Es licenciada en Teología Pastoral-Espiritual en la Facultad Teológica de la Italia Septentrional en Milán (Italia). Docente de teología espiritual y en Educación a Distancia en el Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos Cefyt (Córdoba).
Acompaña la Comisión de las Nuevas Generaciones de Argentina y de América Latina y el Caribe y la Comisión de la Tercera Edad en Argentina, como así también a diversas congregaciones. Ex miembro de la presidencia de la Confederación de Religiosos y Religiosas de América Latina y el Caribe (CLAR).
Considerando que el Sínodo de la Sinodalidad que dará comienzo en octubre 2023 contará con la presencia de mujeres religiosas por primera vez en la historia, Vida Nueva entrevistó a la Hna. María Inés Castellaro, perteneciente a la Congregación de las Hermanas de la Virgen Niña, como miembro de la junta directiva de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Argentina (CONFAR).
PREGUNTA.- ¿Cuál ha sido la participación de la vida religiosa en los encuentros del Sínodo sobre la sinodalidad?
RESPUESTA.- Desde mi experiencia como animadora de la vida religiosa en Argentina y de un modo particular entre las nuevas generaciones, hemos estado presente activamente en las instancias sinodales, sea en la etapa local como a nivel continental, incentivando además la participación de los laicos con los cuales compartimos nuestra misión. Es de destacar que en la Asamblea Eclesial de América Latina –instancia también sinodal– nos hemos involucrado en todas las regiones de Argentina y en la participación en línea los días en que se desarrolló la misma.
Creo que es muy importante el aporte de las nuevas generaciones que sintieron esta instancia sinodal como un kairós, un aire nuevo de esperanza y desean caminar juntos, valorando la unidad en la riqueza de la diversidad y apagando toda amenaza que pudiera afectar este camino sinodal. Constatan que hay fuertes clamores en las comunidades que implican transparencia honestidad, corresponsabilidad, participación y discernimiento de cada uno, una transformación, una conversión integral.
P.- ¿Qué buscaba y qué encontró en estos espacios respecto del tema mujer e Iglesia y religiosas en la Iglesia?
R.- Es una gran alegría contemplar la presencia de la vida religiosa y en particular la vida religiosa femenina y joven, porque el pueblo se apoya en ella y encuentra una acogida sincera, desinteresada, una escucha atenta, activa, una actitud compasiva, capaz de compartir las alegrías, los dolores, los sufrimientos. En la escucha atenta, libre, sin prejuicios acontece la acción del Espíritu que impulsa a estar atentas, receptivas, a atrevernos a diálogos no fáciles con la fuerza y la audacia profética.
Nos damos cuenta de que tenemos mucho para aportar al mundo desde lo que somos, desde la diversidad de dones, enriquecidos por las culturas que expresan nuestra fe en la comunidad de Amor, la Trinidad, y también a la restauración de la Iglesia.
El potencial femenino tiene implícita una riqueza extraordinaria. La capacidad de trabajar en cooperación desde la experiencia del senti-pensar, del corazonar; la flexibilidad para buscar alternativas allí donde se hace presente el caos, la confusión; la empatía y las habilidades comunicativas para generar relación y vínculo en lo cotidiano; la disposición solidaria a colaborar, a tejer redes y generar sinergias; la apertura para buscar respuestas y novedosos cauces de solución; la resiliencia para resistir en medio de situaciones difíciles; el gozo para propiciar la celebración y prolongar la fiesta.
Nos sentimos llamadas a despertar –en esta hora sinodal– al despliegue de dones y posibilidades que surge cuando se rompe la noche, se descorren las piedras que aprisionan la vida, se permite al espíritu habitar, contagiar de paz y revestir de fortaleza y esperanza de tal manera que se pueda contribuir a la tan necesaria reforma de la Iglesia.
P.- ¿Cuál es la propuesta de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) para el Trienio 2022-2025?
R.- La propuesta desde la CLAR para este trienio es la invitación a contemplar a las mujeres del alba, las de la más radical osadía, las que sostienen la esperanza aferradas a la promesa, las que caminan rompiendo la noche y en estado de misión le abren boquetes al Espíritu para que pueda entrar y fecundarlo todo. Este es el icono inspirador.
Hoy más que nunca estamos convencidos de que la verdadera reforma viene del encuentro con Jesús, al eco de su Palabra, en el aprendizaje de sus actitudes y criterios, en la asimilación de su estilo. Ellas supieron transformar su propia existencia desde el encuentro con Jesús, y movidas por el amor se lanzaron a los caminos.
Ocho movimientos acompañan el caminar de la vida religiosa del continente latinoamericano y caribeño: el movimiento hacia la vida en esperanza; hacia lo esencial del seguimiento de Jesús y la centralidad de la relacionalidad humana; hacia la dignidad humana y la cultura del cuidado; hacia la posibilidad de ser signo, palabra y metáfora creíble, caminando hacia la interacción y encuentro de carismas; hacia la sinodalidad; hacia la utopía del Reino: un mundo de hermanos y hermanas; hacia el cambio sistémico y la incidencia política; hacia el cuidado responsable del ambiente y de los derechos de las generaciones futuras. Nos ayudan a vivir en la dinamicidad, como las mujeres, que sin miedo se lanzan en la búsqueda de la Novedad.
P.- Sin pensar que haya uno solo, ¿cuál es el mayor y común desafío que se plantea hoy dentro de los esquemas tradicionales en las diversas congregaciones de mujeres?
R.- Creo que el mayor desafío es a gestar lo nuevo, a aprender con profundidad a dar pasos más libres y auténticos porque el contexto nos llama a lanzarnos por un camino inédito, conducidas por la Divina Sabiduría que abre posibilidades de dar a luz un modelo de vida religiosa más misionera y menos institucionalizada.
Una vida religiosa que, movida por una mística profética sapiencial, busca responder a los desafíos de cada tiempo tejiendo relaciones humanizadoras e interculturales, escuchando el clamor de los pobres y de la tierra, acogiendo la fuerza de la resurrección, compartiendo la misión y espiritualidad con los que caminan a nuestro lado.
Creemos que es necesario dejarnos afectar por el arte de escuchar para discernir juntos el sueño de Dios, desde una mirada contemplativa de la realidad para lanzarnos por los caminos a la intemperie, para movilizarnos a las fronteras en las que urge nuestro compromiso entretejiendo nuevas redes con las hebras de la comunión y la diversidad que nos permiten surcar la noche y emprender con otros nuevos caminos, descubrir nuevos horizontes
P.- ¿Qué mujer bíblica es el modelo para este tiempo? Y, en relación a ella, ¿cuál sería un anhelo desde su visión?
R.- No es una mujer sino que son las mujeres del alba que nos invitan a salir, de nosotras mismas, de nuestras comunidades, a romper esquemas, dejar formas de pensar, mentalidades, estructuras ya caducas, haciendo frente, como dice el Himno que acompaña este icono en el trienio, al viento en contra, al frío, al miedo para avanzar juntas con ternura y coraje, escuchando las voces de los gemidos de la creación y del pueblo, con la certeza que el Señor sale a nuestro encuentro y nos envía a anunciar la buena nueva de la resurrección.
P.- ¿Un mensaje para las chicas que se sientan llamadas a la vocación religiosa?
R.- Como las mujeres del alba, no tener miedo de arriesgarse en la travesía, a decir Sí a la invitación, al llamado que el Señor les hace para ser signo sensible de la ternura y misericordia de Dios en una sociedad que clama justicia y esperanza, a ser constructoras de puentes y no de muros, abiertas a la esperanza y con la confianza que el Señor camina a su lado e impulsa a buscar nuevos horizontes con otros, con la certeza que ‘algo nuevo está naciendo’.