“Para mí los Ulma son muy importantes porque queremos contar en Alemania la historia de esta familia”, cuenta a Vida Nueva Lukas Schibowski. Tiene 31 años, es profesor en la escuela católica Bernardinum y ha venido a Markowa, en Polonia, para representar a los jóvenes de Berlín en la beatificación de la familia que los nazis asesinaron en 1944 por esconder a dos familias de judíos. “Queremos mostrar el encuentro entre la cultura alemana, la polaca y el cristianismo”, añade. Lleva en pie en la explanada donde han sido beatificados los Ulma desde las seis de la mañana para tener buen sitio.
Le acompaña Adam Rozwag, también berlinés, quien viene con la bendición del arzobispo de su ciudad, Heiner Koch. “Estoy muy implicado en mi parroquia y, cuando vuelva, quiero mostrar a los demás por qué esta familia vivió como vivió”, señala. Los dos han tardado más de diez horas en autobús para llegar al minúsculo pueblo de la región de Subcarpacia donde esta familia fue asesinada. Ahora será celebrada en los altares cada 7 de julio, aniversario de su matrimonio y fecha escogida para su festividad.
Son mártires y beatos los nueve, los padres Jozef y Wittoria, pero también sus hijos Stanislawa, Barbara, Wlasyslaw, Franciszek, María y el último, de sexo desconocido, que estaba naciendo cuando los nazis lo mataron a él y a toda su familia. “El pequeño aún no tenía nombre, pero hoy ya le llamamos beato”, ha dicho el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos y quien ha presidido la celebración. A su juicio, el reconocimiento a este último hijo “tiene un mensaje más actual que nunca”, a saber, “que los ángeles y los santos piden aquí en la tierra que el mundo moderno acoja, ame y proteja la vida, especialmente la de los indefensos y marginados”.
Durante su homilía, el cardenal Semeraro ha recordado también por sus nombres a las dos familias de judíos que acogieron los Ulma. Una formada por Saul Goldman y sus hijos Baruch, Mechel, Joachim y Mojżesz. La otra, compuesta por Golda Grünfeld, Lea Didner y su hija Reszla. “Su casa se convirtió en la posada a la que aquel hombre despreciado (Saul Goldman), proscrito y condenado a muerte fue hospedado y cuidado”, ha reivindicado el cardenal. “Sin un cuidado apresurado el hombre se disminuye, el cuidado forma totalmente parte de la esencia del hombre y hace posible la existencia de la humanidad”, ha continuado.
El purpurado ha agradecido además la asistencia de varios miembros de la comunidad judía a la celebración y ha celebrado que “esta reunión familiar ofrece mucha luz sobre la preciosa amistad entre judíos y cristianos”.
Finalmente ha afirmado que, con su sacrificio por los demás, “los Ulma se anticiparon a la enseñanzas del Concilio Vaticano II al proponerse vivir con la actitud de quien derriba los muros y abraza a los demás con caridad fraterna”.
Fotos: Rodrigo Moreno Quicios