El 21 de septiembre de 1953, hace hoy 70 años, en Buenos Aires, un joven argentino de 17 años llamado Jorge Mario Bergoglio aprovechaba que era festivo por el Día del Estudiante para ir a una fiesta con sus amigos. De camino, de un modo inesperado, decidió pasar antes por su parroquia para rezar ante el Santísimo.
El resto de la historia se reproduce al detalle en el libro ‘El Jesuita. Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio, SJ’ (2010), obra de Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti, Buenos Aires, 2010, pp. 45-47).
Así, “al entrar, se cruzó con un sacerdote que no conocía. Era joven y transmitía una gran espiritualidad. Se saludaron y charlaron un rato, el suficiente para remover a Jorge, que decidió confesarse con él”.
El mismo Bergoglio explica que esa vez, en la búsqueda del sacramento de la Reconciliación, ocurrió algo especial: “En esa confesión me pasó algo raro. No sé qué fue, pero me cambió la vida; yo diría que me sorprendieron con la guardia baja”. Y ocurrió algo con lo que no contaba… “Fue la sorpresa, el estupor de un encuentro; me di cuenta de que me estaban esperando”.
Visto con perspectiva, quien durante muchos años fue el superior de la Compañía de Jesús en Argentina y el cardenal de Buenos Aires, hasta convertirse en 2013 en el sucesor de Pedro, acepta que lo que le pasó entonces “es la experiencia religiosa: el estupor de encontrarse con alguien que te está esperando. Desde ese momento, para mí, Dios es el que te ‘primerea’. Uno lo está buscando, pero Él te ama primero, te busca primero, te espera primero. Uno quiere encontrarlo, pero es Él quien nos encuentra. Y eso es pura gracia”.
Y eso que, en ese primer momento, no todo fue sencillo: “Primero, se lo dije a mi papá y le pareció muy bien. Pero la reacción de mi mamá fue diferente. La verdad es que la vieja se enojó mal”.
Pero perseveró y, con el tiempo, acabó encarnando su vocación como jesuita y como sacerdote. Faltaban muchos aún hasta que se convirtiera en “una víctima del Espíritu Santo” y Dios le ‘primereara’ para entrar con paz al cónclave de 2013 y salir del mismo vestido de blanco y con la misma paz.