Teniendo en cuenta que el 10% de los filipinos, más de 13 millones, son emigrantes residentes en el extranjero, la Iglesia local se plantea cómo poder acompañar pastoralmente a sus hijos en la diáspora.
Una inquietud que viene de lejos y que ahora puede tomar forma. Así al menos es lo que se desprende del anuncio del obispo Narciso Abellana, presidente de la Comisión para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes de la Conferencia Episcopal de Filipinas, que, en su mensaje por el Día Mundial del Emigrante y del Refugiado (24 de septiembre), ha apuntado que el Episcopado está estudiando la posibilidad de crear una “prelatura pastoral” para este colectivo.
Concretamente, los obispos filipinos llevarían tres años trabajando en este proyecto, que, de salir adelante, debería contar con el respaldo de la Santa Sede, pues toda prelatura de este tipo debe ser aprobada por el Papa. Mientras esto sucede o no, la Conferencia Episcopal ya ha creado una comisión específica en la que se valoran varias vías.
Para Abellana, de concretarse finalmente este paso, “podría ser particularmente útil para llegar a los trabajadores filipinos en el extranjero, especialmente a los que residen en territorios sin capellanías católicas”, como sucede en Arabia Saudí.
Uno de los puntos en los que se está trabajando es en el contacto con las Iglesias locales en las que hay comunidades migrantes filipinas para saber cuál es su realidad desde un punto de vista integral, teniendo en cuenta desde factores pastorales hasta propiamente jurídicos.
Para contextualizar la importancia de la propuesta de los obispos filipinos hay que tener en cuenta que, aunque las prelaturas son una posibilidad existente en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, hasta ahora la única existente, desde que así lo quisiera Juan Pablo II cuatro décadas atrás, era el Opus Dei… Y, precisamente en estos meses, por expreso deseo de Francisco, está cambiando su identidad jurídica para pasar a depender sus cuestiones internas de la Congregación para el Clero.
De hecho, a partir de un ‘Motu proprio’ papal decretado en el pasado mes de junio, se han modificado los cánones relativos a las prelaturas personales, equiparándolas a asociaciones clericales públicas con la atribución de poder incardinar sacerdotes en su seno, independientemente de las diócesis. Fue así como se culminó un proceso abierto ya en julio de 2022 a través de otro ‘Motu Proprio’, por el que se transfirió la competencia de las prelaturas personales al Dicasterio para el Clero.