La Santa Sede, como observador permanente en la ONU, ha participado en Ginebra en la 11ª reunión de los Estados miembros de la Convención que prohíbe el uso de bombas de racimo. La delegación vaticana ha condenado que el uso de estas armas “representa una amarga derrota para las personas inocentes que sufren la crueldad del conflicto” en Ucrania.
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Semillas de paz
El Vaticano ha pedido a rusos y ucranianos que cesen inmediatamente el uso de bombas de racimo y ha reclamado, en sintonía con el papa Francisco, una movilización por la paz en este país devastado por la guerra. La Santa Sede ha reivindicado que “las semillas de la paz residen en el diálogo sincero y en la aplicación del derecho internacional, incluido el derecho internacional humanitario”. “El legado mortal de las bombas de racimo representa una amarga derrota para las personas inocentes que sufren la crueldad del conflicto, así como para el logro de un desarrollo humano integral y la preservación de la estabilidad y la paz”, reclamó según recogen los medios vaticanos.
El Vaticano ha saludado la participación de 123 países en la firma de esta convención, que no han ratificado ni Rusia, Ucrania o Estados Unidos. Para la delegación vaticana, cada país que se adhiere a este acuerdo –es el caso reciente de Nigeria y Sudán del Sur– “representa un impulso renovado hacia la universalidad del mismo, asegurando que cada vez haya menos víctimas en el futuro y que quienes ya han sido trágicamente afectados por las bombas de racimo puedan ser adecuadamente asistidos”. Para el Vaticano, “el retraso y el fracaso de los compromisos de un Estado miembro es el fracaso de todos y esto se mide inevitablemente en pérdida de vidas o retraso en la asistencia a las víctimas. Del mismo modo, el éxito de uno es también el éxito de todos”.