Después de Santiago, en Concepción la represión fue la más violenta, cruel y letal en el país. Al mismo tiempo, la Iglesia local tuvo una sólida organización de defensa de los derechos humanos con apoyo a perseguidos y sus familias, programas de asistencia humanitaria, defensa legal ante la Justicia, atención en salud y varios otros. Muchas mujeres y varones, laicos y consagrados, liderados por sus obispos, arriesgaron sus vidas en esos servicios.
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Martita Worner, abogada, trabajó desde 1977 en la Pastoral de Derechos Humanos del arzobispado de Concepción, donde llegó a ser su directora ejecutiva. Al volver a la democracia, en 1990, fue designada subsecretaria de Justicia por el presidente Patricio Aylwin. En julio de 1993 renunció para presentarse como candidata a diputada, siendo elegida con la primera mayoría distrital. Entre 1993 y 1997 ejerció como parlamentaria representando a su región.
Memoria y futuro
Ahora coordina actividades de conmemoración de los 50 años del golpe militar en Concepción y responde así a Vida Nueva:
PREGUNTA.- ¿Qué actividad están organizando en Concepción?
RESPUESTA.- Los ex trabajadores de la entonces Pastoral de Derechos Humanos dependiente del Arzobispado de Concepción, con el patrocinio del arzobispo Fernando Chomalí, tendremos un encuentro el 9 de septiembre próximo que hemos llamado “Memoria y futuro: por la sagrada dignidad del ser humano”. Se realizará en el Aula Magna de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, abierto a todo público.
Hemos invitado como expositores al siquiatra Jorge Barudy Labrín, que viene desde España y expondrá sobre “Chile después del golpe militar: traumas, secuelas y reparación” y al obispo emérito Alejandro Goic que hablará sobre “Del cielo nuevo y una tierra nueva: desafíos de los hombres de buena voluntad”. Goic fue obispo auxiliar de Concepción entre 1979 y 1991. Varias instituciones, públicas y privadas, y organizaciones sociales, culturales, sindicales, han organizado actividades con la misma intención: darle a esta conmemoración un tiempo de memoria y reflexión.
P.- ¿Qué pretenden lograr?
R.- Lo más importante es rescatar el pasado para proyectar las tareas del futuro. Los ex trabajadores queremos contar nuestro trabajo y compromiso a las nuevas generaciones desafiándolos a que tomen la posta. La convocatoria es a estudiantes y a quienes están emergiendo como nuevos dirigentes. A quienes queremos sean protagonistas activos como agentes de cambio social. Por eso no está dirigido sólo a católicos, sino a todo hombre y mujer que asuma la responsabilidad de trabajar por el Bien Común.
Soy crítica de la tarea que en lo social y educacional está haciendo hoy la Iglesia. La considero importante, pero muy asistencialista. No acepto, y estimo que es sólo una excusa, aquello de que el golpe sufrido por la Iglesia debido a los casos de abusos sexuales y pedofilia la obligan a restringir su acción y callar su voz.
P.- ¿Qué rol tendrán la Iglesia, su arzobispo y clero, en este programa?
R.- El arzobispo Chomalí ha respaldado esta actividad y aprobado el programa, otorgando su patrocinio. El, además, ha dirigido un documental que también se estrenará en el mes de septiembre acerca de la historia y lucha de la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos. Indudablemente que los ex trabajadores esperamos que el clero asista al acto del 9 de septiembre, pero desconozco en qué grado de compromiso y acción participa el clero diocesano con ocasión de esta conmemoración.
Compartir la experiencia
Martita participará, además, en encuentros organizados por Colegios Profesionales y Universidades para compartir con quienes no vivieron el golpe, la labor que desarrolló la Iglesia en defensa de los derechos humanos. Además, impulsa la reimpresión de un afiche sobre los derechos humanos del poeta y pintor español Juan Carlos Mestre, quien le donó los derechos, y la edición de un libro sobre la lucha y aporte de las mujeres en la región del Bío- Bío.
P.- ¿Qué destaca del rol de la Iglesia en la dictadura?
R.- Toda la gestión y trabajo de la Iglesia chilena durante la dictadura fue transcendental. La intervención y la voz de la jerarquía de la iglesia evitaron que el número de víctimas de la represión fuera mayor. Eso no le resta gravedad y rechazo a esta forma de exterminio. Cada vida es sagrada. El Cardenal Silva Henríquez y su voz valiente defendió, denunció y protegió a todos los atropellados. Eso se replicó con fuerza en las distintas diócesis del país, como lo fue en Concepción. La Conferencia Episcopal hizo lo propio y su voz era esperada por todo el país que sufría y vivía el terror. Esa voz fuerte y clara era temida por Pinochet y sus colaboradores. Con muchos actos violentos quiso acallar a la Iglesia que denunciaba en Chile y en los organismos internacionales los atropellos y los crímenes.
Además, la Iglesia realizó una importante tarea en el ámbito de la educación cívica; promovió la participación efectiva de los ciudadanos; prestó asesoría y defensa jurídica a los perseguidos, organizó acciones de asistencialidad en las poblaciones. Promovió los derechos laborales, defendió las organizaciones sindicales. En resumen, la iglesia hizo vida y acción la parábola del Buen Samaritano. Sin distingo, sin discriminación sin condiciones: sólo mirar al perseguido y al abandonado y considerar a todos como el prójimo y hermano según las enseñanzas de Cristo.
P.- Es notable que actualmente se realicen estos actos, ¿o no?
R.- Lo considero necesario para que las generaciones actuales conozcan la historia y vean que, por 50 años que hayan pasado, traumas y dolores aún persisten. Eso enseña a asumir que jamás debiera volver a repetirse una experiencia traumática como aquella. Las heridas están en el alma de Chile y si no se aprende la lección los fatídicos días del golpe pueden repetirse. Vivimos un país donde se respira violencia, descalificación, insultos. Se descalifica a los funcionarios públicos y a las instituciones que son pilares de la democracia. La prensa, cuyos principales medios pertenecen a un sector social, no tiene ni rigurosidad ni imparcialidad; está al servicio de un solo sector. El esfuerzo nacional debe ser el encuentro en el diálogo, respetando las diferencias y el camino que nos conduzca al fortalecimiento de la democracia.
P.- ¿Qué esperan lograr con este programa?
R.- A partir de no olvidar, rescatar la historia para educar a las nuevas generaciones en la importancia que tiene, en todo plano, alcanzar una convivencia nacional que se base en la tolerancia, la justicia social y el respeto irrestricto de los derechos humanos.