El Encuentro Internacional de Oración por la Paz promovido por la Comunidad de Sant’Egidio, que se ha celebrado entre el 10 y el 12 de septiembre en Berlín llegaba hoy a su fin poniendo sobre la mesa algunas de las más importantes preocupaciones de los principales líderes religiosos del mundo: las guerras, la Inteligencia Artificial y la necesidad de hacer autocrítica en cuanto al papel de las religiones en la promoción (o no) de la paz.
El primer día de encuentros, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio hablaba acerca de la “audacia por la paz” a la que hacía referencia el lema de este año: “Significa creer que existe una alternativa, que debemos invertir más en el diálogo y la diplomacia, en encontrar soluciones justas y pacíficas”. “Hablar de paz no es inteligencia con el agresor ni vender la libertad de los demás, sino una conciencia profunda y realista del mal de la guerra contra los pueblos”, subrayaba, para concluir que “la audacia de la paz, para nosotros los creyentes, es una invocación de la paz y de la confianza en Dios que tiene planes de paz que guían la historia”.
También ha participado en el encuentro Georg Batzing, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, quien señalaba la necesidad de las religiones de “hacer autocrítica” acerca de si han sido motivo o no de paz a lo largo de su historia. “Esta autocrítica no puede dejar de señalar que todas las religiones, en diferentes momentos de su historia, han sucumbido a los demonios que conducen a la violencia y la falta de paz”, decía.
“La autocrítica por parte de las religiones es, por tanto, indispensable, no sólo para la honestidad, no sólo para purificar nuestras conciencias -por más importante que esto sea-, sino sobre todo para que las religiones sean constructoras de paz creíbles”, añadía Batzing.
En este mismo tema profundizó Ahmad Al-Tayyeb, Gran Imán de Al-Azhar, quien subrayó, además, que “pensábamos que esperábamos ver en las primeras décadas del tercer milenio más civilización y compasión en la humanidad y más conocimiento mutuo, en la misma medida que los asombrosos progresos registrados y los avances en los campos de la civilización científica, industrial y material del progreso, con todos los beneficios que la humanidad ha alcanzado en el campo de la vida material”.
“Sin embargo”, ha lamentado Al-Tayyeb, “la dolorosa realidad ha demostrado que, lamentablemente, este progreso no ha ido acompañado de un progreso paralelo en el campo de la responsabilidad moral, según la llamada de la conciencia y respondiendo al instinto divino que Dios ha concedido a los hombres”. Por ello, “se ha visto que la relación entre progreso técnico y civilización ha ido cada vez más acompañada -desgraciadamente- de guerras, a pesar de las predicciones de los filósofos del Renacimiento, que habían afirmado que el progreso humano en ciencia y civilización pondría fin definitivo a las guerras y sus causas y que la paz acompañaría al progreso cívico al mismo ritmo”.
Ya ayer, 11 de septiembre, Emilce Cuda, teóloga, secretaria de la Pontifica Comisión para América Latina, señalaba que es precisamente “la fe en Dios” lo que “se expresa como confianza en la humanidad”, ya que “sin fe en Dios, desconfiamos de todos, nos aislamos y nos hundimos”. “Tenemos miedo porque no tenemos fe”, insistía. “Puede ser que perdamos la confianza en la humanidad ante tanta violencia organizada, pero justamente cada momento de amenaza es el momento de la conversión, de volver a hacer la elección de tener fe en Dios y confianza en la humanidad, y tomar la decisión de unirnos para organizar la esperanza, quebrando así la violencia organizada”.
Durante el día de hoy han participado en los distintos actos del encuentro Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia por la Vida de la Santa Sede, y el hermano Alois, prior de la Comunidad ecuménica de Taizé. “Creemos importante que se desarrolle una sensibilidad ética, pedagógica y jurídica en todos los ámbitos de la vida pública para que estas nuevas tecnologías estén al servicio del desarrollo humano y no al servicio de poderes que pueden – a través de ellas – conducir a la destrucción de vida humana en el país”, ha señalado Paglia.
Por su parte, el hermano Alois ponía sobre la mesa la necesidad de “buscar un nuevo testimonio de fe, que une comunión concreta y solidaria con los demás y arraigo, que debe mantenerse constantemente, en el amor incondicional de Dios por cada ser humano”. De esta manera, “queda claro que la fe no nos aleja de nuestras responsabilidades, sino que nos permite afrontarlas”.
Además, el canciller federal alemán, Olaf Scholz, cerró la última jornada junto al presidente de Sant’Egidio, Marco Impagliazzo. “Hoy probablemente nadie en Europa quiere tanto la paz como los ucranianos”, señaló. Y añadió: “Por eso apoyamos a los hombres y mujeres ucranianos en la defensa de su patria. También lo hacemos suministrando armas”. Así, citando a Francisco, Scholz dijo que “tiene razón cuando describe el trabajo por la paz como un ‘trabajo de artesanos pacientes’. Es una descripción realmente apropiada”.