Daniel Comboni ha sido el gran protagonista en la audiencia general que el papa Francisco ha presidido esta mañana en la Plaza de San Pedro. Siguiendo con sus catequesis semanales, ha puesto de ejemplo a Comboni, “un apóstol lleno de celo por África”. Enamorado de sus pueblos, “de ellos escribió: ‘Se han apoderado de mi corazón, que solo vive para ellos’. (…) ‘Moriré con África en los labios’. (…) ‘El más feliz de mis días será cuando pueda dar mi vida por vosotros’”.
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Para el Papa, esta entrega es “la expresión de una persona enamorada de Dios y de los hermanos y hermanas a los que servía en la misión, de los que no se cansaba de recordar que ‘Jesucristo sufrió y murió también por ellos’”.
Contra la falsedad
Algo que entonces fue revolucionario, pues “lo dijo en un contexto caracterizado por el horror de la esclavitud, de la que fue testigo”. Mientras que “Jesús, Dios hecho hombre, elevó la dignidad de todo ser humano y desenmascaró la falsedad de la esclavitud”.
Así, “Comboni, a la luz de Cristo, tomó conciencia del mal de la esclavitud; se dio cuenta también de que la esclavitud social tiene sus raíces en una esclavitud más profunda, la del corazón, la del pecado, de la que el Señor nos libera. Por eso, como cristianos, estamos llamados a luchar contra todas las formas de esclavitud”.
Aquí, Bergoglio ha puesto su mirada en el presente. Y lo ha hecho con un profundo dolor: “Por desgracia, la esclavitud, como el colonialismo, no es cosa del pasado”. Un drama que ha ilustrado recuperando parte del discurso que ofreció ante las autoridades Kinshasa el pasado 31 de enero: “En el África tan amada por Comboni, hoy desgarrada por numerosos conflictos, después del político, se ha desencadenado un ‘colonialismo económico’ igualmente esclavizante (…). Es un drama ante el que el mundo económicamente más avanzado cierra a menudo los ojos, los oídos y la boca. Por ello, renuevo mi llamamiento: dejad de asfixiar a África. No es una mina que explotar ni una tierra que saquear”.
No abandonó a su pueblo
Volviendo a la historia del fundador de los misioneros combonianos, el Papa ha recordado cómo, “tras un primer período en África, tuvo que abandonar la misión por motivos de salud. Demasiados misioneros habían muerto tras contraer enfermedades, debido al desconocimiento de la realidad local. Sin embargo, si otros abandonaban África, no así Comboni. Tras un tiempo de discernimiento, sintió que el Señor le inspiraba un nuevo modo de evangelizar, que resumió en estas palabras: ‘Salvar África con África’”.
Esa era “una intuición poderosa que ayudaba a renovar el compromiso misionero: las personas evangelizadas no eran solo ‘objetos’, sino ‘sujetos’ de la misión. San Daniel deseaba que todos los cristianos fueran protagonistas de la acción evangelizadora. Con este espíritu pensó y actuó de forma integral, implicando al clero local y promoviendo el servicio laico de los catequistas. Así concibió también el desarrollo humano, cuidando las artes y las profesiones, y fomentando el papel de la familia y de la mujer en la transformación de la cultura y de la sociedad”.
Abrazo integral al hombre
Un modo de concebir la misión, desde el abrazo integral al hombre, que para Francisco marca el camino a seguir: “¡Qué importante es, también hoy, hacer avanzar la fe y el desarrollo humano desde dentro de los contextos de misión, en lugar de trasplantar modelos externos o limitarse a un asistencialismo estéril!”.
Ahondando en el alma del religioso italiano, el Pontífice ha valorado que “la gran pasión misionera de Comboni, sin embargo, no fue primariamente el resultado de un esfuerzo humano: no fue impulsado por su coraje o motivado solo por valores importantes, como la libertad, la justicia y la paz; ¡su celo nació de la alegría del Evangelio, se inspiró en el amor de Cristo y llevó al amor por Cristo!”.
Hasta el punto de que “su deseo era ver misioneros ardientes, alegres, comprometidos”. Porque “la fuente de la capacidad misionera, para Comboni, es por tanto la caridad, en particular el afán de hacer propios los sufrimientos de los demás, de sentirlos en la propia piel y saber aliviarlos, como buenos administradores de la humanidad”.
Pasión evangelizadora
Otro factor clave es que “su pasión evangelizadora, además, nunca le llevó a actuar en solitario, sino siempre en comunión, en la Iglesia”. Apasionado, fraterno, sembrador de comunidad (social y eclesial), “san Daniel da testimonio del amor del Buen Pastor, que sale a buscar a los perdidos y da su vida por el rebaño. Su celo fue enérgico y profético al oponerse a la indiferencia y la exclusión. En sus cartas recordaba de corazón a su amada Iglesia, olvidada durante demasiado tiempo de África. El sueño de Comboni es una Iglesia que hace causa común con los crucificados de la historia, para vivir con ellos la resurrección”.
Un testimonio único que nos interpela a “nosotros, hombres y mujeres de Iglesia: ‘No olvidéis a los pobres, amadlos, porque en ellos está Jesús crucificado, esperando resucitar’”.