. “Desde esta perspectiva implementaré y alinearé mi acción”, defiende el prelado.



En un encuentro con periodistas al terminar la ceremonia, se mostró entusiasmado por el hecho de que asume su nueva responsabilidad “en el momento en que la esperanza está más viva en la Iglesia en Portugal”. En este diálogo con los comunicadores no eludió la crisis de la pederastia eclesial, máxime después del encuentro que mantuvo Francisco con las víctimas en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud de este agosto.

La centralidad

“Si hablamos de las víctimas, es una palabra de esperanza que quiero dejarles. Después de la solidaridad, después de mi presencia, después de vuestra centralidad, la palabra que hay que darles es esperanza”, expresó para concertar pasos que considera fundamentales en el acompañamiento: solidaridad, comprensión, confianza y esperanza de una curación.

Para el nuevo patriarca lisboeta “todos nosotros, empezando por mí, pero implicando a toda la sociedad, tenemos que realizar una conversión hacia las víctimas”. “Realmente deben ocupar el centro. Sólo desde la centralidad de las víctimas tenemos el discernimiento para comprender los pasos a dar”, plantea. Respecto a la sanación de quienes han sufrido este tipo de agresiones, apunta que esta curación “no puede tener barreras”: “No hay líneas rojas para curar a alguien que ha sufrido una experiencia tan atroz y horrible”.

Sufrimiento y redención

Estas palabras antes los medios fueron reflejo de lo que se vivió en el interior del templo, puesto que en su homilía también tuvo presente a las víctimas. “Con vosotros llevaré el peso de vuestro sufrimiento, creyendo en la redención”, expresó el arzobispo que manifestó la “presencia constante de cercanía” a con “víctimas de todo tipo de abusos”.

En cuanto a su programa de gobierno para estos próximos años, planteó que hoy se dan en Portugal “despertares para la misión evangelizadora” que invitan a dibujar un “nuevo paradigma pastoral”. En este sentido, reflexionó sobre el auge de una nueva búsqueda de la interioridad que requiere una respuesta desde y dentro de la Iglesia: “Es una mezcla de espiritualidad de buffet y de autoservicio en la que intentamos prescindir de intermediarios y recoger fragmentos de conveniencia de las distintas propuestas, lo que constituye un verdadero desafío para nosotros”.

Camino de la sinodalidad

Con la vista puesta en la reciente JMJ, puso en valor cómo los jóvenes cristianos se han erigido como “los principales depositarios de la Palabra que el Espíritu Santo dirigió a la Iglesia de Lisboa”. A la par, en su homilía respaldo “el camino de la sinodalidad” abierto por el Papa Francisco. Por su parte, el cardenal ya emérito Manuel Clemente, tuvo unas palabras de bienvenida a su sucesor al que deseó “de corazón la mejor de las felicidades pastorales”.

Y si por la mañana el escenario de la toma de posesión en la catedral, en la tarde del sábado, el nuevo patriarca presidió la llamada misa de entrada solemne en el monasterio de los Jerónimos. Allí, se comprometió a que “haremos del servicio un estilo” que permita contagiar a toda la ciudad un “auténtico ambiente de paz”. Valério comentó en su homilía que “la esperanza del mundo y también de la Iglesia no reside en la expansión proselitista de sus creyentes, sino en su capacidad de ser ella misma una existencia desinteresada y totalmente dedicada a los demás”.

De nuevo, en una referencia al multitudinario encuentro de jóvenes de agosto, compartió que, con la JMJ, “ha muerto la vergüenza de ser Iglesia, de vivir enclaustrados en el miedo de aparecer y ser testigos de la esperanza”.

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