En la madrugada del 9 de septiembre, un terremoto de 6,8 grados en la Escala de Richter zarandeó la región marroquí de Marrakech y dejó unas consecuencias terribles: más de 2.500 muertos y una cifra similar de heridos. Sin contar los innumerables daños materiales, con todo tipo de infraestructuras completamente derribadas y varias aldeas aisladas y sin posibilidad de recibir ayuda.
- PODCAST: La geopolítica de la caricia
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Contactado por Vida Nueva, el franciscano español Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, ha compartido con nosotros el mensaje que le ha hecho llegar a su sucesor: “A mi hermano Emilio: hace ya cuatro años que dejé Marruecos; hace cuatro años que terminó mi servicio como obispo a la Iglesia de Tánger; son ya cuatro años los que llevo lejos del querido pueblo marroquí… Pero Marruecos, aquella Iglesia, aquel pueblo continúan guardados en el corazón, como se guarda todo lo que se ama”.
Una profunda herida
Ahora, prosigue, “aquel pueblo, y con él aquella Iglesia (la Iglesia en Marruecos, tu Iglesia), sangra por innumerables heridas que ya nada podrá sanar, y solo el cariño, la ternura, la solidaridad, la cercanía y la comunión lo podrán mitigar”. Así, “a los que, estando lejos, llevamos a aquel pueblo con aquella Iglesia en el corazón, solo nos queda ofrecer cariño, ternura, solidaridad, cercanía y comunión, que es como decir que ofrecemos todo lo que somos”.
Un emotivo mensaje que concluye con un aldabonazo en el alma: “Hazlo saber, hermano mío, a cuantos necesiten algo que este hermano menor pueda ofrecerles. Os llevo con Cristo en el corazón”.